Brujas, enamorados condenados, fantasmas, viejos ritos olvidados, muerte por amor y desamor… Las leyendas tienen siempre un poso de verdad que hunde sus raíces en tradiciones o viejas historias que, a través del tamiz del tiempo y las exageraciones de la transmisión oral, se convirtieron en mitos. Así, un arroyo con ciertos poderes curativos puede, en el lapso de pocos siglos, convertirse en la Fuente de la Eterna Juventud y el coqueteo entre los hijos de dos personas que se llevan mal en un mito de talla universal como Romeo y Julieta. Adentrarse en las carreteras que serpentean por la Isla de La Gomera es sumergirse en una geografía paralela de viejas historias, mitos y leyendas que acentúan el atractivo de la isla. No está demás entrar en la impresionante Torre del Conde de San Sebastián, por ejemplo, y más ver más allá de la importancia de las piedras de lo que es la fortificación europea más antigua de Canarias. Si a esto añadimos los supuestos amoríos ilícitos entre Cristóbal Colón y el ama de la plaza, la Beatriz de Bobadilla.
Y la visita a la coqueta y encantadora San Sebastián de La Gomera la visita a la coqueta y encantadora San Sebastián de La Gomera , gana un toque especial. Uno tiene a imaginarse que las tres escalas que hizo el Almirante en la isla, más allá de las impresionantes condiciones del puerto gomero y la cercanía de la isla con el arranque de las corrientes que, después de atravesar Canarias giran hacia el oeste camino de las aguas más cálidas del Caribe, tuvieron mucho que ver con la cama de la ‘marquesa de Moya’ y Señora de La Gomera y El Hierro. Historias dentro de la Historia; como la que protagonizó el primer marido de ‘La Bobadilla’, que fue ajusticiado por los gomeros en la ‘Cueva de Guahedum’, situada muy cerca de laDegollada de Hernán Peraza, acusado de mantener relaciones sexuales ilícitas con una joven de la isla. Aquel acto desencadenó una rebelión de proporciones gigantescas que obligó a la Bobadilla a encerrarse en la torre y a solicitar auxilio a la vecina Gran Canaria. La rebelión fue derrotada y la población local sufrió una brutal represión que aún hoy se recuerda en cantos, leyendas e historias.
La tradición local ha situado la ‘Cueva de Guahedum’ en el entorno de la Degollada de Peraza (GM-2 desde San Sebastián). Una modesta pared de piedra seca guarda la entrada de una cueva habitada desde tiempos inmemoriales en la que nacieron, vivieron y murieron generaciones de gomeros desde tiempos muy anteriores a la llegada de los españoles. Una cueva sencilla en la que, según la tradición, habitaba la joven Yballa, objeto del deseo de Peraza y, a la postre, gota que colmó el vaso de los gomeros ante los abusos del señor feudal. Un poco más arriba, comienza el tapiz verde del bosque de Laurisilva más importante de Canarias.
Roquedos increíbles, marcan la frontera de esa isla umbría y secreta que guarda aún más leyendas; aún más historias. Desde el Mirador de los Roques (GM-2) se pueden ver las mejores vistas sobre el Roque de Agando, una de las imágenes paradigmáticas de la isla. Cerca se encuentran otros tres gigantes de piedra: Ojila, la Zarcita y Carmona. Hoy sabemos que estos impresionantes roques son el resultado de antiguas coladas volcánicas que quedaron al aire tras millones de años de erosión; pero desde siempre fueron amantes petrificados, restos de antiguos dioses o trampolines hacia el sacrificio del suicidio de amantes y héroes. Pero también escenario de extrañas apariciones. Como sucede en el Roque Cano, en Vallehermoso.
El Hirguan es una especie de demonio mitad macho cabrío mitad humano, aunque los últimos testigos hablaban de una especie de perro de apariencia semi humana que camina a dos patas que hunde sus raíces en lo más profundo del pasado de la isla. Las primeras crónicas europeas hablan de la existencia de esta encarnación del mal que andaba por las alturas robando ganados y espantando a hombres y mujeres. Las últimas apariciones del Hirguan, figura que aparece con nombres parecidos en otros lugares de tradición bereber (el más cercano es La Palma y su iruene pero con más ejemplos en el norte de África), se produjeron en tiempos recientes. Incluso aseguran que una pareja de turistas alemanes se las tuvo que ver con uno de estos seres fantásticos que se han perpetuado desde los tiempos anteriores a la cristianización de la isla.
Luces, espantos, brujas… Cómo las que se reunían en la Laguna Grande, en pleno corazón del Parque Nacional del Garajonay. Catorce piedras forman un círculo perfecto en el que otro bloque (el más grande de todos) señala su centro. Estamos en uno de los escasos descansos que se da el bosque en esta parte de la isla. Un claro en medio del tapiz en el que, según se cuenta, se reunían las más importantes brujas de La Gomera.Aún hoy, a los niños que se portan mal se los amenaza con dejarlos dentro de un saco en ‘La Laguna’. Muy cerca, en el Alto del Garajonay, otro círculo de piedra marca el lugar dónde los antiguos gomeros ofrecieron sus ofrendas a su dios antes de que llegaran Cristo y la Iglesia. Desde esta antigua ‘ara de sacrificio’, que nos recuerda al círculo de las brujas, se pueden ver espectaculares panorámicas sobre el pico de El Teide, en la vecina isla de Tenerife y, en días claros, pueden verse las cumbres de Gran Canaria.
La identificación de los antiguos lugares de culto aborigen con la brujería es un tema recurrente en la topografía canaria: son los llamados bailaderos, que se reparten por los mapas a decenas poniendo de manifiesto las coincidencias en la elección de lugares, preferentemente elevados, como lugares sagrados. La Fortaleza de Chipude es otro ejemplo paradigmático. Mesa de piedra que emerge de entre las terrazas de cultivo que, en esta parte de la isla, dan protagonismo a la vid sobre las omnipresentes palmeras. Una belleza de lugar. Mágico. En la cima de esta meseta pequeña y perfecta los arqueólogos han localizado decenas de aras de sacrificio donde los isleños siguieron ofrendando hasta finales del siglo XVIII. Esto es, hasta antes de ayer. Aquí se localiza uno de esos ‘bailaderos’ de los que te hablábamos antes. Y desde aquí también se ha visto alguna vez, al sur de El Hierro, la mítica San Borondón, la isla que aparece y desaparece a su antojo.
Islas fantasmas y viejos fantasmas; o ánimas, como las llaman por aquí. Sin salir de los pagos de Chipude, ponemos rumbo hacia el pequeño pueblo costero de La Dama. Muy pocos viajeros llegan hasta aquí. Dicen que hace ya algunos siglos, unos piratas se acercaron hasta la Playa de La Rajita para enterrar un tesoro. Dos de ellos murieron y sus almas quedaron sujetas al lugar apareciendo de vez en cuando en forma de fogonazos errantes que son conocidas en el lugar como La Luz de La Dama. Otra de estas luces famosas, comentan, aparece de manera recurrente en torno a la Cruz del Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, junto a San Sebastián, en un lugar llamado El Machal Alto desde dónde se ven impresionantes vistas sobre la capital gomera y la vecina Tenerife.
Empezábamos con amores; y con amores terminamos, ya que es el amor el que marca a fuego la leyenda más célebre de la isla. Pero no vamos a hablar de Gara y Jonay, los amantes que se inmolaron antes de renunciar a una vida juntos. Siete caños manan agua en la Fuente de Epina. Siete. Número mágico dónde los haya que se cuela en los misterios de religiones que van desde las tres del ‘Libro’ (judaísmo, cristianismo e islamismo) al hinduismo pasando por China, Japón. “El número gobierna las formas y las ideas y es la causa de los dioses y de los demonios”, decía Pitágoras, uno de los siete sabios de Grecia…
Pues los Caños de Epina son siete: de los pares deben beber los hombres y de los impares las mujeres. Dicen que el que logra beber de todos sin respirar se casa en menos de un año y, es más, que basta con mirar a la poza dónde estallan los chorros para saber que será de nuestro futuro en las cosas del querer, ya que si el agua es clara y puedes verte reflejado en el agua, te espera la suerte en el amor; pero si el agua, en el momento que te acercas, está turbia, sólo puedes esperar la condena de una vida de amores no correspondidos. Mejor no arriesgarse.