A la Sinagoga Grande de Barcelona (Carrer de Marlet, 5) se entra por una puertecilla que nos lleva hacia abajo en un auténtico viaje en el tiempo. Allá abajo se abre un pequeño recinto abovedado que ha sufrido multitud de cambios de fisionomía y utilidad a lo largo de los siglos. Una gran piedra cuadrada que forma parte de los antiguos cimientos del edificio muestra una inscripción latina XIIX, número 18 escrito de forma críptica. El 18 es uno de los números más importantes de la cábala hebrea. Cada letra hebrea tiene su correspondencia numérica: Jet vale 8 y Yod 10. Y estas dos letras forman la palabra Jay que significa vida. Para algunos historiadores esta fue una de las pruebas definitivas de que ese espacio fue la sinagoga más importante de la judería barcelonesa. De la vieja sinagoga apenas quedan rastros en forma de hiladas de piedra antiquísimas (algunos dicen que el edificio se construyó durante los estertores del Imperio Romano) y el hueco en la jamba derecha de la puerta para la mezuzah (un pergamino con plegarias de la Torah). Pero más allá de lo que queda, lo importante es lo que significa, lo que es.
El Call de Barcelona es de los más antiguos de Europa. Las fuentes escritas más antiguas que hacen referencia a la presencia de judíos en la capital catalana datan del siglo IX pero de ser cierto de que esas piedras fundacionales son romanas hasta se podría decir que en Barcelona había judíos cuando llegaron los primeros cristianos. Como en otras partes del país, la judería (o juderías porque había dos zonas hebreas) se encontraban separadas del resto de la ciudad mediante portones que se cerraban por la noche para garantizar la seguridad de los vecinos y vecinas. Los vaivenes de la convivencia nunca fueron fáciles y en la memoria de la colectividad judía de Barcelona hay dos años marcados a fuego: 1391 y 1492. Al final del siglo XIV la peste negra asoló Europa y corrió el rumor de que todo se debía a los judíos (que habían envenenado los pozos). La violencia contra los judíos se propagó por toda la Península y llegó a Barcelona el 5 de agosto con más de 300 miembros de la comunidad asesinados y muchas propiedades arrasadas. Un siglo después, los judíos serían definitivamente expulsados de los reinos hispánicos (En Inglaterra la expulsión se dictó en 1290; en Francia en 1306; en Austria en 1421…).
Explorando el Call.- Los dos Calls de Barcelona quedaron situados en la sección noroeste de la antigua Barcino romana. Hoy la zona del Call Mayor queda limitada al norte por la preciosa Plaza de San Felipe Neri, al sur por la Plaza de Sant Jaume y la Calle del Call. El límite este estaría en San Honorat y el oeste en Banys Nous. El Call Menor, que se habilitó en el siglo XIII por el crecimiento de la población hebrea, se agrupaba en torno a la prolongación de la Calle del Call hacia la actual Calle de Ferrán. En vísperas del motín de 1391 se calcula que entre el 15 y el 20% de la población barcelonesa era de origen hebreo. ¿Y por qué Call? Hay dos hipótesis. Una habla de la derivación de Callejón o Callejuela al término Call y otra estima que la palabra es una catalanización de Kahal que quiere decir creyentes. Ambas son lógicas: estamos ante un pequeño laberinto de callejuelas en las que apenas caben dos o tres personas. Un lugar que aún en pleno mediodía soleado está dominado por la sombra.
Nosotros te recomendamos empezar la visita en el Museo de Historia de Barcelona El Call (Placeta de Manuel Ribé, 3), un centro dedicado a descubrir la historia y el día a día de la comunidad judía en la Barcelona medieval. Aquí podrás comprender no sólo el espacio físico del Call, sino también su significado intelectual y simbólico. Barcelona fue un importante centro de producción literaria, rabínica y científica. El museo nos descubre otra de esas joyas ocultas que atesora el fantástico Museo de Historia de Barcelona (a nuestro juicio el mejor de todos los museos municipales de España): los restos de la casa del tejedor Jucef Bonhiac, un ejemplo paradigmático de residencia judía de los siglos XIII y XIV. A dos pasos del museo tienes otros dos hitos de la judería barcelonesa: una lápida –en realidad una reproducción- que atestigua la donación del comerciante Samuel Hassardí para la construcción de un hospital –siglo XIII- (Carrer Marlet) y la propia Sinagoga Mayor (Marlet, 5).
Del viejo Call apenas quedan más detalles. Hemos leído que en los bajos de la tienda Oliver Decoración (Banys Nous, 10) se pueden ver unas viejas columnas que formaron parte del Mikveh (baño ritual) de otra de las sinagogas del barrio; o que algunos muros de la espléndida Iglesia de San Jaime (Ferrán, 28) son los originales de la Sinagoga del Call Menor; o esas lápidas que se sacaron del antiguo cementerio judío de Montjuic y que hoy pueden verse integradas en edificios y palacios como el Museo Frederic Marès (Sant Lu, 5). El paso de los siglos sepultó los viejos barrios judíos. Hoy apenas nos quedan esos rastros visibles de los que hemos hablado pero si muchos ecos. Sólo hay que animarse a oírlos y sentirnos. Prueba a caminar en silencio por las calles del Call. El que quiera oírlos los oirá.
Dos domus romanas en el Call.- Siguiendo el Carrer de la Fruita puedes visitar los restos de dos casas de la Barcino Romana. La Domus Sant Honorat (Carrer de la Fruita, 2) y la Domus Romana (Carrer de la Fruita, 4). En estos importantes yacimientos arqueológicos puedes ver mosaicos y la estructura clásica de las casas de las familias ricas del imperio. También hay restos medievales como unos silos que, seguramente, estaban vinculados a la actividad comercial de la comunidad hebrea.
Cuatro planes ricos en el Call de Barcelona.- El lugar paradigmático para comer en la vieja judería barcelonesa es la Vinatería del Call (Salomó ben Adret, 9) con una carta de taberna clásica donde puedes tapear o comer a la carta por precios bastante buenos. Otro de nuestros preferidos en la zona es El Portalón (Banys Nous, 20) con una carta que también alterna la posibilidad de tapear con una carta de exquisiteces mediterráneas (pescados y mariscos gloriosos). Un clásico del barrio es la Churrería Manuel San Román (Banys Nous, 8) que ya era una celebridad local antes de que se convirtiera en un local de culto para los gruppies coreanos. Otro lugar al que solemos ir cuando vamos por Barcelona es Salterio (Salomó ben Adret, 4) donde se puede comer aunque nosotros siempre vamos a tomar un té con riquísimos pastelitos árabes.