Teruel existe; y menos mal. La primera vez que visitamos esta tierra olvidada fue en un viaje fugaz de apenas un par de horas entre Zaragoza y Cuenca. No dio para más que un pequeño paseo por el centro histórico de la capital y un vistazo a toda velocidad de sus paisajes desde el interior del coche. De aquella visita somera nos quedamos con tres impresiones. La primera es la potencia visual del paisaje turolense, que lo tiene prácticamente todo. La segunda es el enorme valor histórico de la capital, uno de los centros de referencia de nuestro estilo arquitectónico más representativo y exclusivo, el mudéjar y la tercera es la impresionante belleza de sus pueblos, que han sobrevivido a la presión de los siglos conservándose de manera ejemplar.
Aquel día muy lejano, mientras seguíamos el cauce del Río Turia y nos topamos por sorpresa con el pueblo con el nombre más bonito del mundo (Libros) nos hicimos la promesa de volver. Y en los años siguientes fuimos cumpliendo el plan a trocitos para ir conociendo poco a poco una provincia que, inexplicablemente, ha quedado fuera de los circuitos del turismo interior. Este artículo es sólo una aproximación a los principales atractivos de la provincia. Iremos completando la información en reportajes específicos. Pero ahora te vamos a dar una pequeña guía de los principales atractivos de la provincia para que puedas planificar una visita según tus inquietudes e intereses.
LA POTENCIA PATRIMONIAL DE LA CAPITAL.- Teruel capital se recorre a pie en apenas un par de horas. Es una ciudad pequeña que concentra la mayoría de sus atractivos en un radio de apenas cuatro centenares de metros de la famosa Plaza del Torico, llamada así por la fuente coronada por un pequeño toro de bronce que adorna el lugar desde mediados del XIX. La mejor manera de entrar en el casco histórico turolense es la Escalinata del Óvalo, una construcción neomudejar que conecta la estación de tren con el centro. El Paseo del Óvalo da paso a las callejuelas de la vieja Teruel. El monumento más representativo es la Catedral de Santa María de Mediavilla (Plaza de la Catedral, 3) un edificio que trasciende a la propia Teruel como una de las cumbres del Mudéjar, ese estilo genuinamente español que supo combinar los estilos medievales europeos (principalmente románico y gótico) con el arte islámico irradiado por Al-Andalus. Las otras grandes referencias de este estilo en la ciudad son laTorre Mudejar de la Iglesia del Salvador (El Salvador, 7), San Martín (Plaza Pérez Prado) y la Iglesia de San Pedro (Matías Abad, 3), dónde se encuentra, además, el mausoleo de los famosos amantes de Teruel.
El centro histórico turolense es bonito; está lleno de detalles de su pasado medieval. Viejos aljibes, palacios, un acueducto del siglo XV e importantes edificios religiosos y civiles. Una arquitectura de ladrillo visto que se combina con casonas de estilo modernista en lugares como la Plaza del Torico o la Calle Ramón y Cajal, principal arteria comercial y paseadero habitual de los locales. El otro fuerte de la ciudad tiene que ver con el pasado más remoto. Dinópolis (Polígono los Planos, sn; Tel: (+34) 978 61 77 15) es uno de los mejores museos del mundo dedicado a los dinosaurios.
NATURALEZA Y PATRIMONIO EN ALBARRACÍN .- Desde la capital, la A-1512 conduce a la localidad de Albarracín. En medio de los escasos 37 kilómetros que separan las dos poblaciones conviene hacer una parada en Gea de Albarracín para ver su acueducto romano , una impresionante obra de ingeniería civil excavada en los cañadones del Guadaviar. Albarracín es famosa por varias cuestiones: la primera y más importante es su extensa nómina de monumentos. El más famoso es su sistema de fortificaciones medievales del siglo XI que incluyen una espectacular muralla prácticamente intacta y un castillo. Albarracín es un conjunto histórico artístico notable. Su casco histórico está adornado con viejas casonas solariegas y grandes edificios como la Catedral de El Salvador, que alterna los últimos momentos del gótico con los primeros del renacimiento.
Pero lo que más sorprende de este pueblo de cuento es su espectacular ubicación en una hoz (cantil) excavada por el Río Guadalviar. Las casas del casco se asoman al abismo y nos recuerdan a la cercana ciudad de Cuenca. Si vas con niños no te olvides de pasar por el Museo del Juguete (Medio, 2). Otro de los atractivos de subir a las serranías de Albarracín es el espectacular paraje natural que rodea a la población. A dos pasos del casco se encuentra el Paisaje protegido de los Pinares de Rodeno dónde hay multitud de estaciones de pinturas rupestres accesibles a pie a través de un sendero autoguiado. En dirección opuesta (yendo hacia la frontera con Cuenca) parajes dignos de una visita como lascascadas del Río del Berro, el pueblecito deFrías de Albarracín o el mismísimo nacimiento del Río Tajo, que nace cerca del Mediterráneo pero inicia aquí su camino hacia Lisboa, en el lejano Atlántico. Si eres de los que gusta dejar el coche por un par de horas y andar por lugares lindos, te recomendamos el sendero del Barranco de la Hoz, una senda fácil y corta por el cañadón formado por el Río del Berro desde Calomarde que es, sencilamente, espectacular (si tienes tiempo vete hasta Frías de Albarracín -6,1 kilómetros-).
LA COMARCA DE MATARRAÑA.- La llaman la Toscana española. A nosotros no nos gustan este tipo de comparaciones; esta pequeña región situada en el extremo este de la provincia (ahí encajonada entre el sur de Cataluña y el norte de la Comunidad Valenciana (el mar está a apenas 40 kilómetros a vuelo de pájaro) es una de las mejores joyas del turismo rural y patrimonial de España. Una verdadera desconocida que creemos es de los mejores lugares para pasar un fin de semana en el país. El Río Matarraña es el eje de este valle de colinas suaves cubiertas de olivos, vides y pinares. 18 pueblos forman parte de la comarca; la mayoría de ellos en tierras turolenses; pueblos prácticamente intactos que se conservan sin muchos cambios desde hace quinientos o seiscientos años. Una auténtica gozada que merece un viaje per sé. El contrapunto natural lo pone la Garganta del Parrizal de Beceite, un espectacular cañón en el que se encajona el Río Matarraña y en el que hay pozas, saltos de agua y hasta paneles con pinturas rupestres en la Cueva de la Fenellasa.
Los pueblos de esta parte de la provincia son auténticos museos al aire libre. Los más espectaculares son Valderrobres –con su puente gótico y su castillo-, que aparte de ser un centro de valor histórico artístico más que notable ejerce de capital de la comarca, y Beceite –dónde también se localizan restos de un antiguo poblado íbero-. Si no vas con prisas y puedes permitirte el gusto de dedicar una jornada o más al lugar te recomendamos seguir la ruta cultural de los primeros pobladores , que enlaza yacimientos prehistóricos e íberos y varias estaciones con pinturas rupestres con los poblados ibéricos de Els Castellans y San Antonio como puntos culminantes –el último es sencillamente espectacular-. La imponente oferta arqueológica de la comarca (se nota que no ha sido prácticamente alterada) se completa con antiguos túmulos, cementerios tardo medievales y antiguas atalayas. Una gozada.
LOS RASTROS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA .- La Batalla de Teruel fue una de las más cruentas e intensas de la Guerra Civil Española (1936-1939). El llamado frente de Aragón se mantuvo estable durante gran parte de la contienda dejando como testigos de aquella época multitud de bunkers, trincheras y blocaos que se esparcen en una línea en forma de V en torno a la capital. En el pueblo de Sarrión hay un pequeño centro de interpretación sobre la Batalla de Teruel y, también, algunas estructuras defensivas del frente. El frente se extendió en una línea Norte Sur que, más o menos, coincide con el trazado de la A-23. Entre Caminreal y Torremocha de Jiloca se concentra un buen número de trincheras y nidos de ametralladora –frente del Jiloca- que son fácilmente accesibles. Los Pilones de Rubielos de la Cérida, por ejemplo, son un complejo de trincheras de más de 500 metros de longitud. A poca distancia se localiza el Nido de Ametralladoras del Carabañón. A un par de kilómetros más al norte, en un pequeño promontorio de color rojizo, se encuentra la Trinchera de El Balsete. La visita a este sector del frente se completa en las trincheras deLa Fuentecilla y la posición fortificada de Los Cabezos.
Un poco más al norte, en torno a la aldea de Monforte de Moyuela (TE-V-1611) hay un par de estructuras espectaculares vinculadas a posiciones republicanas. Las trincheras del Barranco de La Haba formaban parte de un complejo defensivo cuya estructuras más espectaculares eran el Cabezo Aparicio –que alterna trincheras y túneles excavados- y el Cabezo Santo, una de las estructuras defensivas más espectaculares de la zona. Junto al Puerto de Rudilla se encuentran las Trincheras de Los Villares. Hay restos de la guerra por toda la provincia; aquí te mostramos sólo algunos ejemplos bien concentrados en el terreno para poder facilitar la visita.
EL MAESTRAZGO.- Es otra de las comarcas históricas de la provincia. Al igual que sucede con Matarraña, la región comparte espacio con la Comunidad Valenciana aunque buena parte corresponde a Teruel. Tierra de templarios, que se establecieron aquí en el siglo XII para asegurar las fronteras con el Islam. De ahí el nombre de Maestrazgo, que hace referencia al maestre de la orden militar que rigió estas tierras hasta su disolución. Entonces estas tierras pasaron a manos de los Hospitalarios de San Juan. De aquella época quedaron pequeñas localidades fortificadas y un patrimonio religioso de tal magnitud que hasta 10 de los 38 pueblos de la región son Bien de Interés Cultural (Mirambel, Cantavieja, Mosqueruela, Villarroya de los Pinares, La Iglesuela del Cid, Puertomingalvo, Cuevas de Cañart, Castellote, Miravete de la Sierra y Tronchón).
¿Qué hay ver sí o sí? El nacimiento del Río Pitarque y la Gruta de Cristal (ver mapa) son los dos buques insignia naturales de la comarca. Lo ideal es hacer kilómetros e irse topando con el rosario de pueblecitos que se esparcen por la zona. Imprescindibles, Iglesuela del Cid; Cantavieja; Miravete;Villaroya de los Pinares; Mirambel y Tronchón (por su patrimonio y por el queso). El territorio está lleno de vestigios históricos de importancia; quizás los más interesantes de ver son los poblados iberos de Cabezo de la Guardia –en Alcorisa- y los restos romanos que se encuentran en Iglesuela del Cid.
UNA VISITA ALCAÑIZ, LA CAPITAL DEL BAJO ARAGÓN.- Alcañiz ya es un centro patrimonial de importancia que bien merece un buen rato. La capital del bajo Aragón fue plaza fuerte de la frontera entre musulmanes y cristianos durante siglos y, después, uno de los símbolos del poder de la corona aragonesa a través de la poderosa orden militar de Calatrava. Los principales atractivos se concentran en el abigarrado casco histórico encerrado aún, en gran parte, por las antiguas murallas que asoman en el Muro de Santiago y en el antiguo Castillo Calatravo, reconvertido hoy en Parador Nacional de Turismo (con una de las muestras de pinturas murales góticas más interesantes de Aragón. El nudo patrimonial más importante de la localidad se aglutina en torno a la Plaza de España, rodeada de verdaderas joyas: la Iglesia de Santa María –una maravilla barroca hecha en ladrillo-; la Lonja y la sede del Ayuntamiento, una de las más bellas construcciones renacentistas de toda España.
Un paseo por Alcañiz pone de manifiesto la riqueza que la ciudad acumuló en el pasado. Otro atractivo de la ciudad está escondido bajo el laberinto de callejas, viejos palacios y barrios medievales. Hay otra ciudad bajo tierra: una red de pasadizos, algibes y grandes almacenes abovedados que servían como neverías, esto es, cuevas en las que se depositaba nieve para conservar mejor los alimentos. Una de estas salas fue habilitada como refugio antiaéreo (Santo Domingo, sn) durante la Guerra Civil española. Otra visita imprescindible es el Centro Ibero del Bajo Aragón (Muro de Santa María, 1), un interesante museo centrado en la civilización ibérica que ocupa buena parte de un antiguo molino.
En las inmediaciones de Alcañiz también hay cosas interesantes que ver. El pueblo de Calanda (famoso en el mundo entero por ser la cuna de Buñuel y por sus tambores) tiene un casco histórico interesante y merece una parada. Otro lugar a destacar es la Cueva de Val del Charco del Agua Amarga, una de las mejores representaciones de arte rupestre levantino de la región que forma parte de una nueva ruta que permite conocer otros espacios similares a lo largo de toda la comarca. Si te interesa la arqueología no dejes de ver el Poblado del Palao (Carretera de la Fuente Cobertora), un impresionante yacimiento en el que las estructuras de origen romano se superponen a las íberas y que estuvo habitado durante más de 1.000 años.
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