Notas desde Kerrera: la isla ‘secreta’ de las Hébridas Interiores

El Castillo de Glyen defiende la costa sur de la isla de Kerrera, en las Hébridas escocesas.

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El bonito puerto de Oban, situado al oeste de la ciudad de Glasgow (156 kilómetros) es el punto de origen tradicional de los viajeros que se internan en el mítico archipiélago de Las Hébridas (aunque se le puede también incluir en la hoja de ruta por su antiquísima y famosa destilería de whisky). El poniente escocés es una sucesión de islas grandes, medianas, pequeñas y peñascos que se extiende hacia el norte en un número que se acerca a los dos centenares. Son famosas por varias razones. La más evidente son sus paisajes rotundos en los que el verde se mezcla con los peñascos grisáceos y escasas playas de aguas transparentes. Pero Las Hébridas son un destino más que apetecible por otras razones. Son una de las comarcas más auténticas de Escocia, un lugar dónde se han mantenido las raíces célticas con más fuerza. También pueden presumir de un patrimonio apabullante con numerosos restos prehistóricos (como los famosos Wheelhouses de la Edad del Hierro), viejos castillos y pequeños pueblecitos encantadores. Islas como Skye, Mull, Iona, Lewis o la minúscula Staffa (dónde se encuentra la mágica Fingal’s Cave) encabezan las preferencias de los viajeros que se acercan a estas latitudes. Pero hay mucho donde elegir. Sitios en los que uno puede estar prácticamente solo.

Kerrera es una de las Hébridas interiores más modestas y cercanas al puerto de Oban. Si uno va por la carretera que bordea la costa al norte del pueblo para ver la Dog Stone, el gigantesco peñasco donde, según la tradición, el gigante Fingal amarraba a su perro y el fantástico Castillo de Dunollie la ve casi al alcance de la mano –desde el castillo, por cierto, se ve buena parte del archipiélago-. Y si las aguas no fueran lo frías que son, casi que podríamos alcanzarla de un par de brazadas enérgicas (apenas hay 300 metros de distancia). Pero para dar el salto hasta Kerrera la mejor opción es utilizar el ferry que parte desde un pequeño embarcadero unos kilómetros al sur de Oban –Puerto de Gallanach-. Hay una docena de salidas diarias desde primeras horas de la mañana hasta media tarde y la travesía apenas dura unos minutos. El precio del billete ida y vuelta ronda los cuatro euros y puedes llevar bicicletas gratis.

Que hacer en Kerrera.- caminar o darle al pedal. Desde el embarcadero de la isla salen dos rutas: la sur es circular y demanda unas tres horas mientras que la norte, que llega hasta el Hutcheson's Monument, un monolito que rinde homenaje a David Hutcheson, un hombre de negocios del siglo XIX que se atrevió a unir las islas con barcos de vapor, demanda otras tres horas en un recorrido de ida y vuelta. Justo aquí, cubiertas por la hierba, puedes ver varios muros que en sus tiempos (siglo VIII) fueron parte de un viejo monasterio que, según dicen, fue arrasado por los vikingos. Ambas caminatas son bonitas de hacer, pero si sólo tienes la oportunidad o las ganas de hacer una opta, sin dudarlo, por el ‘loop’ sur, que recorre importantes hitos naturales, restos históricos que van desde la Edad del Hierro al siglo XV y el único salón de té de esta isla en la que viven unas 30 personas y más de 10.000 ovejas. Verde y blanco. Estos son los dos colores de Kerrera: pastos infinitos y miles de pequeñas motas blancas móviles que se ven por todos lados. La Granja de Balliemore se encuentra a dos pasos del puertecillo de Kerrera y es un buen lugar para conocer la idiosincrasia de la isla. Aquí hay una tienda dónde se vende carne local y otros productos agrícolas pero también es un buen lugar para ver cómo se vive actualmente en la isla.

La ruta sur se inicia siguiendo la línea de costa. El primer punto de interés es Little Horse Bay, una pequeña bahía con vistas a la costa de la isla de Gran Bretaña y adornada con un viejo barco de pesca abandonado. Aunque suelen ser más frecuentes en la costa oeste, aquí también es posible ver focas que están muy a gusto en la isla. Desde aquí el sendero sube hasta Upper Glyen, cerca del punto más alto. Pero antes puedes ver los restos de un fuerte de la Edad del Hierro y algunas granjas poco antes de iniciar el descenso hacia Glyen Castle, sin duda alguna la gran atracción histórica de la isla. Esta torre fortificada perteneció al poderoso clan de los MacDougalls y servía para defender el acceso sur del canal de agua que conduce hasta Oban (como Dunollie lo hace en su extremo norte) e impedir que personas indeseadas se instalaran en la isla y amenazaran Oban. A dos pasos del castillo hay otro lugar que merece la pena visitar. Desde Cnoc Na Faire –colina desde donde se ve- se domina buena parte de la costa oeste de Kerrera y es un buen lugar para observar a los simpáticos frailecillos, las aves marinas que invaden los cantiles de esta parte del mundo en primavera y verano (el resto del año llevan vidas solitarias en alta mar). Pero a este paraje se le conoce también como las tumbas de los niños, por su uso como lugar de enterramiento en tiempos prehistóricos.  

Una de las cosas que sorprende de Kerrera es su endiablada geografía. El punto más alto es Carn Breugach con apenas 190 metros sobre el nivel del mar, pero buena parte de la isla es una continua sucesión de colinas pequeñas pero muy próximas que crea un paisaje bastante peculiar. Las granjas ganaderas se construyeron en los escasos cuatro o cinco vallecillos que le dan un respiro a las subidas y bajadas. En uno de estos lugares (entre Glyen Castle y Cnoc Na Faire) está la pequeña Kerrera Tea Garden and Bunkhouse (Lower Gylen Castle; Tel: (+44) 1631 566367), un lugar genial para hacer una parada y tomar un té acompañado de la riquísima repostería local (abre entre principios de abril y finales de septiembre).

Fotos bajo Licencia CC: Andrew Bowden; John Mason; dun_deagh; Tom Parnell; Marceline Smith

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