En busca del mismísimo Demonio por los caminos de Tasmania
Para ver a los demonios hay que esperar a que caiga la noche. Los demonios son de hábitos nocturnos. Esperan a que los últimos rayos del sol para salir de sus madrigueras y empezar a rastrear en el aire las trazas hediondas que deja la carne a medio podrir. Entonces, cuando la mayor parte del bosque duerme, el demonio olisquea el aire y recorre los huecos y caminos solitarios en busca de los cadáveres de los animales muertos. Este pequeño carnívoro es un devorador metódico. Aprovecha las heridas de los cuerpos para introducirse y, literalmente, comerse el cadáver de dentro afuera. Nada de espectaculares remolinos o movimientos violentos. Es un trabajo metódico e incansable, tímido y esquivo. No es difícil verlo, pero la visión de este pequeño marsupial carnívoro dista mucho de la imagen con la que crecimos (sí la de los dibujos animados). Tiene mala fama. Inmerecida. Es verdad que sus gritos, que se producen cuando se reúnen varios ejemplares a comer, pueden sobresaltar en medio de la noche. Pero no son más grandes que un perrillo mediano tirando a chico (pesan unos 7-8 kilos). Eso sí. En relación a su peso son capaces de propinar la mordida más potente del reino natural.
La mejor manera de verlos en libertad es acampar en alguno de los parques nacionales que ocupan la mitad oriental de la isla (The Western Wilderness lo llaman, algo así como Oeste Salvaje) . En lugares como Lago Burbury ( Ver Web del camping ) o Cradle Mountain es posible verlos en libertad. En los últimos tiempos, estos animales enigmáticos se han acostumbrado a los turistas y se acercan a los campamentos para ver que agarran. Los viajeros les lanzan trozos de carne que los bichos aceptan de buen grado. En el entorno de Cradle Mountain se encuentra el Santuario de Devils@Cradle (Cradle Mountain Rd; Tel: (+61) 3 6492 1491), un lugar único en la isla dónde se trabaja para garantizar el futuro de una especie en peligro de extinción; un animal único que es un fiel reflejo de esta tierra salvaje dónde más del 70% del territorio es Naturaleza pura. Un lugar salvaje como el propio demonio. Un lugar llamado Tasmania, donde llueve casi todos los días y los bosques son feraces y feroces. Bosques duros que nada tienen que ver con nuestros robles o pinos. Aquí todo es más primigenio; más antiguo…
Separada de Australia por el Estrecho de Bass, la isla es una prolongación del territorio ‘continental’ australiano; aún más salvaje. Sin salir de Cradle Mountain, para no irse demasiado lejos, el viajero puede acercarse hasta el Lago Saint Claire donde se puede ver al mítico ornitorrinco en libertad ornitorrinco en libertad ; o pasear hasta Nelson Falls y ver los Ualabí, que es como llaman aquí a todos los bichos que se parecen a los canguros pero que no llegan al porte de un canguro. Es esta una tierra de animales extraños y únicos. En Bicheno, un balneario de lujo, anidan los pingüinos enanos; en cualquier carretera forestal se te puede cruzar un uombat, que es algo así como un oso adorable, chiquito y gordito… Es este un lugar extraño; tanto que los canguros te parecerán algo de lo más ordinario. Animales de leyenda que aún perviven. No es difícil encontrar a lugareños que juran y juran que el amigo de un primo del del bar vio una vez un Tigre de Tasmania. Este tipo de apariciones son recurrentes; algo así como si el mayor carnívoro marsupial (oficialmente extinto desde 1936) fuera una especie de fantasma que aparece acá y acullá alimentando el mito y a leyenda.
El hombre en Tasmania parece que está de prestado. Como sucedió con la vecina Australia, los primeros ingleses llegaron al lugar fueron convictos que fundaron pequeñas colonias penitenciarias al mismo tiempo que exterminaban a la población aborigen (aquí hubo un auténtico genocidio conocido como laGuerra Negra). Hobart es una de esas antiguas colonias. La capital de la isla tiene un pequeño centro histórico con algunas casas de estilo colonial, un par de iglesias, varios museos y el animado Mercado callejero de Salamanca –nos sorprendió el nombre- que se monta todos los sábados.
Launceston es la contrapartida a Hobart en el norte de la isla. Como la primera, es una ciudad chiquita con algunos edificios de la época de la colonia y un entorno dominado por el verde. Hasta las ciudades están sometidas al imperio de la naturaleza. El bosque entra casi hasta las puertas de las casas creando un clima especial y sólo los prados cuajados de ovejas –en plan Escocia o Irlanda- y los viñedos del Valle del Tamar desafían la omnipresencia del ‘rainforest’ (bosque lluvioso).
CINCO PLANES TASMANOS
1.- West Coast Wilderness Railway .- La línea ferrea de la West Coast Wilderness recorre el antiguo camino desde Strahan hasta Queenstown a través de una de la mejores muestras de bosque lluvioso de la isla. Las razones para hacer el recorrido son muchas; la primera la belleza de los paisajes que recorre (siguiendo el cauce del Río Teepookana); la segunda porque el tren, una reliquia de la era del vapor, es una pasada y tercero porque el pequeño pueblo minero de Queenstown bien merece una visita.
2.- Una ruta por la Costa Este .- La Bahía de los Fuegos (por el color rojo de las piedras) es el punto estrella de la Costa este de la isla, aunque no es mala idea planificar una jornada por toda esta parte haciendo paradas en lugares como Wineglass Bay (la playa más bonita de toda Tasmania), el balneario de Bicheno (para ver a los pingüinos) o las playas del Parque Nacional de Mount William (con extensos arenales y bosques preciosos). Muy cerca de la costa se encuentra el pueblo de Derby, con una pista brutal de Mountain Bike.
3.- Bajar a Gunns Plains .- Las Cuevas de Gunns Plains Cuevas de Gunns Plains (Caves Road ; Tel: (+61) 3 6429 1388; E-mail: info@gunnsplainscaves.com.au) son un complejo calizo de galerías subterráneas con amplias salas cubiertas de estalactitas y estalagmitas, riachuelos subterráneos, corredores y curiosas formaciones rocosas. Las visitas son guiadas.
4.- Un jardín inglés en el confín del mundo .- Los jardines de Allendale se encuentran a pocos kilómetros de la pequeña localidad de Smithton, en el extremo norte de la isla. Visitar este pequeño jardín inglés (con un lago, cisnes negros, pavos reales y una pequeña reserva de bosque nativo con senderos) es una magnífica excusa para llegarse hasta este punto y aprovechar la ocasión para acercarse hasta el Estuario de Hunter Islands, uno de los parajes costeros más bonitos del país.
5.- Visitar Bruny Island .- Situada en el extremo sur de Tasmania la Isla de Bruny es otra de las visitas obligadas. Ahora está conectada con el resto del territorio tasmano por carretera a través del istmo de Long Neck –cuello largo- (antes había que ir en ferry o andando) y es posible hacer una excursión de varias horas desde Hobart. La recompensa merece la pena. La isla tiene bosques increíbles, algunas poblaciones pintorescas, playas impresionantes (genial Cloudy Bay), acantilados cuajados de aves marinas y un faro que apunta directamente al mismísimo fin del mundo. Un lugar especial con una cultura marítima muy intensa (impresionantes los restaurantes de pescado y marisco).
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