Desde que aprendió a cultivar la tierra, los hombres y mujeres tuvieron la necesidad de determinar con exactitud el paso de las estaciones. Más allá de una mera cuestión práctica, que tiene que ver con las fechas de inicio de los trabajos agrícolas, el humano de hace unos 5.000 años necesitaba saber que las cosas iban bien, que el ciclo de vida y muerte, tal como había sucedido siempre, seguía rigiéndose por las mismas reglas. Por eso no es difícil imaginarse a los ‘chamanes' de aquellos tiempos remotos respirando tranquilos cuando cada mañana del 21 de diciembre, fecha del solsticio de invierno en el Hemisferio Norte, los primeros rayos del sol avanzaban lentamente por el corredor hasta iluminar las cámaras más profundas del túmulo. El sol había llegado a su máxima declinación sur y, si todo iba bien, iniciaría su lenta progresión hacia el norte para traer una nueva primavera de promesas y un verano lleno de abundancias.
Las últimas dataciones obtenidas para Newgrange (Condado de Meath, Irlanda), indican que el enorme túmulo y su tumba de corredor se construyó entre el 3.300 y el 2.900 antes de Cristo; esto es, mil años antes que Stonehenge (Reino Unido) y casi medio milenio antes de que los faraones empezaran a enterrarse en las grandes pirámides de Egiptograndes pirámides de Egipto. Los hombres y mujeres que vivían en torno al Valle del Boyne, en el que se han localizado multitud de estos monumentos megalíticos, emplearon más de 40 años en construir esta enorme tumba de 90 metros de diámetro y más de 13 de altura. En la base, justo donde el túmulo entra en contacto con la fértil tierra irlandesa, los constructores neolíticos de Newgrange colocaron enormes piedras talladas con símbolos propiciatorios con las que trataron de atraerse el favor de las fuerzas de la naturaleza.
Un imponente muro blanco realizado con pequeñas piedras de cuarcita mira al sol naciente acentuando la espectacularidad del gran túmulo. Multitud de piedras negras, intercaladas de forma regular, componen una fachada llena de ritmo que sorprende aún hoy. Al iniciar los trabajos de excavación en la década de los 60 del pasado siglo, los arqueólogos se encontraron con los restos del muro blanco que reconstruyeron gracias a la tradición oral de la zona; cuentos y leyendas que hablan del lugar como la tumba de uno de los fiannas (guerreros) más importantes de la mitología céltica, aunque el nombre de Newgrange alude al uso como granero de la tumba durante generaciones. Una fila de menhires rodeaba el montículo aunque se cree que fueron colocados allí más de un milenio después de la construcción del ‘cairn’ por las primeras sociedades de la Edad del Bronce que se asentaron en el lugar.
Entrar entre las enormes rocas que componen la entrada es hacer un viaje al pasado. Las grandes losas crean un angosto pasadizo adintelado que mide más de 18 metros. Nos aconsejan quitarnos las mochilas y enseguida comprendemos por qué. En algunos puntos, el pasillo de enormes bloques apenas nos deja avanzar de costado. Contaron, los primeros que se adentraron en esta ‘cueva’ allá por el siglo XVII, que había que reptar para llegar a la gran sala central. Hoy, es algo más cómodo. El corredor está lleno de extraños símbolos tallados en la roca. Espirales, triángulos, círculos, líneas que forman intrincados meandros... Nadie sabe su significado.
De lo que no cabe ninguna duda es que este corredor orientado al Sureste sirvió para determinar el día exacto del solsticio de invierno y que el sol, lo mismo que en esas islas lejanas y cálidas, jugaba un papel fundamental en la religión de aquellos hombres y mujeres. El corredor se abre a una sala de planta cruciforme cerrada en su pare superior por hiladas sucesivas de piedras que forman una falsa bóveda sellada con arcilla y pequeños guijarros labrados. El silencio es sepulcral. Un sepulcro mágico. En el lugar se encontraron los restos carbonizados de, al menos, cinco individuos. ¿Lugar de encuentro con los antepasados?; ¿tumba de los grandes hombres y mujeres de aquella sociedad lejana?; ¿Lugar de conexión con las fuerzas sobrenaturales a través de los restos de los antiguos sacerdotes?; ¿Sacrificios humanos? Quizás alguna vez lo sepamos.
En todo caso estamos ante una construcción especial. En el Valle del Boyne se han localizado 25 tumbas de corredor y sólo Newgrange tiene esta disposición astronómica. Algunos podrían pensar en que puede ser una curiosa casualidad, pero la precisión con la que sus constructores orientaron el corredor certifica que lo hicieron e manera intencionada. Las palabras de Michael O’Kelly, arqueólogo de la Universidad de Cork que excavó y restauró el monumento en la década de los 60 del siglo XX, después de un 21 de diciembre ilustran la milimétrica precisión con la que los constructores neolíticos orientaron en pasaje: “Exactamente a las 9,54, hora oficial británica -escribió-, el borde superior de la esfera solar apareció en el horizonte; y a las 9,58, el primer rayo de luz directa penetró por la abertura y atravesó la galería, llegando hasta el límite frontero del empedrado de la cámara del fondo. La delgada línea de luz se fue ensanchando hasta convertirse en una franja de 17 cm de anchura, iluminando de manera espectacular la tumba y permitiendo ver con claridad varios detalles de las cámaras, e incluso el techo abovedado, gracias a la luz reflejada en el suelo. A las 10,04, la franja de luz comenzó a estrecharse, y a las 10,15 el rayo directo dejó de incidir en la tumba”.
Entrar en el túmulo de Newgrange ha sido una de las mejores experiencias de nuestro último viaje a Irlanda. La oficina de Patrimonio del gobierno irlandés, que gestiona todos los yacimientos y monumentos de la isla, ha montado un más que aceptable centro de interpretación y un servicio de autobuses que te llevan hasta el propio Newgrange y al cercanos túmulos de Kowth y Dowth. La exposición incluye maquetas del área, reproducciones de los monumentos y dioramas en los que se explica el modo de vida de las poblaciones neolíticas de la zona, el sistema de construcción de los grandes túmulos y el alineamiento astronómico del corredor de Newgrange.
Centro de Visitantes de Brú na Bóinne: Dirección: Donore, condado de Meta; Acceso: Desde M-1 (Dublín-Drogheda) Bus desde Estación de Drogheda; Tel: (+353) 41 988 0300; E-mail: brunaboinne@opw.ie; Horario: noviembre-febrero LD 9.30-17.00, marzo-abril LD 9.00-17.30, mayo LD 9.00-18.30, junio-septiembre LD 9.00-19.00 y octubre LD 9.30-17.30.
Fuente: De nuestro blog Camino a Ítaca