La Isla del Príncipe Eduardo: una guía del hogar de Ana la de Tejas Verdes

Green Gables o Tejas Verdes. Esta granja de la Isla del Príncipe Eduardo inspiró una de las sagas literarias más importantes del siglo XX.

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El Puente Confederación es una de las grandes obras de ingeniería de Canadá. Este viaducto salva una lengua de mar de casi 13 kilómetros uniendo la Isla del Príncipe Eduardo (PEI, como la llaman los locales) con la provincia de Nueva Escocia, en el continente. Una maravilla que no sólo sorprende por su longitud, sino por su capacidad para resistir los rigores del hielo que cubren estas aguas durante los duros inviernos del Atlántico Norte. Hoy, esta enorme pasarela de cemento y acero es la forma más sencilla para cruzar a la isla, pero no la más auténtica. Los transbordadores que unen la isla a ‘tierra firme’ ya no cubren la ruta tradicional, pero llegar a la isla en barco es especial (la compañía Northumberland hace la travesía entre Caribou y Wood Islands y te permite llevar el coche –ver tarifas-) aunque ahora haya que conducir 51 kilómetros hasta Charlottetown, la capital. Pero la llegada a Wood Islands es un prólogo ideal para empezar el viaje: el viejo faro de madera (que hoy compagina su uso náutico con el de monumento histórico y museo); los bancos de arena cubiertos de hierba; los bosques que nos acompañan durante los primeros kilómetros de ruta o la villa histórica de Orwell Corner (una de las más antiguas de la isla). Y después queda la opción del avión, claro está. El Aeropuerto de Charlottetown tiene vuelos directos durante todo el año con Halifax, Toronto y Montreal. Y durante la temporada alta (primavera y verano) se suman Otawa, Hamilton y Calgary. En la terminal tienes oficinas de las principales empresas de alquiler de coches internacionales y locales.

La literatura tiene una relación muy especial con esta parte del mundo. La línea de costa que baja desde estos pagos hasta las inmediaciones de Cape Cod, ya en los Estados Unidos, ha sido escenario recurrente de grandes obras literarias de los últimos dos siglos. Y no es de extrañar. Aquí se forjaron los primeros pasos de grandes naciones y eso tuvo su correlación literaria con obras magnas de la talla de Moby Dick o Capitanes Intrépidos, por poner sólo un par de ejemplos. Y una enorme porción de los que llegan hasta aquí ya conocen buena parte de la geografía de la isla gracias a los libros de Lucy Maud Montgomery. Avonlea no existe. Esta pequeña aldea escenario de las aventuras de Anne Shirley Cuthbert es el alter ego de Cavendish, un puñado de casas de madera junto a la carretera. Lo que si existe es Green Gables (Tejas Verdes), la casa de campo en la que la autora pasó parte de su infancia –allí vivían sus primos- y sirvió de inspiración a la granja en la que una niña huérfana recupera su infancia en una inmortal saga literaria conocida por el nombre de su primer libro: Ana la de Tejas Verdes.

Un nombre que aparece allí y allá por toda la zona en tiendas, cafés, hoteles, librerías… El colmo del uso económico del mito es Avonlea, un curioso centro comercial construido como si fuera un pueblecito de finales del XIX en el que la iglesia es una hamburguesería y las diferentes casas tiendas y restaurantes. Lo único verdaderamente relacionado con la infancia de la autora, y por extensión con la propia Anne es Green Gables (Cavendish Rd, 8619 –Cavendish-; Tel: (+1) 902 963 7874; E-mail: pc.greengables.pc@canada.ca), la preciosa casa de tejado verde en la que residió Montgomery y que hoy es un museo dedicado al personaje literario y a la época en la que se desarrolla la trama. Pero ni Green Gables se salva del acoso de la modernidad mal entendida y lo que fue una granja es hoy un campo de golf que rodea toda la casa. Pero bueno: ahí a dos pasos están Shining Waters, las granjas antiguas y la enorme playa de arenas pardas que sirvieron de inspiración a la autora. De los viejos bosques, en los que había hasta poblados de los micmac, los primeros pobladores de esta parte de Canadá. Hoy, para poder hablar con ellos hay que ir hasta las reservas de Lennox Island (con impresionantes restos del bosque nativo que cubría la isla antes de su sobre explotación agrícola) y Abegweit, dónde puedes visitar un museo sobre la ‘Primera Nación’ que habitó la isla.

UNA VISITA A CHARLOTTETOWN.- Al centro de la capital se la conoce como Victoria Row, un pequeño casco histórico que se concentra en torno a las calles Grafton, Richmond y Sydney. La Casa de la Provincia (Richmond Street, 165; Tel: (+1) 902 566 7050) –lugar en el que se plantó el germen de la Confederación canadiense en una primera reunión celebrada en 1864- ejerce de centro de un barrio en el que hay bastantes construcciones añejas en las que se alternan la piedra, el ladrillo rojo y la madera. Algunos de estos edificios son más que notables, como la propia Casa de la Provincia,  la Catedral de San Dustan o la preciosa Capilla de Todos los Santos de la Catedral de San Pedro –católica-. También abundan los viejos palacetes de madera (los más imponentes son la Casa Beaconsfield –Kent Street, 2- y la Casa del Gobernador –Terry Fox, 1-) y la bonita arquitectura victoriana. Pero prima lo sencillo; como las casitas de madera que se encuentran en barrios como Brighton, al norte de Victoria Park. Aquí no dejes de visitar el Estanque del Hombre Muerto (Dead Man’s Pond), ideal para ver aves y, también, para escuchar viejas historias de fantasmas –habla con algún local, que amablemente te va a contar las historias espeluznantes que tienen este lugar como escenario-.

La ciudad es pequeña y se puede recorrer a pie en poco más de media jornada. Si te interesa la historia puedes darte una vuelta por la Sala de los Fundadores (Prince Street, 6; Tel: (+1) 902 368 4444), un pequeño museo histórico que ocupa el espacio de la antigua estación de tren de la ciudad. Y en el Centro de Arte de la Confederación (Richmond Street, 145; Tel: (+1) 800 565 0278) tienes una colección de artistas locales y exposiciones temporales. Y si lo que te gusta es caminar, pues ahí tienes el Waterfront y las calles cuajadas de bonitas casas. (en el mapa puedes ver los diferentes museos de la capital.

EL PARQUE NACIONAL PRÍNCIPE EDUARDO.- Después de Green Gables, el Parque Nacional Príncipe Eduardo es el segundo de los grandes atractivos de la isla para la mayoría de los viajeros y viajeras que la visitan. Este espacio natural ocupa 22 kilómetros cuadrados de la costa norte y aglutina un mosaico de paisajes que incluyen campos de dunas, marismas, manchas muy bien conservadas de bosque nativo, playas y cantiles. El parque ocupa una estrecha franja de territorio que se encuentra fraccionado en varias porciones. Los imprescindibles son los complejos de dunas y marismas de Greenwich; las inmediaciones del Faro de Covehead Harbour y la costa de Cavendish (la propia Green Gables se considera parte del parque).

RECORRIENDO LA ISLA A TRAVÉS DEL CONFEDERACIÓN TRAIL.- El tren de vapor, un escenario recurrente de los libros de Ana de Tejas Verdes, hace tiempo que dejó de ir y venir entre las diferentes pueblos y ‘ciudades’ de Príncipe Alberto. En la década de los 90, los antiguos corredores ferroviarios fueron removidos y las vías eliminadas. En su lugar quedaron más de 300 kilómetros de senderos y vías ciclistas que recorren buena parte de la isla. La Estación de Elmira, en el extremo este de la isla, se convirtió hace algunas décadas en el Museo del Ferrocarril de Príncipe Eduardo y es una buena parada antes de acercarse a East Point, donde podrás ver uno de los viejos faros históricos que hay por toda la costa isleña; el Parque Provincial Basin Head, una preciosa playa rodeada de bosques, la Reserva Natural de Black Pound (ideal para ver aves acuáticas) o el pueblecito de pescadores de Souris, donde puedes ver viejas casitas de madera al borde del mar. No es mala idea usar el trazado del Confederation Trail como guía para conducir y hacer pequeños tramos a pie.

La antigua red ferroviaria de PEI recorre buena parte de los rincones de la isla. Otra de las viejas estaciones conservadas es la de Kensington, dónde hay otro pequeño museo. Puedes visitarlo camino de Summerside (un precioso pueblo costero con casitas de madera pintadas de colores vivos) y el faro de West Point, una de las muchas luminarias históricas de la costa isleña aunque especial por el entorno: aquí podrás visitar el parque de Cedar Dunes, un curioso campo de dunas cubierto de vegetación que forma un paraje de singular belleza. Otro de los puntos fuertes del ‘interior’ es acercarse a los numerosos centros museísticos y culturales que se reparten por todo Príncipe Eduardo. Muy cerca de Summerside tienes dos buenos ejemplos. En ambos casos son antiguas granjas victorianas restauradas que permiten ver cómo se vivía hace siglos a través del legado de sus antiguos propietarios. En Green Park Shipbuilding Museum (Green Park Road, 360; Tel: (+1) 902 831 7947; E-mail: green_park@gov.pe.ca) podremos visitar la vivienda de un antiguo constructor naval y ver cómo era esta importante industria durante el siglo XIX. Y en Bideford Parsonage Museum (Bideford Road, 784; Tel: (+1) 902 831 3133) –puedes aprovechar si vas hasta North Point- puedes ver otro de los lugares vinculados con la biografía de Lucy Maud Montgomery.

Fotos bajo Licencia CC: Kathy Lovin; Robert Linsdell; Tony Webster; Andrea_44; Martin Cathrae; Robert Cutts; Irena; Nicolas Raymond

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