'Cántabros con Historia' es un blog en el que intentaremos sacar brillo a los logros de todos esos personajes ilustres por cuyas calles paseamos a diario sin tener ni idea de cuáles fueron sus méritos. En los textos que siguen intentaremos trazar la biografía de unos hombres y mujeres que, desde una pequeña tierra en el norte de España, contribuyeron con sus aportaciones al desarrollo de la ciencia, la literatura, la política o el arte. Este blog, patrocinado por la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria, está escrito por el periodista Miguel Ángel Chica y tiene como única pretensión reivindicar su memoria, para que sus nombres permanezcan en el recuerdo. Los estudiantes del Ciclo Formativo de Técnico Superior en Ilustración de la Escuela de Arte número 1 de Puente San Miguel son los encargados de retratar, a través de distintas técnicas pictóricas, a todos los protagonistas.
Jean Leon, nuestro hombre en Hollywood
San Juan de Puerto Rico
San Juan de Puerto RicoEs un hombre con textura de fantasma. Todo resulta confuso. Cada historia acerca de su vida tiene tantas versiones como veces ha sido repetida en las sobremesas de La Scala. Hay verdades a medias, reescritura y mentiras. Es cierto que en Marsella se coló como polizón en la bodega de un barco hacia América -lo había intentado siete veces, lo consiguió a la octava- pero no llegó a Nueva York, como se contó después, porque el barco hizo escala en Puerto Rico. En San Juan consiguió una identidad nueva. Dejó atrás a Ceferino Carrión y vio por primera vez el mundo con los ojos de Jean Leon.
Nadie sabe exactamente cómo ocurrió. Una versión de la historia asegura que le robaron la documentación mientras dormía en el banco de un parque y que aprovechó la desgracia para empezar a vivir con un nombre nuevo. Hay otra versión, mucho más oscura, que incluye un accidente de tráfico y un muerto oportuno. Según el relato más verosímil, proporcionado por su hijo mucho tiempo después, sedujo a una muchacha puertorriqueña que tenía un hermano de su misma edad, y la familia no tuvo inconveniente en proporcionarle un duplicado de la partida de nacimiento de aquel hombre al que no conoció nunca. Los hechos son estos: cuando llegó a Nueva York se llamaba Justo Ramón León y no tuvo problemas para obtener un pasaporte estadounidense.
Jean Leon tenía una sonrisa seductora y maneras de pícaro. No hablaba inglés, pero se las arregló para encontrar trabajo como friegaplatos en el Rockefeller Center. Poco tiempo después el ejército de Estados Unidos lo llamó a filas. Jean Leon narraba con naturalidad su experiencia en la guerra de Corea, de la que había regresado hasta arriba de condecoraciones y convertido en un héroe nacional. Se instaló en Hollywood y empezó a trabajar de taxista. Fue así como conoció a Frank Sinatra. La complicidad entre ambos fue instantánea y Sinatra le consiguió un empleo como camarero en el Villa Capri.
En realidad Jean Leon nunca estuvo en la guerra de Corea. Había abandonado España en 1947 para evitar el reclutamiento y repitió la maniobra en Estados Unidos. Cambió de costa, de vida y de máscara. En el Villa Capri de Sinatra Jean Leon era un camarero que no se parecía a ningún otro camarero: actuaba como si el local le perteneciera. Era el anfitrión perfecto: llamaba a las estrellas del cine por su nombre de pila, servía los platos sin preguntar y sentaba a todo el mundo en el lugar adecuado.
Por aquella época conoció a su primera esposa. Conducía el taxi durante el día, trabajaba para Sinatra durante la noche. Y siempre más historias: Sinatra agredió al amante de la mujer de un amigo / Durante el juicio uno de sus camareros declaró en favor de la coartada de la estrella / Era Jean Leon, que afirmó ante el juez que Sinatra no se había movido del restaurante / Sinatra no olvidó / Trazó planes / Le propuso a Leon abrir un restaurante a medias.
Nuestro hombre en Hollywood meditaba la oferta cuando James Dean empezó a frecuentar el Villa Capri. En la biografía de Leon se mezclan los golpes de suerte y los volantazos del destino. Dean había protagonizado tres películas y era el hombre del momento en Los Ángeles. Jean Leon y James Dean se hicieron amigos. Trazaron planes. El restaurante se llamaría La Scala: nombre de teatro italiano, comida mediterránea, ambiente francés. James Dean se mató en un accidente de coche en 1955. Jean Leon perseveró y abrió el restaurante en 1957. A Sinatra no le gustó la maniobra: abrió su propio local, incluso le buscó un nombre italiano, pero nunca llegó a rivalizar con La Scala.
Jean Leon se pasea orgulloso entre las mesas. Es un hombre amable y un jefe estricto. Los camareros le tienen pánico, las estrellas de Hollywood lo adoran. Las fotografías de la época muestran al último Hollywood clásico, en riguroso blanco y negro. Natalie Wood, Warren Beatty, Liz Taylor, Richard Burton, Orson Welles, Marlon Brando, Paul Newman. Al fondo, como una reliquia, se sienta Clark Gable. Jean Leon hace su trabajo. Sonríe a los clientes. Cuenta historias. Algunas historias resultan más fáciles de contar que otras.
Santander
SantanderEn Jean Leon existía un impulso hacia el desconcierto de los demás. Por eso a unos les aseguraba que era francés y a otros les contaba que era de Puerto Rico. Solo en las sobremesas adecuadas, y ante un público escogido, decía la verdad: que había nacido en una ciudad del norte de España, en una familia de clase trabajadora y simpatías republicanas que había salido entera pero maltrecha de la guerra civil. Describía entonces Santander, las calles bulliciosas, los bombardeos, el mar, la playa, las montañas, la lluvia, los bosques, el espacio donde habitaba su infancia, tan lejos de California.
Cuando Santander se quemó en 1941 Jean Leon tenía 12 años. Quienes le conocieron en Estados Unidos apenas le oyeron hablar del incendio que arrasó la ciudad y redujo a escombros la casa donde vivía con sus padres y sus hermanos. Los Carrión lo perdieron todo y se mudaron a Barcelona. Leon se colocó como planchista en la Pegaso. Su padre y su hermano mayor se enrolaron en un barco mercante que transportaba armas a la Alemania nazi. Un submarino británico hundió el barco. Todos los miembros de la tripulación murieron ahogados.
La tragedia dejó a Leon sin referencias. Mantuvo, sin embargo, el instinto familiar de escapar siempre hacia adelante. Abandonó España a los 19 años. Abandonó Francia a los 21. Abandonó Nueva York a los 24. Nadie en su familia volvió a saber nada de él hasta que en 1963 regresó a España para negociar la compra de unos viñedos en el Penedés. Llamó a casa por sorpresa para avisar de que pasaría unos días en Barcelona. Se identificó como Ceferino. Su madre, sus hermanas y sus sobrinos acudieron a recibirlo a la estación de Francia. Jean Leon bajó del tren repartiendo regalos y propinas. Venía acompañado de su mujer y sus hijos estadounidenses. Era un hombre rico, una estrella de Hollywood.
Hollywood
HollywoodLa Scala prosperó durante 20 años. En un documental estrenado recientemente (3055 Jean Leon, el 3055 hace referencia al número de licencia del taxi que condujo Ceferino Carrión durante sus primeros años en Los Ángeles) antiguos empleados y estrellas de cine analizaban las razones del éxito de Leon; todos coincidían en que La Scala se sostenía sobre el talento para las relaciones públicas de su dueño. Durante dos décadas fue el lugar adonde iba uno si quería encontrar a la gente que importaba en el negocio del cine.
Los platos de la carta llevaban el nombre de los actores del momento: el pollo a la Dean Martin, la granadina de buey a lo Paul Newman, los scalopini Sal Mineo, los fettuccini a la Marilyn. El nombre de Marilyn quedó ligado para siempre a La Scala a través de una de esas historias enrevesadas que abundan en la biografía de Jean Leon. Según la versión autorizada, Marilyn Monroe llamó a La Scala el 4 de agosto de 1962 para pedir la cena y Leon se presentó en su domicilio con unos fettuccini. Unas horas después la actriz fue encontrada muerta en su dormitorio. De esta forma Leon se presentaba a sí mismo como una de las últimas personas, quizá la última, que había visto con vida a la estrella.
Los testimonios posteriores dudan de la escena que recordaba Leon. La mayoría de sus colaboradores coinciden en señalar que, en efecto, Marilyn Monroe encargó comida en La Scala, pero descartan que su jefe le llevara la cena a casa. Otros afirman que Marilyn no encargó nada porque comió esa noche en La Scala. ¿Cómo podemos saber si Leon era un mentiroso compulsivo o simplemente reelaboraba sus recuerdos para hacer literatura? No podemos.
La muerte de Marilyn fue el prólogo de la decadencia del Hollywood clásico. En los años setenta los grandes estudios entraron en crisis, las estrellas se pasaban a la televisión y una generación de directores jóvenes estaba a punto de cambiarlo todo para siempre. Jean Leon ya no reconocía Hollywood, pero se negó a añorar algo que ya no existía y encontró un nuevo proyecto que le permitiría pasar largas temporadas fuera de California.
Compró un viñedo en Torrelavit, en el Penedés, y escandalizó a toda la comarca cuando decidió arrancar las viñas locales para plantar en su lugar cepas de caubernet sauvignon que introdujo de manera ilegal desde Francia. Fue un viticultor autodidacta, pero se las arregló para tomar todas las decisiones correctas.
En 1981 Ronald Reagan escogió un vino de la bodega de Leon para su banquete de investidura, y en 1993 la revista Wine eligió su caubernet sauvignon de 1983 como uno de los diez mejores vinos del mundo. Hoy la marca Jean Leon es una referencia en el mercado estadounidense y se exporta a todo el planeta.
Phuket
PhuketA principios de los años noventa Leon decidió exiliarse de manera voluntaria en Tailandia. Quiso construir una versión paradisíaca de La Scala en Phuket y recorrió la ciudad buscando locales que encajaran con su proyecto. Cuando encontró el lugar adecuado el tiempo le saltó encima. Al Jean Leon de los últimos años en el Índico, delgado, bronceado, pelo gris, se le recuerda al teléfono, gestionando sus negocios, siempre rodeado de mujeres.
Murió en Los Ángeles, en 1996, a los 68 años, a causa de un tumor que le dejó sin voz durante los últimos meses de su vida. El gran fabulador se fue del mundo sin pronunciar palabra. Cultivó una imagen de dandi despreocupado, quiso ser actor, y en algún momento de su juventud soñó con su nombre en letras gigantes sobre las marquesinas de los cines de Estados Unidos. Cuando supo que no lo conseguiría mutó en Jean Leon para acercarse tanto como fuera posible a las estrellas.
En el año 2004 el Ayuntamiento de Santander dio su nombre a una de las calles de la ciudad. Sus hijos estuvieron presentes en el acto y agradecieron el homenaje con acento estadounidense. Más de dos décadas después de su muerte Jean Leon sigue siendo un personaje envuelto en misterio. Su historia entronca con la tradición estadounidense del hombre hecho a sí mismo que triunfa apostando contra las posibilidades, pero con Leon siempre hay demasiadas cosas que no terminan de encajar en la trama. No importa. Sabemos esto: cuando Ceferino Carrión decidió inventar a Jean Leon, una noche en Puerto Rico, creó un personaje inolvidable.
San Juan de Puerto Rico
San Juan de Puerto RicoEs un hombre con textura de fantasma. Todo resulta confuso. Cada historia acerca de su vida tiene tantas versiones como veces ha sido repetida en las sobremesas de La Scala. Hay verdades a medias, reescritura y mentiras. Es cierto que en Marsella se coló como polizón en la bodega de un barco hacia América -lo había intentado siete veces, lo consiguió a la octava- pero no llegó a Nueva York, como se contó después, porque el barco hizo escala en Puerto Rico. En San Juan consiguió una identidad nueva. Dejó atrás a Ceferino Carrión y vio por primera vez el mundo con los ojos de Jean Leon.