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Matilde Camus, una voz en el tiempo

Los primeros cincuenta años se escriben de manera lineal. A partir de entonces, el tiempo empieza a girar sobre sí mismo y se ensancha. Matilde Camus supo de su vocación poética cuando era una adolescente de camino a las clases de Gerardo Diego en el instituto Santa Clara de Santander, pero sus versos, multiplicados una y otra vez en la oscuridad durante medio siglo, no vieron la luz hasta 1969. Para titular aquel primer libro le bastó un sustantivo en plural, 'Voces'. Fue el inicio de una bibliografía extensa que cruzó los restos del siglo XX durante cuatro décadas de vida literaria. Casi un libro por año. Todos concebidos en las habitaciones de una vida familiar tranquila en una casa de Cueto.

Aurora Matilde Gómez Camus nació en Santander en 1919. Huérfana desde los 28 días de vida por las complicaciones de un parto que arrastró lejos del mundo a su madre. Criada en un hogar donde el sol brilló siempre velado por una nube de tristeza. Rodeada por unas montañas de laderas verdes que quiso atrapar una y otra vez en sus poemas. Porque ningún territorio pide más poesía que la infancia. A Matilde Camus la educó su ama de llaves mientras su padre hacía guardias nocturnas en una farmacia de la cuesta de la Atalaya.

Santander es una pequeña capital de provincias con salida a un mar que le ensancha el horizonte. A Matilde Camus la ciudad de su niñez le bastó para vivir una vida que se fue más allá de los noventa años. En Cueto, donde hoy hay un museo que lleva su nombre, la niña que sería poeta esperaba al padre que volvía a casa con ojeras y un olor a fórmulas magistrales impregnado en la ropa.

La Primera Guerra Mundial era un recuerdo. El padre de Matilde Camus abrió una droguería en la Plaza de La Esperanza para poder pasar más tiempo con su hija. España se dejó arrastrar a los brazos de un dictador. Los jóvenes que no tenían dinero para evitar el reclutamiento eran enviados a Marruecos para morir en una guerra colonial absurda. Eran los años 20 y Matilde Camus asistía al colegio de San José.

En las páginas de un cuaderno escolar trazó sus primeros poemas adolescentes. Por ellos transitan los recuerdos que nunca tuvo de su madre. La amable figura paterna. El mar, las montañas. Los primeros intentos de amor, que los jóvenes confunden. El país se hacía pedazos en las manos de Primo de Rivera. Matilde Camus iba al instituto.

En las aulas del Santa Clara la aspirante a escritora destacaba en las clases de Lengua y Literatura que impartía Gerardo Diego. Matilde Camus se sienta a observar desde un pupitre en primera fila a la Generación del 27. La amistad con Diego -que con el paso de los años se convertirá en materia de estudio de la asignatura que enseña- le durará toda la vida. El futuro Premio Cervantes tutelará los primeros pasos literarios de la escritora. Cuando Diego murió, en 1987, Matilde Camus escribió: Gira en tu honor la rueda de la vida. / Por tí asciende mi son, en su crecida, / devanada de versos mi garganta.

En julio de 1936 la Guerra Civil entró en escena para cambiarlo todo. Los jóvenes reventaban en el frente, a los viejos se los llevaba la pena, los niños nacían con un hambre perpetua, el país se preparaba para doblar una esquina que ocultaba cuarenta años de dictadura y, en Santander, durante el julio del alzamiento militar, Matilde Camus se enamoraba de un estudiante madrileño de vacaciones. Se llamaba Justo Guisández.

A Guisández lo nombraron durante la guerra delegado de prensa del Sindicato Español Universitario en Badajoz. Fue él quien ofreció a Camus la posibilidad de publicar sus primeros artículos en prensa. Empezó en el Hoy de Badajoz, firmando como Matty, y desarrolló una extensa carrera como articulista. Escribió en Alerta, en El Diario Montañés, en La Gaceta del Norte, en la Hoja de Castro. En casi dos decenas de medios cántabros. También en el Orizzonte di Gloria de Nápoles, en el Galia-Hispania francés o en La Montaña de México.

Camus y Guisández se casaron en Santander en 1943 y se instalaron en la ciudad. Tuvieron cuatro hijos. Durante veinte años, Matilde Camus siguió adelante con su vida en línea recta de ciudad de provincias. Siempre cerca de los antiguos cuadernos escolares donde escribía poemas que nunca tuvieron vida propia fuera del círculo familiar y las amistades literarias.

La muerte de su padre en 1965 abrió un periodo nuevo en la vida de Camus. Se convirtió en una presencia común en el Ateneo de Santander, cuya sección de Literatura llegaría a presidir con los años. Frecuentó tertulias literarias y limpió el polvo a sus viejos poemas. Corrigió, reescribió, reinterpretó. Y los poemas salieron a ver mundo. Por primera vez en su vida, Matilde Camus se enfrentó a la crítica y a las opiniones extrañas durante lecturas en público. Analizó el trabajo de medio siglo de escritura y se juzgó preparada.

Durante meses se dedicó a la composición de su primer libro de poemas. Y en 1969 publicó 'Voces'. Escogió como nombre literario el apellido de su madre. 'Voces' se preparó casi de manera artesanal, dentro del círculo de confianza de la escritora. Su marido dibujó la isla de Mouro para la portada del libro. Gerardo Diego redactó el prólogo y promovió la obra. Desde ese momento la vida de Matilde Camus ya no puede entenderse sin la literatura. 

Publicó más de treinta poemarios en los cuarenta y dos años que siguieron a la aparición de 'Voces'. 'Manantial de amor', 'Bestiario poético', 'Templo del alba', 'Corcel en el tiempo', 'Perfiles', 'He seguido tus huellas', 'Sin alcanzar la luz', 'El color de mi cristal'. Camus trabajó sin descanso. Fue eso que se define como una escritora de madrugada. Una poesía pegada a su época, a los lugares donde pasó toda su vida. Sonetos que describen el paisaje del tiempo perdido. He nacido al frescor de tierra verde. / He sentido en mi entraña el latigazo / del mar gris, de su vivo maretazo / que lame nuestras costas o las muerde. El amor que condena y que salva. He creído soñar de tanta dicha / viendo que mis arterias se me pierden / y creyendo morir, junto a tu pecho, / la muerte he bendecido una y mil veces. Silvas que recuerdan al padre. Yo quisiera elevarme, de puntillas, / hasta llegar a verte. / Y quisiera subirme en las agujas / de los altos cipreses.

Fuera de la poesía, Matilde Camus destacó como investigadora de costumbres e historiadora. Su trabajo quedó recogido en una decena de ensayos. Publicó cuatro volúmenes en los que se acercó a la historia de Cueto, San Román, Monte y Astillero. Rescató las viejos relatos de los indianos. Contó la historia del cementerio protestante de Santander. Rescató la memoria de Peñacastillo y Fontibre.

En 2005 publicó su último libro de poemas. Tenía ochenta y cinco años. Tomó una frase de Hamlet, cuando Hamlet, junto a los muros del castillo que fue de su padre, sopesa en las manos la calavera de Yorick el bufón y se pregunta si vivir, soñar y morir no son acaso la mismo cosa. Camus cambió el último infinitivo para titular con más optimismo su despedida: “Vivir, soñar, sentir”. Ese mismo año, Cueto inauguró un museo dedicado a su figura. Vivir, soñar, sentir. Matilde Camus recibió, antes de despedirse, el homenaje del pueblo en el que había pasado toda su vida.

Murió el 28 de abril de 2012, a los noventa y dos años. Justo Guisández, el hombre que la acompañó desde los diecisiete años y con el que se casó a los veinticuatro, había muerto veinte días antes. Seguiré deshojando flores nuevas / con la imaginación y el sentimiento / aunque todos los pétalos caídos / se conviertan en nada. Lo escribió Matilde Camus, en algún momento, cuando la vida ya no avanzaba en una única dirección.

Los primeros cincuenta años se escriben de manera lineal. A partir de entonces, el tiempo empieza a girar sobre sí mismo y se ensancha. Matilde Camus supo de su vocación poética cuando era una adolescente de camino a las clases de Gerardo Diego en el instituto Santa Clara de Santander, pero sus versos, multiplicados una y otra vez en la oscuridad durante medio siglo, no vieron la luz hasta 1969. Para titular aquel primer libro le bastó un sustantivo en plural, 'Voces'. Fue el inicio de una bibliografía extensa que cruzó los restos del siglo XX durante cuatro décadas de vida literaria. Casi un libro por año. Todos concebidos en las habitaciones de una vida familiar tranquila en una casa de Cueto.

Aurora Matilde Gómez Camus nació en Santander en 1919. Huérfana desde los 28 días de vida por las complicaciones de un parto que arrastró lejos del mundo a su madre. Criada en un hogar donde el sol brilló siempre velado por una nube de tristeza. Rodeada por unas montañas de laderas verdes que quiso atrapar una y otra vez en sus poemas. Porque ningún territorio pide más poesía que la infancia. A Matilde Camus la educó su ama de llaves mientras su padre hacía guardias nocturnas en una farmacia de la cuesta de la Atalaya.