Consuelo Gutiérrez, directora de Igualdad y Mujer en Cantabria, es una abolicionista convencida de la prostitución. Su formación como psicóloga clínica y su trayectoria previa en Instituciones Penitenciaras y en la Delegación de Gobierno como jefa de la Unidad de Coordinación contra la Violencia sobre la Mujer no la han hecho más que reafirmarse con el tiempo en que no caben medias tintas con la prostitución y discrepa profundamente de la vía legalizadora, porque “es un gran bulo decir que hay mujeres que eligen la prostitución de forma libre y consciente”. En este contexto apoya la reciente resolución de la Consejería de Sanidad que ordena el cierre de prostíbulos, pero cree que el problema de fondo es de índole legal: prohibir la explotación sexual de la mujer. Desde su cargo asiste a la evolución de los acontecimientos y, aunque aún es pronto para analizarlo, considera que el dispositivo, tanto institucional como de ONG, para acoger a mujeres que quieran abandonar la prostitución está listo para dar respuesta. La pandemia de la COVID-19 ha permitido dar un paso en la lucha en la liberación de las mujeres explotadas, pero también, considera, ha agrandado un problema de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres al desatar una crisis en los cuidados de la sociedad. La brecha de género, en todos los ámbitos, se está profundizando por lo que “la reconstrucción, después de la pandemia, debe tener una perspectiva de género porque está muy vinculada a la economía de los cuidados”.
La Consejería de Sanidad de Cantabria acaba de dictar una resolución en la que se decreta el cierre de los prostíbulos. ¿Hasta qué punto es una medida de aplicación práctica?
Es muy incongruente regular las distancias entre camareros y clientes, habilitar mesas en las pistas de baile y que no se mirase esa realidad cuya 'actividad' choca contra cualquier medida de salud pública y personal. Cerrar los prostíbulos es un pequeño paso de un largo recorrido para que las mujeres explotadas asuman que no es una vida digna, de que es posible otra vida.
¿No es un brindis al sol, entonces?
Espero que no. Si Castilla-La Mancha, Valencia y Extremadura lo han hecho es que hay un debate público sobre qué sentido tiene hacer la vista gorda y que debe desaparecer esta explotación.
Como dice usted, es un paso en un largo recorrido.
El paso definitivo se dará cuando haya una legislación nacional que prohíba, condene y limite el comercio sexual. Hay ya un anteproyecto de Ley de la Libertad Sexual y otro sobre la Ley contra la Trata de personas y la Explotación Sexual. Y hay dos grandes líneas de trabajo: la regulación penal que sancione, persiga y condene comportamientos; y un trabajo en Igualdad, ya que la prostitución es uno de los mayores ejemplos en que la desigualdad es más brutal.
¿Disponen ya de datos de la aplicación de la resolución de Sanidad?
Todavía no. El Ministerio, las autonomías y el Poder Judicial hace tiempo que trabajan contra el tráfico de seres humanos y la explotación sexual. No solo persiguen el delito, sino que protegen a las víctimas. Hay un protocolo que está coordinado por la Fiscalía. El trabajo se aborda desde el punto de vista de la explotación, aunque es muy difícil que las mujeres prostituidas quieran colaborar y poder demostrarlo para que haya un procedimiento penal: la mayoría queda fuera.
¿Qué es lo que hace falta?
Hace falta regularlo más. Aquí, en Cantabria, se trabaja desde hace años. La ventaja de Cantabria es que cuenta con una Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género, que tiene un concepto de la violencia contra las mujeres amplio y recoge la prostitución como una forma de violencia sexual. Desde un punto de vista asistencial, ya estamos preparados. Contamos con dispositivos de acogida y atención psicosocial. De hecho ya hemos recibido a alguna mujer.
¿La pandemia no altera los planes en este sentido?
Desde el confinamientos tenemos los dispositivos preparados, hemos ampliado los recursos habituales según el número de personas. Las casas de acogida y para emergencias están ahora al 50%, pero en el estado de alarma llegaron a estar al 100%, así que abordamos una ampliación de plazas, que están ahí. Estamos preparados para recibirlas y no hay lista de espera.
¿Colaboran con otras organizaciones?
Hay dos tipos de redes. Una es la que establecen asociaciones y ONG con dispositivos de acogida y asistencia. Reciben subvención del Ministerio de Igualdad para favorecer que se cree una red nacional y sea el Gobierno central el que genere los traslados. También hay una red formal, con protocolos de coordinación entre comunidades. Los puntos de entrada a esta red son los centros sanitarios y también está el teléfono 942 21 41 41. Se recibe inmediatamente en los tres centros de que disponemos (Santander, Torrelavega y Laredo), mañana y tarde. Se las evalúa y se les dirige a una casa de acogida. También se analiza su estado de salud y psicológico, y también, porque hay casos en que tienen algún trabajo, su situación laboral y de formación. Gestionamos además algún tipo de ayuda económica, como la Renta Social Básica y las ayudas al alquiler del Gobierno de Cantabria, y tenemos en cuenta si tienen menores y dependientes a su cargo.
¿Qué se encuentra una mujer que acude a ustedes a pedir ayuda?
Encuentran un lugar digno para vivir y sus necesidades primarias cubiertas. A partir de ahí se trabaja de forma individual para tener un conocimiento amplio de la realidad. Vienen con carencias distintas y las hay en situación irregular por lo que les abrimos un período de reflexión por si quieren o no colaborar. En cuanto a su seguridad, si necesitan protección judicial y policial les ofrecemos la posibilidad de hacer una denuncia. Queremos, primero, apartarlas de ese mundo y no darles una ayuda que pueda estar gestionada por proxenetas; y también queremos hacer que tengan una vida más saludable, romper el mito de la voluntariedad y hacer pensar en la desigualdad de oportunidades. Pretendemos dar una respuesta para que salgan de una vida donde son explotadas a una vida de mayor dignidad y bienestar tanto para ellas como para sus familias.
Habla de colaboración, ¿en qué consiste?
Identificando las redes de explotación. Es muy difícil, pero si es necesario que tengan protección policial, es importante que haya colaboración con la Policía. Si no, no se puede proteger lo que no se conoce.
¿Qué movimientos están detectando en el sector de la prostitución tras la resolución de cierre?
Hay tres contextos en los que se ejerce la explotación: los clubes, la calle y los domicilios particulares. ¿A dónde se dirige? Hacia los domicilios particulares porque no hay una legislación que aborde el núcleo del problema, es decir, el comercio sexual, independientemente del lugar en que se ejerza.
¿Cómo se está haciendo cumplir la resolución?
Las Inspección de Trabajo y la Policía acuden a los clubes, lo que hace que el abordaje administrativo sea más eficaz. Aquí necesitamos una mayor implicación de los municipios para que controlen los clubes que están abiertos con licencias cuya normativa no cumplen.
¿Y la prostitución en domicilios?
Es otra línea. Alguna vez se ha conseguido autorización judicial, pero el domicilio es uno de los derechos más inviolables del ciudadano y no hay una legislación que aborde el núcleo que es la explotación, independientemente del lugar. Ha habido quejas de comunidades de vecinos que han permitido intervenir desde lo que contempla el Código Civil y la Ley de Propiedad Horizontal. En la resolución (de Sanidad) se habla de prostíbulos independientemente de la licencia con que operen. Si se demuestra que se ejerce en un domicilio, por una denuncia de la comunidad de vecinos, por ejemplo, hay instrumentos legales para actuar.
¿Y la prostitución callejera?
Es la más visible, pero en Cantabria es escasa. La mayoría de la explotación sexual de las mujeres es en los domicilios.
¿Una medida así no puede producir un efecto de traslado de mujeres explotadas a otros territorios?
Lo bueno es que nosotros no somos los únicos (que han decretado el cierre). Hay un efecto dominó para que todas las autonomías lo aborden y se aborde también a nivel internacional entre países. En un contexto de globalización la respuesta ha de ser también global, pero no debemos pararnos a la espera de que ocurra.
¿Ese movimiento de mujeres explotadas puede ser a la inversa?
Hace tiempo que recibimos a mujeres de otras autonomías por motivos de seguridad.
Estereotipo cultural
Pueden cerrarse los burdeles y perseguirse en otros ámbitos pero más difícil parece acabar con la prostitución en sí y esa ley del silencio consentidora que planea sobre ella.
Hay que hacer entender a la sociedad que el deseo de los varones de cosificar a las mujeres tiene que cambiar. Hay que acabar con la aceptación de que el cuerpo de las mujeres puede ser comprado, que el deseo sexual y de poder de los hombres ha de quedar satisfecho. Hay una versión estereotipada de la necesidad de los varones. Estudios científicos dicen que el deseo sexual, el deseo de poseer el cuerpo de una mujer, de comprarle, es absolutamente cultural y no está basado en nada biológico.
¿Cómo puede reproducirse ese patrón cultural en jóvenes nacidos en sociedades más abiertas y culturalmente más críticas? ¿No supone un fracaso educativo en toda regla?
La prostitución desde los años 80 ha cambiado. Se transformó de un acto más individual, como era antes, a una industria y un comercio. Se calcula que esta industria del tráfico de personas para su explotación sexual supera ahora mismo en ganancias al tráfico de armas. Esa industria es la que se preocupa también de tener su propio marketing y de seguir incidiendo en que el cuerpo de las mujeres es un objeto. Es un círculo vicioso en donde los jóvenes se educan en una pornografía que forma parte de la misma industria del sexo, que tiene tales ganancias que lanza una 'educación' a nuestros jóvenes que nosotros, como instituciones, no reaccionamos rápidamente para contrarrestar. Los jóvenes son 'educados' en el consumo del cuerpo de las mujeres, pero con más trampas, como si fuera más traicionera, en el sentido de que esa industria lanza la idea de la libertad de elección por parte de las mujeres. Y ese es el gran bulo. Hay dos bulos. Uno: que el deseo sexual de los hombres es irrefrenable y tiene que ser satisfecho. Y dos: Las mujeres que eligen esta forma de vida lo hacen de forma libre y consciente.
Hay dos bulos. Uno: que el deseo sexual de los hombres es irrefrenable y tiene que ser satisfecho. Y dos: Las mujeres que eligen esta forma de vida lo hacen de forma libre y consciente
Hay un debate precisamente sobre eso entre abolicionismo y defensa de la legalización de la prostitución.
Hay una polémica, por supuesto.
¿Y qué piensa cuando oye que prohibir atenta contra la libertad?
Luchar contra el comercio sexual y la explotación de las personas claro que tiene que atentar cuando esa libertad es realmente engañosa, es decir, la mayoría de las mujeres que están ahí son mujeres que no vienen de la misma igualdad de oportunidades. Es cierto que hay un colectivo o una corriente de opinión desde movimientos progresistas que intenta lo mismo que las abolicionistas intentamos: proteger a estas mujeres. El fin último es el mismo. ¿Qué ocurre? Que hay quienes opinamos que hay que ir a la raíz y atajar la situación y otros colectivos que consideran que lo que hay que hacer es proteger a estas mujeres dotándolas de derechos. Lo que no termino de ver es que esos derechos tengan que ver en un contexto de desigualdad y en un contexto de explotación. De hecho, la alcaldesa de Ámsterdam, que en su momento fue defensora de las aparentes libertades de las mujeres, ha visto cómo después de 15 o 20 años las mafias de los proxenetas se han instalado con mayor facilidad y libertad y seguimos viendo a mujeres expuestas en un escaparate como si fueran monos de feria, lo que alimenta la industria sexual y, lo que es más triste, la industria turística.
Usted se declara abolicionista.
No se puede legalizar algo que atenta contra la libertad humana. No es un trabajo. Ningún sindicato, ninguna organización de trabajo, aceptaría los riesgos de salud física y mental que tiene un trabajador en esas condiciones. Veríamos con horror que las personas vendieran una córnea, un riñón, un pulmón... porque, ¿quién lo vendería? ¿Las personas que tienen una vida con sus necesidades básicas cubiertas? Pues no. Y veríamos con horror que se pudiera comerciar con partes del cuerpo, pero no vemos con horror que se pueda comerciar con un cuerpo entero.
Ahí entran en juego los poderes públicos poniendo límites a lo que se entiende como libertad.
Ninguna autoridad en un estado democrático permitiría una actividad en la que las personas tuvieran sufrimiento físico y mental.
Pandemia e igualdad
¿Cómo ha afectado la pandemia a la igualdad de oportunidades?
La pandemia lo que ha puesto sobre la mesa es que actualmente tenemos una crisis de salud, económica y también social por un motivo: porque es una crisis de cuidados. Es el cuidado a las personas lo que está experimentando un terremoto porque ha aparecido un virus que ha hecho tambalear todo esto. ¿Qué es lo que aparece? Que los cuidados son esenciales en la sociedad y que los cuidados de las personas y de la salud son la base para que el resto de las actividades, de la economía, se pongan en marcha. Con la pandemia vemos que nuestro sistema de cuidados estaba frágil. Lo está en una parte muy importante como el cuidado de las personas mayores, también el cuidado de los niños en casa y también que el cuidado de las situaciones sanitarias recae en la mujer. Por lo tanto, la pandemia ha afectado de lleno a las mujeres, porque sobre las mujeres, por estereotipos y por cómo está organizada la sociedad, recae el grueso de los cuidados.
La pandemia ha afectado de lleno a las mujeres, porque sobre las mujeres, por esteriotipos y por cómo está organizada la sociedad, recae el grueso de los cuidados
La pandemia ha agrandado más la brecha de género, entonces.
Al no haber unos cuidados formales sólidos, donde recae el cuidado es en las mujeres, que no solo han asumido en la crisis los cuidados formales, sino también los informales. Así, nos encontramos que las brechas de género siguen existiendo. Por ejemplo, si analizamos los trabajos científicos que han publicado las mujeres y los hombres durante el confinamiento vemos que los de los hombres han subido un 5% y los de las mujeres bajado un 14%. Las mujeres seguimos soportando los cuidados y cuando son de tipo informal desplazan otro tipo de actividades, de ocio y de cuidado de uno mismo. La reconstrucción después de la pandemia debe tener una perspectiva de género porque está muy vinculada a la economía de los cuidados.
¿Disponen ya de datos?
El núcleo de todo esto es la conciliación de las actividades informales con las actividades laborales. Antes existía una brecha salarial porque las mujeres tenían que conciliar; en el momento en que esos cuidados aumentan disminuye el tiempo disponible para lo laboral. Todavía es pronto y tenemos que esperar los datos para ver cómo evoluciona, pero parece que esa brecha va a aumentar. La economía de los cuidados debiera ser uno de los pilares de reconstrucción esenciales, el cuidado de la vida y el cuidado del entorno para que sean más saludables e igualitarios.