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“La cultura sí es el espejo del alma”

Lara Siscar Peiró (Gandía, Valencia, 1977), es conocida por su trabajo como presentadora de informativos en TVE. Acostumbrada a contar como periodista qué pasa en el mundo real, intenta ahora interpretar y entender como escritora el mundo a través de la ficción. 'La vigilante del Louvre' (Plaza & Janes) es su primera novela. El libro cuenta la historia de tres mujeres cuyas vidas se encuentran enigmáticamente unidas a uno de los cuadros más controvertidos de la historia: 'El origen del mundo', de Gustave Coubert. Lara Siscar presentará su novela este viernes 27 de noviembre a las 19.30 en la Librería Gil de Santander. 

La novela pivota alrededor de tres mujeres que tratan de encontrar su identidad y un cuadro que durante más de un siglo permaneció oculto debido a que mostraba el sexo de una mujer. ¿Ha querido, de esta forma, hacer una reivindicación de un mundo femenino que tiene dificultades para mostrarse?

No era la intención primera. No pretendía hacer una novela reivindicativa ni feminista. Tan sólo quise explicar la historia de tres mujeres cercanas, reales. Decidí centrarme en tres personajes femeninos porque la relación que podían establecer con 'El origen del mundo' de Courbet me parecía más compleja, menos obvia, que si se trataba de tres hombres. Ha resultado reivindicativa porque, efectivamente, hay aún bastante por reivindicar aunque yo sólo pretendía jugar con la realidad.

El arte, en este caso el cuadro 'El origen del mundo' de Coubert, es el desencadenante de un proceso de reflexión, convulsión y transformación de las protagonistas de la novela. Parece que también intentara trasladar al lector que la cultura es ese lugar por el que hay que pasar para hallar la propia identidad. ¿Es así?

Desde luego. Todos nosotros somos lo que culturalmente consumimos. El arte nos obliga a dialogar con nosotros mismos de un modo tan eficiente como lo haría un psicólogo. Por las creaciones artísticas que disfrutamos, también se nos conoce. Qué nos despierta interés, qué nos aburre, qué nos escandaliza… dice tanto de nosotros como una biografía pero de un modo más sutil y menos manipulable. Nadie se preocupa por disimular sus gustos artísticos y, a través de ellos, nos mostramos como somos. Sin engaños. La cultura sí es el espejo del alma.

En el libro hay tres protagonistas pero una de ellas, Diana, tiene un papel más importante que las otras dos, de hecho es la que abre y cierra el libro... ¿Era algo premeditado o su historia se fue imponiendo a las de los otros personajes?

Fue premeditado. Absolutamente. Diana fue la primera en nacer y después aparecieron Isabelle y Claudette. Diana es el personaje central porque es la que lleva una vida más estándar, más próxima a la que podría ser la cualquiera de nosotras o nosotros, a la una vecina, a la de un amigo. Y fíjate que alterno el género porque esa existencia básicamente neutra que favorece la explosión interna que provoca en Diana 'El origen del mundo' es algo que todos, o casi todos, hemos acarreado aunque sólo fuese en un momento dado.

La novela aborda el tema de la insatisfacción dentro de la pareja, cuando el amor ya no existe pero el miedo, la culpa y la conveniencia empujan a las mujeres a vivir unas vidas que ya no desean. ¿Cree que este panorama es frecuente hoy en día? 

Lo es. Y no sólo en las mujeres. Como apuntaba en la pregunta anterior ese tipo de amores que más que buenos acompañantes son unas malas muletas son muy habituales. Algunos por el paso del tiempo, otros por una mala elección de pareja e incluso los hay que desde el primer momento apuntan malas maneras, que no debieron empezar, que responden al muy humano miedo a la soledad. Lo de “se nos acabó el amor” es bastante habitual. Y la pena es que a veces ni siquiera fue “de tanto usarlo”.

Otro aspecto destacado de la novela son los secretos que las mujeres guardan y que no comparten, el-yo-que-no-se-muestra arroja a estas mujeres a la peor de las soledades. ¿Cuál es la salida para ellas?

Aceptarse primero y ante todo. Aceptarse aún a riesgo de quedarse solas. Aceptarse de verdad porque así desaparecen mucho miedos, entre ellos el de quedarse solas. Y no porque pensemos que una vez en paz con una misma será el momento de iniciar una saludable vida en pareja, sino porque una vez en paz con una misma lo de tener o no una pareja simplemente deja de ser un problema. Porque a veces, la pareja, una buena, simplemente no llega. Eso es cuestión de suerte. Y no hay que dejar la felicidad de uno a la suerte.

El ridículo y la vergüenza al que se exponen sus personajes cuando intentan ser quienes son es otro de los aspectos que llama la atención en el libro. ¿Para poder ser quien se quiere ser hay que olvidarse de lo que los demás esperan o piensan de nosotros?

Por supuesto. Se deja de disfrutar cuando uno está siempre pendiente del juicio de los demás. Y sí, cuando uno se deja ir a veces hace el ridículo. A veces se equivoca. A veces se precipita. Y en esas ocasiones el juicio de los otros puede ser duro. Pero más de uno de los que juzga desearía, en un momento dado, haberse atrevido, haberse lanzado, haberse precipitado hacia algo. Y… ¿sabes qué? Que a veces se gana. Más veces se gana. Y eso ayuda a relativizar las ocasiones del tropiezo. Hasta dejarlas reducidas a la nada.

La novela se narra siempre en primera persona y conviven las voces de las tres protagonistas. Sus historias, que al principio parecen independientes, avanzan y poco a poco se van entrelazando. La técnica me ha recordado a algunas novelas de Milan Kundera, al que precisamente cita en el libro. ¿Hay alguna relación? ¿Qué autores le han influido?

Seguramente hay mucha relación, pero no es buscada. Sin embargo la influencia es eso, claro, que sin darte cuenta lo que tú haces recuerde a algo. Seguramente también habrá trazos de Thomas Bernhard, a quien admiro profundamente por su inimitable estilo, por su música en la escritura, por su capacidad de repetir la forma constantemente y resultar siempre tan original. Y a Alice Munro, que hace magia cuando se para a observar, a describir, a narrar sobre las pequeñas cosas. O eso querría yo, que hubiese trazos de todos ellos en mi libro.

Su rostro es conocido como presentadora de informativos en RTVE. ¿Es más irreal el mundo que se cuenta en las noticias o el mundo que se muestra en una novela?

El mundo que se muestra en la novela de ficción, como la mía, es más irreal. Mi naturaleza de periodista no me deja verlo de otro modo. Una cosa es el mundo de la ficción y otra cosa es el de verdad. Aunque también estoy convencida de que el mundo que se cuenta en las noticias es más segmentado, menos completo. No cabe tanto contexto en las noticias. El mundo que se muestra en la novela es más irreal pero se entiende mejor. El de las noticias se muestra sólo a trozos. Y el de verdad no voy a calificarlo, pero está hecho un asco.

¿Cómo ha sido el salto del lenguaje periodístico al literario?

Yo lo he vivido de un modo muy natural. Son muchos los periodistas que en un momento u otro se lanzan a la narración más extensa de un libro, sea ficción o no. En mi caso la ficción me permite hablar de lo que quiero y como quiero. No hay límite de expresión en la ficción y sinceramente… de tanto hablar de lo que hacen otros me entraron ganas de hacer algo yo. O en su defecto, de inventarlo.

'La vigilante del Louvre' es su primera novela. ¿Tras esta primera incursión literaria está pensando ya en un segundo libro?

Lo hago, sí. Después de llevar a cabo este proyecto de principio a fin, lo que en su inicio me parecía una temeridad, me veo capaz de emprender uno nuevo. Además las críticas que recibo de la novela son buenas. Incluso los lectores más exigentes, los que saben poner el dedo sobre algo que podría estar mejor, que lo hay, me animan a hacerlo. Y me he propuesto como magnífico reto coger aquello que podría estar mejor y mejorarlo, superarlo en una segunda novela. No seré yo quien deje perder esa oportunidad. Esa no sería yo.