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El patrimonio del Alto Asón, entre la degradación y la recuperación

Pedro Merino Múgica

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La Lista Roja del Patrimonio de Hispania Nostra es el 'Pepito Grillo' que saca las vergüenzas hispanas en lo que a protección del patrimonio se refiere. Con más de 1.000 registros, es un triste catálogo de los horrores, que abarca desde castillos derruidos a yacimientos arqueológicos esquilmados. De ellos, Cantabria alberga actualmente 45, estando cinco en el Alto Asón.

Entre los municipios de Ramales, Ruesga, Arredondo y Soba suman un total de 18 Bienes de Interés Cultural (BIC). De ellos, 14 son cuevas con yacimiento arqueológico, dos son iglesias, uno es una torre medieval y el último es la zona arqueológica de Ramales, que alberga casi una treintena de cavidades con restos prehistóricos. Sin embargo, el nivel de conservación y protección dista de estar a la altura de esta riqueza patrimonial.

De estos bienes hay dos que aparecen también en la Lista Roja. Se trata de la Torre de los Velasco (en Quintana, Soba) y la ermita semirrupestre de San Juan de Socueva (Arredondo). Además, hay otros tres edificios que, sin contar con la categoría de BIC, aparecen en la triste lista. Se trata del Palacio de Revillagigedo (Ramales), el palacio de Zorrilla San Martín (Valle) y las pinturas murales de la ermita de Nuestra Señora de la Concepción (Riva).

Pese a estar todos incluidos en la lista, la situación de cada uno de ellos es notablemente diferente. La Torre de los Velasco fue construida por orden de esta familia nobiliaria, uno de los linajes más poderosos del norte de la península en la Edad Media. Fue posteriormente muy modificada, siendo usada durante las guerras carlistas. De esta época aún se pueden ver restos en el entorno de la torre. De titularidad privada, durante largos años se ha usado como establo, sin que ninguna autoridad, ni local ni autonómica, haya tomado cartas en el asunto. La Lista Roja califica su situación de “degradación avanzada”.

El edificio religioso más antiguo de Cantabria

La ermita de San Juan de Socueva cuenta con una sugestiva historia a sus espaldas. Con orígenes en el siglo VII, su ubicación apartada hizo que pasara enormemente desapercibida. Mencionada tanto por Pascual Madoz como por Puig y Larraz, realmente fue redescubierta para el conocimiento científico por Maximiliano Regil Alonso, que publicó una interesante monografía en 1896. Este investigador descubrió además restos de otro arco en el entorno, que jamás ha vuelto a ser localizado.

La ermita es una pieza fundamental para el estudio de las dinámicas históricas de la etapa visigótica o de la introducción del cristianismo en la zona cantábrica. Pese a ello, el secular abandono al que fue sometida hizo que hasta finales del siglo XX, los visitantes que se acercaban a verla tuvieran que sacar el ganado que se refugiaba en el interior.

En los últimos 25 años, arqueólogos y defensores del patrimonio como Virgilio Fernández Acebo o Ramón Bohigas denunciaron la progresiva degradación del entorno. Entidades como la ACDPS llevaron a cabo diversas campañas de limpieza y conservación, con escaso apoyo institucional.

Afortunadamente, los últimos años parecen mostrar un cambio de tendencia. Un reciente estudio de la ACDPS ha permitido reavivar el interés de la administración por la ermita. En 2020 la Consejería licitó la restauración de la ermita, pero el proyecto inicial concitó notables críticas por parte de las asociaciones de patrimonio, por lo que se procedió a una nueva redacción del mismo. Finalmente, este año se prevé acometer el proyecto, por un montante de unos 90.000 euros, parte de los cuales provendrá de financiación europea.

Unas pinturas góticas que desaparecen

Siguiendo el curso del Asón, se encuentra la ermita de Nuestra Señora de la Concepción y San Sebastián, dentro del cementerio de Riva. En avanzado proceso de hundimiento, su principal interés reside en las pinturas góticas que se conservan en el testero, y que datan del siglo XVI. En el muro se puede contemplar la presencia de San Jorge y el dragón, así como las figuras relativas al martirio de San Sebastián y a una doncella rescatada por un caballero o arquero, que para Enrique Campuzano, director del Museo Diocesano, sería una posible alegoría de la Inmaculada Concepción.

Esta ermita carece de cualquier tipo de protección legal. En 2016 se dio la voz de alarma ante el progresivo deterioro del edificio y el riesgo de que las pinturas se perdieran definitivamente. Sin embargo el Obispado de Santander, dueño del edificio, dejó claro que no tenía intención de intervenir, alegando falta de fondos.

Tampoco el Ayuntamiento de Ruesga, aduciendo que la titularidad del edificio es el mencionado Obispado. Ese abandono es lo que ha motivado su inclusión en la Lista Roja hace apenas unos meses. Desgraciadamente, no parece haber supuesto ninguna reacción por parte de las autoridades competentes, y la ermita sigue languideciendo cada vez más cerca de la ruina total.

Palacios que reviven

Dentro del municipio de Ruesga, pero en este caso en el pueblo de Valle, se encuentra el Palacio de Ruiz Zorrilla, de titularidad privada. Se trata de un gran edificio del siglo XVII, si bien sufrió sucesivas reformas, en las que trabajaron algunos de los más notables canteros de la comarca. El edificio consta de un cuerpo principal construido mayoritariamente en mampostería, con forma rectangular y una altura de cuatro plantas.

Tras décadas de abandono y algunas intervenciones puntuales poco afortunadas, este mismo año se ha llevado a cabo una reforma que garantiza la estabilidad del edificio, al tiempo que se han eliminado algunos añadidos de las obras realizadas alrededor de los años ochenta del pasado siglo. Aunque el edificio está en la Lista Roja desde 2013, esta intervención permite albergar esperanzas de que el palacio no siga la suerte de otras construcciones de la comarca.

Además, en Ramales se encuentra el último integrante de la triste lista. Se trata del Palacio de Revillagigedo, edificio del siglo XVI pero que fue notablemente modificado en el XVIII, y sufrió graves desperfectos durante la I Guerra Carlista (1839). Posteriores añadidos, inherentes a su actual función de vivienda, han ido desdibujando un tanto su aspecto original. Sin embargo, su estado de conservación es bueno.

En realidad, el motivo de su inclusión en la Lista Roja no fue la situación del edificio, sino el nulo respeto por su entorno, fruto de la presión urbanística de la última década del siglo XX y comienzos del XXI, que supusieron la construcción de bloques de edificios que oprimen el que, sin lugar a dudas, es el edifico más emblemático de Ramales.

Fue esta, sin duda, una de las lacras de lo que una concejala calificó en 2007 como el “urbanicidio de Ramales”. Hay que recordar que en 2006 el ayuntamiento de Ramales visó 755 viviendas, siendo superado sólo por Santander y Piélagos.

Un patrimonio industrial que busca pervivir

Sin embargo, estos cinco bienes no son los únicos elementos del patrimonio del Alto Asón que se encuentran en riesgo. Quizá el más llamativo es la ferrería del Salto del Oso, en Ramales. Edificio del siglo XVI, fue creado por los Alvarado, rama de la poderosa familia de los Velasco.

El estudio realizado por la historiadora Carmen Ceballos muestra que la ferrería estuvo en funcionamiento probablemente hasta 1870. Posteriormente fue un molino y punto de luz que surtía de electricidad a la fábrica de Trefilerías y Derivados de Ramales. Ceballos señala que sería de gran interés su rehabilitación, pues esta ferrería cuenta con sistema de trompas para inyectar aire al horno, algo “excepcional en las ferrerías de Cantabria en el XIX”. Carmen Ceballos, junto con la Asociación Juan de Espina, intentó a comienzos de siglo que la ferrería fuera declarada BIC, pero no encontró particular interés en las autoridades.

El edificio, de propiedad privada, se encuentra actualmente abandonado, y en progresivo estado de ruina. Sin embargo, el ayuntamiento de Ramales ha mostrado interés en retomar el proyecto de proteger el edificio mediante su declaración como BIC. Ceballos señala que su recuperación podría ser un “magnífico reclamo turístico”, permitiendo hacer visible el gran patrimonio del Asón en materia de molinos y ferrerías, y apunta a la posibilidad de convertirla en un centro de interpretación.

La mencionada fábrica de Trefilerías y derivados es un claro ejemplo de patrimonio industrial abandonado. Con base en una fábrica de trefilar previa, adquirió ese nombre en 1924, y estuvo en funcionamiento hasta 1992, cuando contaba con un centenar de trabajadores. Tras casi tres décadas de abandono, el actual equipo de gobierno ha mostrado su interés por recuperar ese espacio para convertirlo en una residencia para mayores.

A día de hoy, la propiedad es de la Tesorería de la Seguridad Social y del Ayuntamiento de Ramales, que hace un año compró parte de la parcela. La actual corporación ya ha anunciado su intención de facilitar que el edificio sea el centro de una residencia de ancianos. Para ello, y como primer paso, está tramitando el cambio de uso de esa parcela de industrial a equipamiento. El proyecto contempla la conservación de parte de las estructuras, que durante casi un siglo fueron elemento clave de la personalidad del pueblo.

En este caso sí que hay una iniciativa relacionada con el patrimonio inmaterial. El Grupo de Acción Local Asón–Agüera–Trasmiera puso en marcha un proyecto para recopilar testimonios orales de vecinos de la comarca, y entre ellos se recogen interesantes intervenciones de trabajadoras de la fábrica.

La Zona Arqueológica de Ramales, potencialidades y retos

También en Ramales se encuentra la Zona Arqueológica, protegida en 2004. Alberga casi una treintena de yacimientos, con una cronología que va desde el Musteriense (época de los neandertales) a la Edad Moderna, abarcando buena parte de la zona oriental del municipio.

En los años del boom de la construcción una empresa rellenó terrenos en su entorno, provocando el cambio de cursos de escorrentía, al tiempo que sepultó algunas cavidades de menor importancia, sin restos arqueológicos. Hace unos años un particular abrió una pista, sin el preceptivo informe de la Consejería de Cultura, que afectó al entorno de una ferrería seca, aun no estudiada. Pese a ello, en líneas generales la zona cuenta con un buen estado de conservación.

En su entorno encontramos dos cuevas visitables, Covalanas –declarada Patrimonio de la Humanidad en 2008– y Cullalvera. Mientras que la primera cuenta con un aforo muy reducido para garantizar la conservación, la segunda es objeto de visitas más masivas, gracias al inmenso tamaño de sus galerías.

Las obras de acondicionamiento fueron bastante respetuosas con la morfología de la cavidad, si bien el centro de recepción fue objeto de críticas, pues muchos consideraron que tanto su ubicación (en la misma entrada) como su morfología “hawaiana” (en palabras de un vecino) rompían el encanto del lugar. Recientemente el edificio ha sido sustituido por uno más neutro, aunque la ubicación sigue siendo la misma.

La riqueza patrimonial del Alto Asón es menos publicitada que la natural (Parque Natural de los Collados, redes kársticas...), siendo un desafío su puesta en valor. Pero, para ello, será prioritario garantizar una conservación a la que las autoridades no siempre han prestado la atención que debían.

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