Karin Boye, poeta, novelista, editora de revistas sueca (1900-1941) se suicidó en plena II Guerra Mundial después de haber vivido una vida dramática que se desbordó en una montaña de su país natal, un país que adora su poesía y que la considera una de sus autoras referenciales. “Me da la impresión de que en pocos años Karin Boye será considerada también una de las grandes poetas europeas de su siglo”, asegura Jesús García Rodríguez, autor de la última antología publicada.
Jesús García Rodríguez es madrileño, licenciado en Filología alemana, magister en Traducción e Interpretación, traductor y profesor. Ha traducido el Cantar de los nibelungos (Akal, 2018), a Gherasim Luca (La zozobra de la lengua, El Desvelo Ediciones, 2018) y a Gustav Landauer (Llamamiento al Socialismo, Ediciones El Salmón 2019), entre otros. Desde 1996 forma parte del Grupo Surrealista de Madrid, y del equipo editor de la revista Salamandra. Ha publicado además una novela (Mahadevi, 2010) y varios libros de poemas, entre ellos La muerte del capitán (1995), 31 sonetos reciclados (1995) y Migración (2015) y Poikilía (2019). Suya es la antología poética de Karin Boye que reúne cinco de sus libros (El Desvelo Ediciones, 2022).
La poesía completa de karin Boye se presentará en Santander el 19 de mayo (Centro Cultural Dr. Madrazo, 19.30 horas) en un acto que contará con la presencia, mediante una grabación, de su traductor, así como las intervenciones de otros dos poetas: Vicente Gutiérrez Escudero, quien interpretará la vida y la obra de la autora sueca; y de la poeta Paloma Bienert, quien recitará una decena de poemas. La entrevista que sucede es un diálogo entre Jesús García Rodríguez y Vicente Gutiérrez Escudero.
¿Cómo surgió la idea de traducir a esta poeta?
Desde que era estudiante de filología alemana, he sido un gran aficionado a las lenguas y a las literaturas de Escandinavia, especial a la poesía sueca y danesa. Ya en la Universidad estudié danés y sueco como lenguas complementarias, y uno de los primeros libros que me atreví a leer en el original fue El hombre sin camino, un libro de Erik Lindegren de 1942 muy influido por el surrealismo. Lindegren me llevó a su vez a Gunnar Ekelöf, otro gran poeta sueco, que en 1933 había publicado la primera gran traducción de poesía surrealista francesa al sueco en forma de dossier en la revista 'Spektrum'. Creo que aquella fue la primera vez que debí encontrarme con el nombre de Karin Boye, que era uno de los directores de esa revista. Sin embargo, no leí nada de su poesía. Fue mucho más tarde, cuando leí su novela Kallocaína (Gallo Nero Ediciones, 2012), cuando empecé a interesarme realmente por sus poemas. Desde un primer momento me fascinó esa mezcla tan personal de realidad, sueño y emotividad que recorre su obra poética, así que la idea de traducirla me estuvo rondando bastante tiempo hasta que hace cosa de unos cuatro años me puso manos a la obra para traducir sus cinco libros de poesía.
¿Cómo de conocida es en su país de origen y en el resto del mundo?
Karin Boye es una poeta muy popular en Suecia, y una de las más queridas. Y hay que tener en cuenta que en Suecia (como en otros países escandinavos), y a diferencia de nuestro país u otros de nuestro entorno mediterráneo, la lectura de poesía es algo bastante generalizado y transversal, una afición compartida por personas de todas las edades. Pongo un ejemplo: el programa Poema del día (Dagens dikt) de la Radio Nacional de Suecia, que consiste sencillamente en uno o dos poemas leídos por su autor, o por un locutor, lleva emitiéndose de forma ininterrumpida desde su primera emisión en 1937. Boye misma participó en varias ocasiones en él leyendo algunos de sus poemas. A su vez, cada cierto tiempo sus poemas son musicados en canciones por compositores suecos de todo tipo de estilos musicales.
¿Esa acogida trasciende las fronteras de Suecia?
En el resto del mundo, su poesía completa ha sido traducida al inglés por David McDuff, lo que sin duda es muestra del interés que despierta en los países anglosajones. Nelly Sachs, la gran poeta alemana de la Shoa [Holocausto] y premio Nobel de literatura, tradujo 13 de sus poemas al alemán, y Regis Boyer, el gran escandinavólogo francés, tradujo uno de sus libros de poesía (Por el bien del árbol) al francés. En Suecia se tiene clara consciencia de que es una de las grandes poetas suecas del siglo XX; y me da la impresión de que en pocos años, conforme su poesía vaya siendo conocida, será considerada también una de las grandes poetas europeas de ese siglo.
¿Qué aspectos destacaría de su poesía?
Me interesa mucho la forma en que Boye fue capaz de transformar en poemas la complejidad de su propia vida emocional, realmente muy atormentada, y de la peliaguda situación histórica que le tocó vivir. Partiendo de la influencia de Schopenhauer, de Nietzsche, de las religiones orientales a las que era tan aficionada su madre, de la mitología escandinava y del simbolismo literario sueco, Boye, como otros grandes poetas de su tiempo como Rainer Maria Rilke, o con anterioridad, Rimbaud, Mallarmé o Stefan George, intentó crear una nueva espiritualidad que llenara el vacío espiritual dejado por la llamada «muerte de Dios», el deterioro y agonía de la religión cristiana en Occidente, un vacío que ella misma había sentido después de renegar del luteranismo y del cristianismo ya en su juventud.
Misticismo laico
¿Y cómo se 'rellena' ese vacío?
Para crear esa nueva espiritualidad, esa nueva sensibilidad, Boye recurre a esos autores o corrientes de los que hablé antes y también al surrealismo, como fuente de liberación del espíritu, por un lado, y de creación de nueva formas de sentir por otro. En el caso de Boye todo esto se concreta en lo que yo llamaría un misticismo laico y poético, un misticismo de la naturaleza y del amor con el que quiso llenar ese vacío existencial y de civilización.
Perteneces al Grupo Surrealista de Madrid, ¿qué elementos surrealistas ves en su escritura?
Boye tuvo contacto muy pronto con el surrealismo francés, al menos desde 1933, a través de la antología de Ekelöf que ella publicó en su revista Spektrum. Un año antes, en 1932, Boye escribió en esa misma revista un artículo muy revelador titulado 'Lenguaje más allá de la lógica', en el que defiende la irracionalidad de fondo del texto poético, apelando a los descubrimientos del psicoanálisis, y defiende un lenguaje simbólico personal y secreto (“subterráneo”, lo llama ella) que explore nuevas y desconocidas profundidades del alma, en busca de símbolos que no son, como parecen, meramente individuales, sino que son universales (y ese es el gran descubrimiento del psicoanálisis), y en busca también de un «lenguaje propio inconsciente».
¿Qué tipo de imágenes utiliza?
Utiliza la imagen del «árbol subterráneo» para ese lenguaje de símbolos, una imagen que volverá en el poema 'El árbol bajo tierra': un símbolo del deseo y del crecimiento y de la creatividad reprimidos bajo los patrones fijos del orden lógico y social, pero que aun así crece y se abre paso en los estratos más profundos de la psique. Se trata de la defensa y la asimilación por parte de Boye de un tipo de lenguaje poético nuevo, que rompía completamente con la lógica del discurso poético tradicional, aunque su poesía nunca llegó al grado de ruptura de los surrealistas franceses o que la poesía de Gunnar Ekelöf. No obstante, la atmósfera onírica sí está presente en varios de sus poemas, por ejemplo 'Los niños del agua', 'La doncella escudera' o 'Sueño'. Y están muy presentes en su escritura, de forma que quizá ni ella misma fuera capaz de controlar, esas fuerzas y pulsiones incontrolables que aparece una y otra vez y a las que intenta tanto invocar como exorcizar con la palabra.
¿Queda obra de ella por traducir al castellano?
Después de mi traducción, de su poesía solo algunos poemas de circunstancias de su adolescencia. Quedan por traducir sus diarios y artículos, sus dos obras de teatro, sus dos libros de relatos y, hasta donde yo sé, cuatro de sus cinco novelas, pues solo se ha traducido Kallocaína. Entre esas novelas destacaría Astarté, una crítica muy irónica a la vez de la sociedad de consumo y del machismo de la Suecia y Europa de los años 30 del siglo XX, y Crisis, donde de forma novelada describe su juventud, su despertar al lesbianismo y su crisis religiosa que le lleva a abandonar el cristianismo y acercarse al socialismo y a religiones orientales.
¿Qué tiene de singular su poesía?
Desde mi punto de vista, el equilibrio que consigue alcanzar entre lenguaje conversacional, lenguaje poético y fuerzas irracionales del inconsciente y de la emotividad. Boye se interesó por el surrealismo y el psicoanálisis pero también por la poesía de T. S. Eliot, de quien tradujo al sueco La tierra baldía, y tomó de él, además de cierta tendencia a lo filosófico, su estilo conversacional, que mezcla el lenguaje hablado con el culto y literario. Todo ello le lleva a un lirismo que parece de una gran sencillez, pero que esconde bajo su superficie la corriente de fondo de unos instintos y emociones a veces incontrolables, que son destructivos y autodestructivos pero son a la vez el núcleo original mismo de la vida.
Boye esconde bajo su superficie la corriente de fondo de unos instintos y emociones a veces incontrolables, que son destructivos y autodestructivos pero son a la vez el núcleo original mismo de la vida
También constituye una enorme singularidad, en la Europa de los años 30, la forma tan abierta en la que habla del amor homoerótico y del deseo entre mujeres, en especial en los poemas de amor que dedicó a los dos grandes amores de su vida, Anita Nathorst y la alemana Margot Hanel.
¿Su vida personal tiene mucha presencia en su poesía?
Sí, mucha. Ya he hablado de sus poemas de amor, algunos de los más bellos de la poesía sueca, que a posteriori aparecen tocados por el signo de la tragedia, debido al final trágico de la poeta y de esos dos grandes amores que he mencionado. También están en su poesía sus problemas de inseguridad y desvalimiento, de falta de control de unas emociones que la desbordan, de depresión y de bipolaridad, que le llevarían a visitar a varios psicoanalistas en Alemania y en Suecia y finalmente también, probablemente, a acabar con su propia vida. Están también en su poesía sus crisis religiosas, sus dudas sobre Dios y su existencia o siquiera su posibilidad, su sentimiento de culpa existencial, muy típica del luteranismo sueco, como vemos en muchas películas de Ingmar Bergman, ligada a la idea del pecado original, y que en Boye se mezclan con el desarrollo de su propia sexualidad; en todo caso en muchos de sus poemas late siempre un conflicto interior, una escisión que desgarra al yo lírico y de la que este no es capaz del todo de explicar su origen ni su naturaleza, creando una especie de abismo interior. En otros muchos de sus poemas se trasluce también su profundo amor por la naturaleza y su sentimiento de unión con la misma. En cierto modo la vida de Karin fue una permanente búsqueda del sentido de la existencia, y eso se trasluce de forma estremecedora en sus poemas.
Constituye una enorme singularidad, en la Europa de los años 30, la forma tan abierta en la que habla del amor homoerótico
Sin embargo, hay otros aspectos de su biografía que apenas hacen acto de aparición.
Sí. Hay otros aspectos de vida de Boye que apenas aparecen en su poesía, o aparecen de forma más velada, aunque sí lo hacen en sus novelas o en sus artículos: su compromiso político contra los totalitarismos de izquierdas y de derechas, que comenzaban a despertar y extenderse en los años 30, su postura antibelicista y pacifista, su lucha por la emancipación femenina, por el feminismo y por el movimiento por los derechos de las mujeres, su crítica al consumismo y mercantilismo capitalista, o su compromiso pedagógico.