El Grupo de Trabajo Desmemoriados está compuesto por personas comprometidas con la construcción y la preservación de la Memoria Colectiva de Cantabria. Desmemoriados trabaja de forma abierta y plural en proyectos que ayuden a difundir el legado común de la lucha por una sociedad digna, y aporta herramientas metodológicas y tecnológicas para la conservación y divulgación de las voces y los elementos documentales que conforman la memoria colectiva de Cantabria.
Desmemoriados aborda así proyectos concretos de recuperación, conservación y difusión de esa memoria así como alimenta y comparte una base de datos de acceso público con fotografías, documentos, testimonios, pegatinas, carteles… que documentan, siempre de forma incompleta, la trayectoria social y política desde la II República hasta los años 90 del siglo XX.
Cordones como brazaletes de luto: la protesta silenciosa de dos jugadores del Racing de Santander contra la represión franquista
Sergio Manzanera y Aitor Aguirre fueron duramente sancionados por el régimen tras solidarizarse durante un partido de fútbol con cinco activistas de ETA y el FRAP condenados a muerte en un juicio sin garantías en septiembre de 1975
Sergio Manzanera Lloret fue un futbolista en la década de los setenta que militó en el Levante U.D., el Valencia C.F. y en el Racing de Santander, protagonizando en este último club, junto al delantero centro vasco Aitor Aguirre, un suceso que convirtió a ambos en noticia extradeportiva y, lo que es más importante, en abanderados de la contestación al régimen franquista que, en septiembre de 1975, se desintegraba matando.
Si lo mencionado anteriormente supone en él una hechura y una personalidad especial, lo confirma sin duda alguna el hecho, inusitado en ese gremio, de que fuera capaz de colgar las botas a los 27 años, cuando la mayoría de los deportistas se encuentran en el culmen de su carrera, como era su caso, para dedicarse a estudiar Medicina, profesión que ha ejercido a lo largo de su vida.
Tradicionalmente, en amplios sectores de la izquierda española, el fútbol siempre se ha considerado el “pan y circo” contemporáneo que sirve para ocultar la triste realidad cotidiana mientras que millones de seguidores sintonizaban un aparato de radio o de televisión para seguir cada fin de semana los avatares de su equipo preferido. Esta visión generalizada y sin matices ha dejado en el margen de la Historia a un buen número de futbolistas españoles que tuvieron que exiliarse al finalizar la Guerra Civil y encontrar refugio en equipos de México y Francia, principalmente.
Durante la dictadura franquista los equipos de la Liga española dejaron de jugar al fútbol para practicar balompié, término que intentó sustituir el anglicismo y de la misma manera, históricos como el Racing o el Athletic Club, pasaron a ser el Real Santander y el Atlético de Bilbao.
Con el auge del desarrollismo de los años 60 los encuentros ligueros o de la Copa del Generalísimo agrupaban cada vez a más público en nuevos estadios con capacidades superiores a 75.000 espectadores en el caso del Nou Camp o el Santiago Bernabéu.
Al margen del deporte, eran años en que la contestación al régimen fue aumentando tanto en el ámbito universitario como en los ambientes obreros de los denominados Polos de Desarrollo, zonas de poca industrialización anterior y en donde las nacientes Comisiones Obreras iban disputando la representación de los trabajadores al sindicalismo oficial, vertical, de la CNS (Central Nacional Sindicalista), como ya había ocurrido en las zonas tradicionalmente industriales. La represión por parte de un sistema anquilosado provocó un típico movimiento de acción-reacción que favoreció el nacimiento de organizaciones que defendían la violencia para acabar con el sistema. ETA y el FRAP alcanzaron cotas poco imaginables un tiempo antes.
En diciembre de 1970, en el denominado Consejo de Burgos, varios activistas de ETA fueron condenados a muerte y posteriormente indultados por las numerosas presiones internacionales en demanda de un juicio justo, así como por las movilizaciones populares que especialmente en el País Vasco y Barcelona habían creado situaciones bastante novedosas en términos de participación popular en las protestas. Aunque el Gobierno decretó un estado de excepción el 14 de diciembre, el mes terminó con la concesión de los indultos.
En ese último lustro del franquismo –1970/1975– se vivió un creciente malestar social en el que el incremento de la dureza represiva se vio acompañado por la crisis económica desembocando, cuando al jefe del Estado apenas le quedaban dos meses de vida, en las ejecuciones de septiembre de 1975, en las que cinco militantes de ETA y del FRAP fueron ejecutados.
Las presiones internacionales, que no fueron inferiores a las de diciembre de 1970, con manifestaciones ante la mayoría de embajadas españolas en las capitales europeas, con la petición expresa de la Comisión Europea o del Papa Pablo VI, no fueron suficientes para calmar la idea de autoridad que tenían los dirigentes franquistas. Al alba del 27, sábado, como reflejó Luis Eduardo Aute en una bella canción convertida en himno por toda la oposición, los cinco activistas, condenados en juicios faltos de garantías, fueron ejecutados.
La reacción en el mundo del deporte fue casi nula con la excepción del Athletic Club de Bilbao, que jugaba en Granada y cuyos jugadores saltaron al campo con un brazalete negro, pero justificándolo con el aniversario de la muerte de un jugador.
Sin duda, el hecho más significativo y recordado de aquella jornada liguera fue protagonizado por dos jugadores del Racing de Santander, Aitor Aguirre y Sergio Manzanera, los dos titulares indiscutibles del humilde equipo cántabro. En la concentración previa al partido, como casi siempre, ambos compartieron habitación, en un conocido hotel santanderino. Aitor, de tradición nacionalista vasca, y Sergio, hijo de un funcionario republicano represaliado por el franquismo, de acusada conciencia social, sintonizaron Radio España Independiente, la teórica emisora Pirenaica que emitía desde Bucarest, y desde ella recibieron la información de ese último acto de barbarie franquista.
Ese domingo 28 el equipo santanderino recibía al Elche en los viejos Campos de Sport. Ambos jugadores decidieron colocarse como brazaletes los cordones negros de las botas de fútbol que destacaban mucho sobre sus camisetas blancas. Otro jugador del equipo, de origen navarro, iba a acompañarles pero finalmente Maguregui, el entrenador racinguista, no contó con él como titular en la alineación.
En el transcurso de la primera parte del encuentro se vivieron distintas situaciones. La mayor parte de los espectadores desconocían la razón por la que dos jugadores llevaban esa señal de luto. El hecho fue objeto de comentarios posteriores, hasta que ya cerca del descanso, muchos espectadores intuyeron lo que sucedía sin provocar ningún rechazo. Durante el intermedio muchos policías acudieron a los vestuarios conminando a los dos jugadores a que se quitaran los brazaletes, o en caso contrario se los llevarían detenidos.
En la continuación del partido fue un tanto de Aitor Aguirre, culminando una jugada de Sergio, el que dio la victoria al Racing. El lunes tuvieron que acudir, por separado, a los juzgados a prestar declaración. Fueron interrogados sobre la causa de llevar aquel brazalete. A destacar la diferencia de trato, mucho más agresivos en el caso de Aitor. Ambos contestaron lo mismo: querían recordar la muerte de Santiuste, una figura importante del racinguismo.
La respuesta de los jugadores fue respaldada por la directiva del club, que como destaca Sergio, siempre les apoyó. Tras la declaración ante la “autoridad competente” –en términos de la época– la misma decidió imponer multas de 300.000 pesetas a cada uno, cifra que en esa época era una barbaridad. Para hacernos una idea, Sergio relata que el primer piso que compró en su Valencia natal le había costado 100.000 pesetas.
Como anécdota añadida cabe resaltar que el pago de la multa debía hacerse en “papeles de pagos al Estado” de venta en estancos y, normalmente, para satisfacer cantidades muy inferiores. Tuvieron que recorrer muchos estancos para reunir tan importante suma. Además del castigo económico, el fiscal del Tribunal de Orden Público -TOP- llegó a pedir cinco años de prisión para cada uno, aunque aquello nunca prosperó ya que dos meses más tarde el dictador había muerto y el país estaba en la pista de salida de los numerosos cambios ocurridos a continuación.
Otra consecuencia importante en el desarrollo de su vida normal fue la amenaza de muerte de los “guerrilleros de Cristo Rey” que conocieron por la prensa. En aquel momento Sergio debía vivir en la zona conocida como Valdenoja, hoy densamente poblada, entre los Campos de Sport y Cueto, pero entonces esa misma zona estaba muy poco habitada y urbanizada, lo que le llevó a extremar las precauciones, sobre todo de noche.
Posteriormente se encontraron en Burgos con el humorista Cassen, que les hizo saber que ambos figuraban en una lista negra elaborada por la extrema derecha junto a actores, músicos y otros conocidos opositores a la dictadura. En la entrevista mantenida con Sergio, el exfutbolista confirma que personalmente se siente “muy orgulloso” de la acción que Aitor y él llevaron a cabo y que es importante que se conozcan estas pequeñas acciones como la suya y que se contemplen en la necesaria reivindicación de la memoria democrática. En un programa del Informe Robinson, titulado 'Brazaletes', el fallecido exjugador británico también entrevistó a estos dos jugadores.
Sergio Manzanera Lloret fue un futbolista en la década de los setenta que militó en el Levante U.D., el Valencia C.F. y en el Racing de Santander, protagonizando en este último club, junto al delantero centro vasco Aitor Aguirre, un suceso que convirtió a ambos en noticia extradeportiva y, lo que es más importante, en abanderados de la contestación al régimen franquista que, en septiembre de 1975, se desintegraba matando.
Si lo mencionado anteriormente supone en él una hechura y una personalidad especial, lo confirma sin duda alguna el hecho, inusitado en ese gremio, de que fuera capaz de colgar las botas a los 27 años, cuando la mayoría de los deportistas se encuentran en el culmen de su carrera, como era su caso, para dedicarse a estudiar Medicina, profesión que ha ejercido a lo largo de su vida.