Desde el comienzo de la sublevación, en julio de 1936, hasta la muerte del general Franco, en noviembre de 1975, una de las obsesiones del dictador fue acabar con los peligros que amenazaban las ''esencias de la España Eterna''. Imbuido de una misión casi trascendental durante todo su mandato, nunca olvidó que sus enemigos eran el marxismo, la democracia liberal, el separatismo y la conjura judeo-masónica. Esta obsesión quedó plasmada en su testamento político donde nos advierte, citamos textualmente, que ''los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta''.
Franco siempre identificó a los masones como enemigos de la Patria, fuente de anticlericalismo y defensores de ideologías extranjerizantes que suponían una grave amenaza para la España nacional-católica victoriosa en la guerra civil. A consecuencia de este odio, desde los primeros días de la contienda en todas las zonas bajo dominio del bando franquista, los masones fueron perseguidos, encarcelados y en muchas ocasiones, asesinados. Especial dureza tuvo la represión en Andalucía, Sur de Extremadura, Castilla, Galicia y Canarias. Se calcula que aproximadamente 2000 masones fueron ejecutados y 200 logias cerradas hasta 1939.
Como licencia podemos añadir que algunos historiadores citan con seguridad la pertenencia a la masonería del padre del invicto general, de su hermano Ramón y de algunos militares de alta graduación que se opusieron al golpe de Estado.
Legalmente el 15 de Septiembre de 1936, el general Franco aprobó que la pertenencia a la francmasonería fuera considerada crimen de rebelión y el 1 de Marzo de 1940, el consejo de ministros puso en vigor la ley de represión de la masonería y el comunismo. Hubo que esperar hasta Julio de 1979 para que el Tribunal Supremo legalizara la masonería en nuestro país, dos años y tres meses después de la legalización del PCE y casi un año más tarde de la aprobación en referéndum de la Constitución española.
Respecto a la presencia de la masonería en Cantabria podemos constatar que las primeras logias se crearon durante la guerra de la Independencia, concretamente en 1811 cuando masones franceses fundaron en Santander la logia 'Amigos de la Caridad' predecesora de la llamada 'Gibraltar francés', creada en Santoña en torno a 1813. Con la derrota de las tropas napoleónicas y la vuelta al trono de Fernando VII, los francmasones fueron proscritos y prohibidas todas sus actividades. Su sucesora en el trono, Isabel II, continuó con la misma política.
No cabe duda de que las épocas de mayor actividad masónica se registraron durante las dos Repúblicas españolas (1868-1874 y 1931-1936), cuando principios básicos de su ideario, como la discreción de los miembros de las logias, la defensa de la libertad, igualdad y fraternidad y la libre creencia en el Gran Arquitecto del Universo, no se consideraron delito.
Sin embargo, durante la Restauración se fundaron en Cantabria numerosa logias, concretamente en 1878 la Logia Alianza 5ª número 57 presidida por un conocido naviero, en 1882 la logia Luz de Cantabria y la logia Celtíbera, en 1889 la logia Luz del Ebro centrada en Reinosa y a la que perteneció el escritor campurriano Demetrio Duque y Merino, etc.
En 1888 una tenida (reunión de masones) fúnebre en honor de Guillermo de Hollenzolern celebrada en Santander reunió entre asistentes y adhesiones más de 600 personas.
Masones conocidos de estos años eran, por ejemplo, el marqués de Albayda, presidente de las Cortes de la I República, Manuel Ruiz Zorrilla o Ramón Pelayo, marqués de Valdecilla.
Durante este tiempo el principal enemigo de la actividad masónica fue la Iglesia Católica. El obispo de Santander Sánchez de Castro y su antecesor pusieron bajo amenaza de excomunión a todos los masones y colaboradores próximos a ellos. En este punto hay que señalar que la masonería montañesa no era especialmente anticlerical: propugnaba la enseñanza laica, la no intromisión de la Iglesia en la vida pública y se mostró partidaria de un mayor protagonismo de la mujer.
En 1931 se creó el triángulo Augusto González de Linares, que se reunía en la calle de la Paz nº1 y posteriormente en el edificio de la calle Cuesta de las Ánimas/ Alcázar de Toledo. Este inmueble, conocido de últimas como casa tapón, tuvo una ocupación de lo más diversa a lo largo de su existencia: durante la transición fue sede del Partido Comunista de España, previamente había sido casa de la guardia de Franco y anteriormente de la CNT y del Centro Obrero de Santander.
Durante la época republicana hubo años de gran actividad y muchos de sus miembros desarrollaron importantes funciones políticas como fue el caso de Ruiz Olazarán, gobernador civil, el diputado Gregorio Villarías o el presidente del sindicato de trabajadores del puerto, Jesús González Malo. Otros masones conocidos fueron el director de Valdecilla Wenceslao López Albo, el pintor Ricardo Bernardo, el científico Orestes Cendrero o la periodista y escritora Consuelo Bergés.
Ante la inminente caída de Santander, en agosto de 1937, los masones de la logia anteriormente citada abatieron columnas, símbolo masónico junto a la escuadra y el compás, quemaron mucha documentación comprometedora y emprendieron el camino del exilio, hacia América del Sur de forma mayoritaria, evitando las penas sufridas por sus hermanos del sur de España.
En la actualidad en Cantabria existe la logia Semperfidelis 150 que desarrolla su actividad desde hace once años y donde se reúnen personas de las más distintas profesiones, nacionalidades e ideologías políticas.
Desde el comienzo de la sublevación, en julio de 1936, hasta la muerte del general Franco, en noviembre de 1975, una de las obsesiones del dictador fue acabar con los peligros que amenazaban las ''esencias de la España Eterna''. Imbuido de una misión casi trascendental durante todo su mandato, nunca olvidó que sus enemigos eran el marxismo, la democracia liberal, el separatismo y la conjura judeo-masónica. Esta obsesión quedó plasmada en su testamento político donde nos advierte, citamos textualmente, que ''los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta''.
Franco siempre identificó a los masones como enemigos de la Patria, fuente de anticlericalismo y defensores de ideologías extranjerizantes que suponían una grave amenaza para la España nacional-católica victoriosa en la guerra civil. A consecuencia de este odio, desde los primeros días de la contienda en todas las zonas bajo dominio del bando franquista, los masones fueron perseguidos, encarcelados y en muchas ocasiones, asesinados. Especial dureza tuvo la represión en Andalucía, Sur de Extremadura, Castilla, Galicia y Canarias. Se calcula que aproximadamente 2000 masones fueron ejecutados y 200 logias cerradas hasta 1939.