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El 'efecto Guggenheim' del Centro Botín se queda a medio gas un lustro después: de la aceptación urbanística a la crítica cultural

El Centro Botín está situado en los Jardines de Pereda de Santander.

Javier Fernández Rubio

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Este mes de junio se cumplen cinco años de la inauguración en Santander del Centro Botín, epígono en España de los grandes centros culturales 'con firma' que salpicaron el país a la búsqueda del ansiado 'efecto Guggenheim' antes de que la crisis de 2008 lo mandara todo parar. Pero en la capital de Cantabria esto no ocurrió y en 2017, hará ahora cinco años, el arquitecto genovés y premio Pritzker Renzo Piano vio terminada una obra que tiene algo de pieza de cámara en su catálogo de creaciones, aunque ello no impidió que viniera al mundo con problemas de construcción y de aceptación popular.

Cinco años después, el Centro Botín va integrándose en el paisaje del santanderino con más aceptación política, pero se mantienen las discrepancias sociales. Organizaciones conservacionistas como ARCA y la Plataforma Deba mantienen que el edificio no debería haber ocupado nunca ese emplazamiento frente al Paseo de Pereda.

Sin embargo, la principal falla que impide que el 'efecto Guggenheim' se cumpla en su totalidad y quede a medio gas es de tipo cultural: desde los ámbitos políticos y sociales se considera que todavía la oferta del centro no ha cuajado y que, sobre todo, aún tiene pendiente la conexión con el tejido local.

La Fundación Botín, la fundación privada más importante de España, es quien está detrás del Centro Botín. A su construcción dedicó cerca de 100 millones de euros, que incluyeron el soterramiento del tráfico en las inmediaciones. Lo que no dejaba de ser un espacio vallado de la Autoridad Portuaria cerca del centro de Santander acabó convertido en un paseo marítimo con un parque cercano que triplicaba su espacio al soterrarse el tráfico. Ahora todo está ampliamente asumido, pero entonces privilegiar a la Fundación en la ocupación de este espacio público fue recibido con grandes críticas de partidos, grupos y vecinos.

Mientras en el resto del país se paralizaban los proyectos, las obras del centro proseguían su marcha. Era la segunda década del milenio y se notaba el potencial económico de la Fundación, que no solo apostó por un edificio de Piano, sino porque Emilio Botín, presidente del Banco Santander y uno de los promotores de la candidatura de Santander a Capital Europea de la Cultura 2016, dejara su legado incluso después de que la aspiración a capitalidad fallara.

Con tres años de retraso sobre lo previsto, y con un parón en las obras debido a las divergencias entre contratistas y la Fundación por modificaciones del proyecto realizadas por el arquitecto, el Centro Botín se inauguró el 23 de junio de 2017 con un sobrecoste de 20 millones de euros. ¿Cómo ha evolucionado desde entonces, pandemia por coronavirus incluida?

El centro ha recibido en 2021 la quinta parte de las visitas que recibió en el mismo período el Guggenheim de Bilbao, pero el dato fue bien acogido en la Fundación porque duplicaba el del 'annus horribilis' de 2020 y porque aproximaba la cifra a la de 2019, último año prepandemia. No obstante, el edificio destaca más por su impacto urbanístico que por el cultural: solo dos de cada 10 visitantes entran a ver las colecciones, el resto visita el entorno, deambula por el 'pachinko', el paseo en altura entre los dos volúmenes, y sobre todo sube a la azotea para contemplar y hacer fotos de las visitas insólitas de la ciudad y de la bahía. Se ha convertido en un lugar privilegiado como plataforma para 'selfies'.

Balance de 2021

En 2021 ya se observó un acercamiento del Centro Botín a las cifras de 2019, con 111.096 visitantes y un incremento del 105% con respecto al año anterior. El edificio, sus pasarelas, plazas y espacios exteriores congregaron una afluencia de 577.020 visitas, mostrando también una mejora significativa de casi un 48%. Según el director general de la Fundación Botín, Íñigo Sáenz de Miera, “de cada 10 personas que pasean por los espacios exteriores, dos entran al Centro Botín a descubrir su propuesta expositiva, una conversión que ha mejorado significativamente”. 

De las visitas registradas a las exposiciones, los santanderinos y cántabros siguen siendo los más asiduos, con un 65% del total, un porcentaje que crece cada año. Un 27% de los visitantes procede de otras comunidades autónomas -con vascos, madrileños, andaluces y asturianos a la cabeza- y un 7% fueron extranjeros, procedentes de 59 países, encabezando el ranking Francia, Reino Unido, Italia, Países Bajos, Alemania y Portugal, pero incluyéndose otros destinos más lejanos como México y Estados Unidos.

El Centro Botín se ha convertido en un icono de la ciudad, pero es más que un icono: el soterramiento del tráfico y la apertura a los viandantes de la zona portuaria han marcado un antes y un después en la relación ciudadana con este espacio y ya no cabe vuelta atrás, aunque las quejas por la privatización de lo publico se mantienen.

Del edificio aún queda una asignatura pendiente: retirar la red protectora de la cubierta, realizada sobre la base de miles de piezas cerámicas circulares. Cuando se inauguró el edificio, comenzaron a desprenderse algunas piezas, por lo que se decidió envolver los dos volúmenes con una red. ¿Cuándo se retirará esta? No se sabe.

El estudio de Renzo Piano remitió a la Fundación Botín para obtener cualquier previsión y esta no avanza una fecha. La Fundación sigue trabajando con los arquitectos y los expertos en buscar una solución que dé todas las garantías y que sea la definitiva, afirma. “Cuando eso se tenga, informaremos de todo”. Ello no le impide afirmar también que ahora mismo “no hay ningún problema para la seguridad de las personas y la red no afecta al funcionamiento del Centro Botín, siendo ambas cosas muy importantes para nosotros”.

Otro punto débil, al menos externamente, es la programación cultural. El Centro Botín programa siguiendo dos grandes líneas: una educativa, sobre el concepto de inteligencia emocional; y otra basada en exposiciones y actividades de arte contemporáneo. Tanta es la importancia que se da a la programación cultural que, antes de su apertura, la Fundación ya se había comprometido a dotarla anualmente con 12,5 millones de euros.

El resultado es cuestionado y se considera que podría dar más de sí. Esta es la opinión del concejal de Cultura de Santander, Javier Ceruti: “La evolución está por ver, ya que los compromisos de inversión anual por ahora se han quedado por debajo de lo previsto. Hemos tenido algunas exposiciones de un altísimo nivel, eso es indudable, pero creo que todos estamos de acuerdo en que esta parte del proyecto no ha cuajado lo suficiente”, cuestiona el edil de Ciudadanos y portavoz del equipo de gobierno municipal. Obviamente, la opinión de la Fundación es totalmente contraria.

La ubicación, en entredicho

“Creo que lo importante de este proyecto es que, desde su planteamiento inicial, todo el mundo estuvo a favor del mismo. El debate se generó en torno a la ubicación, lo cual es normal porque cualquier proyecto de esta envergadura genera debate”. Quien así se pronuncia es Fátima Sánchez, directora ejecutiva del Centro Botín. A su juicio, el paso del tiempo le ha sentado bien al proyecto, en términos de aceptación pública. Sánchez lo atribuye a las propuestas ciudadanas que fueron asumidas, entre ellas, sobre todo, el soterramiento del tráfico.

“Las diferentes aportaciones sirvieron para mejorar el proyecto, como, por ejemplo, la construcción del túnel. Estamos muy satisfechos de la respuesta que hemos recibido del público. Hay 2.745 Amigos del Centro Botín, 144.567 ciudadanos de Cantabria que tienen su pase permanente para el acceso gratuito a las exposiciones y 23 patrocinadores que apoyan el proyecto y nos ayudan a cumplir la misión social del Centro Botín, apostando por el enorme potencial que tienen las artes para contribuir al desarrollo de la sociedad”, explica Fátima Sánchez.

Pros y contras

Sánchez considera que el Centro ha supuesto un cambio sustancial a mejor de este área urbana, triplicando la extensión de los Jardines de Pereda se puede apreciar , ampliando la zona de juegos infantiles, el carril bici o el anfiteatro exterior, un espacio que a diario reúnen jóvenes, skaters, patinadores, por no hablar de unas pasarelas que ofrecen unas vistas únicas de la bahía y la ciudad. “Creo que la gente ha sabido ocupar el espacio y aprovechar esta zona en el centro de la ciudad para disfrutar de la naturaleza y de las artes, para lo cual también fue muy importante la eliminación del tráfico gracias a la construcción del túnel”, ha concluido a modo de resumen la directora.

La postura de ARCA y de los demás grupos de la Plataforma en Defensa de la Bahía (DEBA) se mantiene en la misma posición de hace cinco años: nada que objetar a la vertiente cultural del proyecto; pero crítica total a su emplazamiento, “privatizador” de un espacio público privilegiado. “No fuimos ni somos críticos ni con la función, ni con el diseño, ni con su utilidad. Fuimos y seguimos siendo críticos, con su ubicación. Nada más. No era ni es razonable que el mirador geográfico más paisajística e históricamente identitario de la ciudad sea ocupado por un edificio, independientemente de si es privado o es público”, ha asegurado Carlos García.

Ceruti hace cinco años compartía este discurso crítico con el emplazamiento cuando era portavoz precisamente de DEBA. Actualmente, el edil considera que la presión ciudadana modificó para bien el proyecto, mejorando ostensiblemente la solución urbanística mediante el soterramiento del tráfico. Para Ceruti, Santander ha acabado aceptando “la presencia física del Centro Botín”.

“Desde su concepción ha sido un proyecto en continua evolución. Inicialmente se planteó como un beneficio de la ciudad al Centro Botín, cediendo el mejor solar de Santander para su implantación, y del Centro Botín a la ciudad con una fuerte inversión anual en programación cultural. La participación ciudadana hizo que el proyecto evolucionara urbanísticamente, a través del soterramiento del tráfico que ha permitido ampliar hasta el mar los Jardines de Pereda”, ha comentado el ahora concejal de Cultura.

“Tras aceptarse las reivindicaciones de los vecinos se puede decir que la ciudad ha asumido la presencia física del Centro Botín, hasta tal punto de haberse convertido en un lugar de reunión, paseo, con mención especial a una azotea que es uno de los lugares más visitados de la ciudad, por su privilegiada mirada a la bahía. Queda por cierto resolver el tema del revestimiento, para poder deshacernos de esa red protectora que nos impide ver en su esplendor la cobertura cerámica”, ha añadido.

PRC: “Un icono”

José María Fuentes-Pila, portavoz regionalista, considera que el edificio forma parte del paisaje urbanístico de la fachada marítima. Recordó cómo su partido propuso otras ubicaciones como Varadero o San Martín, dado que se pretendía una ordenación del frente en toda su totalidad, lo que no cuajó. Ahora, asegura, el Centro Botín es el hito que separa dos frentes marítimos: uno hacia el este, hasta Gamazo y San Martín y otro hacia los muelles comerciales de Maliaño y Raos.

Los santanderinos, en todo caso, “han normalizado su presencia, se ha convertido en un icono que forma parte del paisaje urbanístico”. Otra cosa es el ámbito cultural, en donde el PRC desea que la Fundación Botín “genere sinergias más poderosas para que la urdimbre cultural no se ciña solo a estos grandes iconos como el Centro Botín o el Espacio Pereda. Es importante que se alíen con el tejido cultural de la ciudad. Siempre he creído que puede apuntalar el talento creativo en esta tierra”.

PSOE: “Nuevo punto de encuentro”

“El Centro Botín impulsó la recuperación de una zona portuaria y nos descubrió una nueva perspectiva de la bahía -ha valorado el portavoz socialista Daniel Fernández-. Ha permitido que la ciudad gane progresivamente grandes espacios para disfrute de los santanderinos”. Asignatura pendiente es para los socialistas la resolución de la cubierta.

El portavoz destaca la presión social que hizo cambiar el proyecto. Por encima de la polémica del emplazamiento, y de la oportunidad perdida de rescatar zonas menos desarrolladas de la ciudad, Fernández se queda con un debate que permitió “mejoras” en el continente y en su entorno: “Se eliminó una pasarela desde la sede del banco y se mantuvo la vieja gasolinera (de estilo racionalista), donde hoy confluye una terraza con un parque infantil y un teatro al aire libre que es un nuevo punto de encuentro para los santanderinos, sobre todo los más jóvenes”.

Vox: “No acaba de calar”

Para Guillermo Pérez-Cosío, portavoz de Vox, el Centro Botín no acaba de cuajar en Santander, culturalmente hablando. “Santander tiene un problema serio con la cultura, ya que tengo la impresión que estas iniciativas no acaban de calar ente la población”, ha valorado, recordando al tiempo que los programas de fidelización de la Fundación con el santanderino no ha tenido continuidad “entre una población acostumbrada a mirar el hecho cultural desde lejos”.

El PP de Santander no se pronunció ante las preguntas de este medio.

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