ENTREVISTA Periodista, escritora y concejala en Santander

Rosa Pereda: “Solo se puede hacer periodismo en los márgenes, cuando no pesa mucho el consejo de administración”

Rosa Pereda (Santander, 1949) es periodista y formó parte del equipo redaccional que fundó el periódico El País, un icono informativo de la Transición, donde trabajó hasta 2015. Además es crítica, gestora cultural y escritora feminista que se ha fijado especialmente en el papel que han desempeñado las mujeres en la literatura, tanto como escritoras como sujetos pasivos o protagonistas de las obras escritas por hombres. Ha tratado casi todos los temas a los que se atribuyen un componente femenino, como la moda o la educación, pero sobre todo los grandes asuntos que preocuparon a las españolas en el tardofranquismo y la Transición: el divorcio, el aborto, los anticonceptivos, una moda más libre, reflejando todo ello en un libro fundamental para entender aquellos años: 'Contra Franco 1968-1978'.

Casada con el poeta Marcos Ricardo-Barnatán y estrecha amiga de escritores como los ya desaparecidos Guillermo Cabrera Infante y Juan García Hortelano, Pereda ha pasado la mayor parte de su vida con el veneno del periodismo en las venas -Triunfo, Informaciones, Cambio 16, Ctxt-, del que sigue siendo testigo, ya retirada, con escepticismo y punto de desilusión, así como esporádicas incursiones. Sin embargo, la actividad ha vuelto por otro vericueto, internándose en el campo de la política y resultando elegida concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Santander en las elecciones municipales del 28 de mayo. Si se la pregunta qué piensa de los políticos ahora que ella es una más, la respuesta es tajante: cree en la política y se niega a caer en clichés. En la política, como en la literatura, hay gente de todo tipo, pero mayoritariamente, al menos eso dice ella, predomina la gente “honesta”.

¿Si no hubiera sido periodista qué hubiera sido?

Depende de las fases de mi vida...

Eso es un poco trampa...

¡Es muy trampa! [ríe]. Te puedo decir lo que no hubiera sido nunca: nunca hubiera sido juez, nunca hubiera sido médico, ¡jamás!, nunca hubiera sido monja... pero, por ejemplo, sí hubiera sido abogada de causas perdidas [ríe]. En el fondo de mi alma es lo que me ha faltado.

¿Y el periodismo tiene que ver con las causas perdidas?

Completamente, sobre todo ahora. Hubo otros momentos en que la vida era distinta.

Pero ¿cómo fue que eligió el periodismo y no la abogacía, por ejemplo? ¿Le gustaba estar al día de lo que ocurría?

Desde pequeña, con Franco imperante, el periodismo me pareció... Yo iba con mi padre [Manuel Pereda de la Reguera, escritor y escultor] a ver el diario Alerta por la noche. El olor, la noche, cómo era el periodismo antiguo, con otra gracia, porque tenías que ir a buscar la historia, no te la traían a casa. He sido lectora desde que aprendí a leer con cinco o seis años y ya no he podido dejarlo.

¿Se inició directamente en el periodismo cultural?

Siempre he hecho cultura.

Hábleme de su marcha a Madrid durante la Transición.

Terminé Letras en Deusto y en el año 1968 ingresé en Periodismo porque yo quería ser periodista y escribir. Me apasiona el periodismo, el que se acaba en un día; y me apasiona justamente lo rápido que va la noticia. Eso era lo que me gustaba, no la fama. Pero siempre he tenido intereses muy mezclados, no he estado ni solo en la literatura, ni solo en la política. Creo que en lo que he escrito siempre he tratado de poner en relación unas cosas con otras.

¿Y la adrenalina de tener una noticia que no tiene nadie?

Eso es maravilloso.

Estábamos camino de Madrid...

Yo había tenido un expediente académico por 'roja' en 1969. García Guinea, el lingüista, era amigo de mis padres. Entonces mi padre se enteró por él, fue a Bilbao y 'movió los hilos'. Cuando convalidé la carrera, pedí una plaza en un instituto y me dieron en el de San Isidro, en Madrid. Yo quería irme a Madrid costara lo que costara. Estuve en el instituto tres años, hasta que apareció El País.

¿Cómo es que la llamaron de El País?

Yo empecé mi carrera literaria en Triunfo y en Informaciones, pero enseguida me empezaron a conocer y me llamaron para jurados, tertulias, a un cóctel en la Feria del Libro... y entonces, aparece El País. Yo quería dejar la enseñanza y además siempre chocaba con la autoridad. José Luis Cano, que iba a la tertulia de la revista Ínsula, me dijo que tenía que estar en El País. Luego me llamó Soledad Ortega y entré en Cultura y Sociedad para ocuparme de las cultura underground.

¿Cómo recuerda esa época del periodismo?

Hemos evolucionado todos.

¿El periodismo de ahora le gusta?

¡No!

Lo ha dicho muy rápido, no ha dudado en absoluto.

Ahora veo hacer periodismo y los periodistas me parecen maravillosos.

¿Y cuál es el problema, entonces?

Solo se puede hacer periodismo en los márgenes, cuando no pesa mucho el consejo de administración, pero en los grandes periódicos ya no es posible.

¿Qué periódicos restan entonces?

Los periódicos en los que no hay que hacer consultas. A ver, entiéndaseme, nunca he sido más libre escribiendo que en El País. No me han devuelto un artículo en la vida y habré estado en los bordes.

¿Y por que ahora no? ¿En qué ha cambiado el periodismo?

En este momento es mucho más piramidal, no solo desde un punto de vista ideológico, sino también en que cada vez hay menos márgenes, cada cual está en su sitio. Es una profesión que se ha acomodado y creo que para contar de verdad una historia hace falta tiempo. Necesita trabajo, contrastar, reposo. Tal como yo lo veo, hay poco trabajo de periodismo.

Es una profesión que se ha acomodado y creo que para contar de verdad una historia hace falta tiempo. Necesita trabajo, contrastar, reposo. Tal como yo lo veo, hay poco trabajo de periodismo.

Todo es demasiado rápido, quiere decir.

Siempre ha sido así y yo metí la pata alguna vez. No lo voy a contar, que lo cuenten mis enemigos... [ríe]. Y, además, las grandes cabeceras están mal escritas. Con honrosísimas excepciones en los márgenes [vuelve a reír].

¿Se puede ser mala persona y buen periodista?

Conozco a algunos.

¿Se puede ser mala persona y buen escritor?

Por supuesto.

¿Su mejor crónica, crítica, reportaje?

¿Sabes qué tengo en un marquito? La edición de Le Monde de la entrevista que le hice a Vicente Aleixandre cuando le dieron el Nobel. Se publicó en todo el mundo, hasta en chino.

Ahora se dedica a la política. ¿Se va a tener que tragar muchas cosas que ha dicho de los políticos?

Ninguna. ¿A qué te refieres?

Me imagino que es demasiado fácil que todo el mundo en algún momento dado ponga verde a los políticos...

En absoluto.

¿Son mejores, peores o parecidos a los literatos?

Son iguales. Una de las cosas que más me molesta de la nueva izquierda es el descrédito en la política. No es algo que se hayan inventado, pero no lo puedo soportar... porque los políticos que he conocido y tratado... La idea de que todos sean ladrones, todos sean iguales... Yo no creo en eso. Creo que hay políticos ladrones, mentirosos y horribles. Pero eso no es la política. La política es la ciencia del gobierno y en general la gente es honesta, en la derecha, en el centro y en la izquierda. Aunque creo que en la ideología hay una base moral y que en la izquierda pesa más la ética que en la derecha.

Entonces, no se ha arrepentido de entrar en política.

No. Para mí ha sido un regalo. Quiero hacer cosas. Esa es la cuestión. Me hubiera gustado mucho más gobernar, con todas las dificultades que entraña, pero poder intervenir en la realidad es fascinante.

¿Le ha decepcionado el resultado electoral, después de que el Partido Popular haya vuelto a gobernar en Santander con mayoría absoluta?

Si no se llega a caer el PRC, hubiéramos podido gobernar. Lo que pasa es que en las municipales se ha votado contra Pedro Sánchez. ¡A mí me han llamado terrorista en la calle! ¡Proetarra! [Se indigna].

¿Hasta qué punto los medios de comunicación son responsables de la crispación?

Lo son, sin duda. Los medios han hecho la campaña. Nosotros hemos tenido muy poca voz. No hemos podido contar el proyecto.

¿Santander, donde siempre ha gobernado la derecha, no tiene recambio?

Claro que lo tiene.

¿Por qué el electorado no confía en otras alternativas?

Están gobernando los mismos desde la democracia por no ponerme estupenda y decir que desde 1937 [en agosto de ese año fue tomada Santander por las tropas de Franco].

En Santander están gobernando los mismos desde la democracia, por no ponerme estupenda y decir que desde 1937

¿Qué tal se lleva con su portavoz, Daniel Fernández?

Muy bien. Tiene una cabeza muy bien amueblada y es una persona educada y tranquila. Me llevo francamente bien con él. Yo creo que Dani sería un estupendo alcalde. Es un hombre que sabe escuchar.

¿Qué le gustaría que ocurriera esta legislatura en el Ayuntamiento?

Me gustaría que el sistema funcionara contando con que la oposición es leal. Me gustaría que, si tuviéramos una idea buena, se la quedaran y la llevaran a cabo ellos. Por ejemplo, el teatro municipal.

El 'Sotileza' lo llamaron, aquel cuya construcción proponía el PSOE en campaña electoral.

La alcaldesa dijo que ya había un acuerdo para la rehabilitación del Cabildo que era donde pretendíamos construir el teatro. Por no tenerlo, Santander no consiguió la candidatura Capital Europea de la Cultura 2016.

¿Usted qué haría si fuera la alcaldesa?

El teatro municipal. Y racionalizaría y 'desmafiosaría' las basuras. Comprendo que es difícil, que en todas las culturas las mafias son quienes dirigen la recogida de basura. Y vamos a cambiar el nombre a calles como Camilo Alonso Vega.

¿Cree que la cultura debe estar subordinada al turismo?

No estoy en contra de que lo cultural mueva el 4% del PIB. Estoy a favor de la excepcionalidad cultural. Pero la creación cultural no la veo yo tan relacionada con el turismo. La cultura es un derecho en dos direcciones: disfrutar y crear. Uno es inseparable del otro. Me parece muy bien que haya infraestructuras. Me gustaría que hubiera espacios municipales para todo el talento de aquí y que se apoyen los proyectos de editoriales, el teatro, una orquesta, una compañía de teatro estable... Me gustaría que ambas culturas pudieran aflorar. Pero hay un trabajo por delante que no podemos hacer porque el electorado no ha querido.

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