Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Astenia primaveral
No sé si habrán sido las elecciones madrileñas, la astenia primaveral o la fatiga pandémica, pero lo cierto es que no escribo desde hace meses. Los medios de comunicación tampoco ayudan: el bombardeo mediático y, por exceso, la desinformación, son de tal magnitud que ya los muertos por la COVID-19 me parecen simples números, tan anónimos como los caídos por las bombas israelíes en la Franja de Gaza —¿a nadie le extraña que Israel haya bombardeado el edificio en el que se alojaba la prensa internacional?—. Y la reacción de la gente, cansada de tantas restricciones, tomando las calles y gritando “libertad, libertad” con el fin del Estado de Alarma, no sé si provoca risa o tristeza. ¡Qué mal estamos educando a nuestros hijos si entienden que la libertad es poder irse de copas a las doce de la noche!
Pensaba en todo esto tras terminar de leer un cómic magnífico. Se trata de Primavera para Madrid, novela gráfica editada por Autsaider Cómics, que firma el ilustrador, dibujante y guionista murciano Magius. En sus páginas en papel oro, el lector se topará con algunos de los temas que han llenado las pantallas de nuestros televisores y páginas de periódicos en los últimos años: corrupción política, conspiraciones para eliminar al contrario, tramas ocultas que esconden sexo, violencia; y poder, mucho poder. Y esa sensación de que somos un país construido para beneficio de los políticos, constructores, empresarios, periodistas mediáticos... La Corte y la realeza. Un ejemplo de cómo se puede mostrar a través del cómic una realidad, en un intento de desnudar lo que somos como país, de combatir contra ello. Lo que buscó (sin éxito) aquella ilusionante movilización llamada 15M. El arte concebido como mirada crítica a la sociedad, ya sea a través de la literatura, la música o el cine. Como aquella esclarecedora película de Costa-Gavras, El capital —basada en una novela homónima de Stéphane Osmont— o cómo lograr que un banco de inversión despida sin recato a miles de sus trabajadores para que directivos y accionistas mantengan sus pingües beneficios. ¿No les suena a las últimas noticias sobre Caixabank?
Y mientras, por estos lares, la fe y la mística vuelven a los titulares de prensa, que emparentan a Cantabria con el resto del país. Porque al igual que el presidente Sánchez creyó que el 9 de mayo acabaría el Estado de Alarma, también Revilla cree. Se encasqueta el sombrero de visionario y vaticina que no habrá quinta ola pero sí algún que otro rebote. El maná de las vacunaciones nos salvará de todos los pecados. Incluso del de fumarse un veguero en un espacio cerrado, convertido ya en un manchón de las hemerotecas. Bajan los indicadores de la COVID, los turistas comienzan a llegar a pueblos y ciudades, la hostelería ve un hilillo de luz al final del túnel. Y tenemos fútbol. Y próximamente público en los estadios. Qué más dará la crisis del coronavirus o las predicciones, estas enviadas a la Comisión Europea, de que los platos rotos los volveremos a pagar los de siempre. Sin recortar el gasto público, como decía en un comentario anterior, ni las dietas o vehículos innecesarios, ni las jubilaciones desorbitadas de nuestros afamados líderes, ni las subvenciones millonarias a partidos políticos o sindicatos para que puedan mantener el statu quo nunca podremos reducir el déficit.
Con semejantes predicciones, y deseosos de que la normalidad deje de ir acompañada de adjetivos, nos queda, una vez más, la Cultura. Visitaba esta semana en Bilbao un espacio llamado La Terminal, en Zorrozaurre, y veía los puestos de creadores, artistas que sacaban su obra para contemplación del público, maestras del body art, historietistas, ilustradores, jóvenes decididos a escapar de la realidad —nada halagüeña— a través del arte. Y pensaba: qué fue de aquel acuerdo firmado en 2012 entre Santander y Bilbao para potenciar la cultura. Y trasteando por la red, he descubierto que, recientemente, el Ayuntamiento de Logroño se ha unido a ambas capitales para impulsar programa 'Tan cerca' en su compromiso con la cultura. Y he pensado que quizás sí merezca la pena volver a escribir, volcarse en el arte como los jóvenes de La Terminal y tener fe en una política local que nos libere de la bruma de la realidad nacional (o internacional).
No sé si habrán sido las elecciones madrileñas, la astenia primaveral o la fatiga pandémica, pero lo cierto es que no escribo desde hace meses. Los medios de comunicación tampoco ayudan: el bombardeo mediático y, por exceso, la desinformación, son de tal magnitud que ya los muertos por la COVID-19 me parecen simples números, tan anónimos como los caídos por las bombas israelíes en la Franja de Gaza —¿a nadie le extraña que Israel haya bombardeado el edificio en el que se alojaba la prensa internacional?—. Y la reacción de la gente, cansada de tantas restricciones, tomando las calles y gritando “libertad, libertad” con el fin del Estado de Alarma, no sé si provoca risa o tristeza. ¡Qué mal estamos educando a nuestros hijos si entienden que la libertad es poder irse de copas a las doce de la noche!
Pensaba en todo esto tras terminar de leer un cómic magnífico. Se trata de Primavera para Madrid, novela gráfica editada por Autsaider Cómics, que firma el ilustrador, dibujante y guionista murciano Magius. En sus páginas en papel oro, el lector se topará con algunos de los temas que han llenado las pantallas de nuestros televisores y páginas de periódicos en los últimos años: corrupción política, conspiraciones para eliminar al contrario, tramas ocultas que esconden sexo, violencia; y poder, mucho poder. Y esa sensación de que somos un país construido para beneficio de los políticos, constructores, empresarios, periodistas mediáticos... La Corte y la realeza. Un ejemplo de cómo se puede mostrar a través del cómic una realidad, en un intento de desnudar lo que somos como país, de combatir contra ello. Lo que buscó (sin éxito) aquella ilusionante movilización llamada 15M. El arte concebido como mirada crítica a la sociedad, ya sea a través de la literatura, la música o el cine. Como aquella esclarecedora película de Costa-Gavras, El capital —basada en una novela homónima de Stéphane Osmont— o cómo lograr que un banco de inversión despida sin recato a miles de sus trabajadores para que directivos y accionistas mantengan sus pingües beneficios. ¿No les suena a las últimas noticias sobre Caixabank?