Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Competitivos por abajo
La economía autonómica no levanta cabeza. Nuestro modelo productivo, dependiente, heredero de la benidormización de Cantabria, basado en la explotación insostenible y la búsqueda de rentabilidad económica en el corto plazo, ha desembocado en paro y precariedad, aumentando la desigualdad. Entre campos de golf y puertos deportivos, la ganadería agoniza, la industria se desangra y la eventualidad del terraceo veraniego roza “máximos históricos”.
Así que en lo económico, al viejo mantra de la “competitividad” se ha sumado el “cambio en el modelo productivo”, que es algo así como la “regeneración democrática” en lo institucional: un asunto que los movimientos sociales han conseguido incorporar a agendas y discursos políticos, pero que sigue en manos de quienes no tienen intención de cambiar más que lo necesario para que nada cambie.
Sin embargo no decaemos, porque Revilla anunció hace tiempo que hay cuatro empresas que querían instalarse en Cantabria. Una vasca, una de Barcelona, otra de Valladolid y otra “de la zona de Valencia”. Interesadísimas en la ampliación del PCTCAN, en Solares y en el puerto de Santander. “Todos los días me reúno con empresarios y alguna va a venir fijo”, expuso. Y nos dejó temblando.
No ya porque alguien contara con las cuatro y ese “alguna viene fijo” nos recuerde el historial premonitorio de nuestro gallardo presidente, que va desde la inocencia de Contador hasta el éxito electoral de Rubalcaba, pasando por la fiabilidad de Ali Syed o el compromiso político de que la gran superficie donde acostumbra a firmar sus best sellers sólo se construiría “sobre su cadáver”.
No, lo peor viene al conocer los argumentos que PRC y PSOE manejan en sus reuniones con empresarios para convencerles de instalarse en esta tierra, antaño conocida por el carácter indómito de su pueblo y hoy desconocida precisamente por lo contrario.
Algún despistado pudiera pensar que de tanto hablar del cambio de modelo productivo, el Gobierno autonómico estuviera impulsando una transformación en el paradigma del desarrollo económico, basándolo en un bienestar colectivo sostenible, apostando por una identidad económica propia, con actividades de alto valor añadido sustentadas en la I+D+i, como la biotecnología sanitaria, las energías renovables, la tecnología hidráulica o el patrimonio prehistórico y cultural. La “competitividad por arriba”, que llaman en este mercado global.
Pues no. Sepan que su Gobierno autonómico es el segundo que menos invierte en innovación. Pero sobre todo, sepan que anda ofreciendo Cantabria al empresariado en base a su buen “clima social” y sus bajos “costes laborales” en relación a “las comunidades vecinas”. Dicho de otra forma: invertid aquí, que los cántabros trabajan lo que ordenéis, cobran un sueldo mísero y además no protestan por ello o lo hacen de forma desorganizada, no como en esos inestables territorios donde el salario y la actividad sindical son mayores. La famosa “competitividad por abajo”, que ofrece una imagen de país tercermundista dispuesto a vivir en la servidumbre a ojos de quienes especulan invirtiendo en lo barato, precario y carente de regulación, para luego fugarse con los beneficios.
Ojalá, al menos, estuviera denunciando esto aportando una exclusiva, una filtración de los sindicatos. Pero no, el “clima social” es tan bueno en esta “leal, no conflictiva y española región”, en palabras de su presidente, que se permiten manifestar públicamente que en el territorio que administran se trabaja barato y sumisamente como si fuera un mérito que atribuirse. Con regionalistas y “socialistas” vendiéndonos así, quién necesita a Margaret Thatcher.
Y el asunto debe haberse incorporado a algún argumentario oficial, porque en una entrevista a Jaime González López, recientemente nombrado presidente de la Autoridad Porturaria de Santander, también citaba la “paz social” como la ventaja competitiva del puerto de la capital cántabra. Cualquier día nos hablan de la 'Marca Santander' (y aprovechan para patrocinio bancario), que nos caracterizará por cobrar poco, reivindicar menos y dejar impune siempre la destrucción del medio.
A punto de enviar este Jisquíu, leo que durante la semana, en la Mesa del Diálogo Social, PRC-PSOE, la CEOE-CEPYME, CCOO y UGT analizarán medidas para “cambiar el patrón de crecimiento” de Cantabria. Manténgannos informados al respecto, por aquello de la transparencia, y por si consideran que debe ser la puesta en valor de nuestro potencial geográfico, natural y humano, la que genere empleo de calidad.
Aunque sólo sea como brindis al sol, que ya sabemos que a esta tierra se le ha puesto chincheta de colonia interna en la división internacional del trabajo, y que hay grandes poderes económicos comprometidos con que nos dediquemos a hormigonar el país mientras exportamos mano de obra cualificada y celulosa de eucalipto. Y si porque aún no nos han domesticado del todo fracasa el modelo productivo que nos dirigía a amarrar chicotes de yates y conducir el camión entre torres de fracking, ya “cambian el patrón de crecimiento” para que podamos ser subalternos en el Campus Comillas y subastar entradas VIP a Altamira. Gatopardismo tercermundista.
La economía autonómica no levanta cabeza. Nuestro modelo productivo, dependiente, heredero de la benidormización de Cantabria, basado en la explotación insostenible y la búsqueda de rentabilidad económica en el corto plazo, ha desembocado en paro y precariedad, aumentando la desigualdad. Entre campos de golf y puertos deportivos, la ganadería agoniza, la industria se desangra y la eventualidad del terraceo veraniego roza “máximos históricos”.
Así que en lo económico, al viejo mantra de la “competitividad” se ha sumado el “cambio en el modelo productivo”, que es algo así como la “regeneración democrática” en lo institucional: un asunto que los movimientos sociales han conseguido incorporar a agendas y discursos políticos, pero que sigue en manos de quienes no tienen intención de cambiar más que lo necesario para que nada cambie.