Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Derivaciones
Una persona me pide que escriba un texto a partir de una foto. Y lo pone en Twitter, como el que pone un capote y cita al toro. Y aquí estoy, entrando como un Miura a lo rojo. La foto es la que ven, un barco en tierra rodeado de plumeros. Me piden una reflexión o un cuento triste. ¿Triste?, me pregunto yo. Y comienzo a pensar en qué fama me estoy ganando por hablar de angustia, de muerte y de suicidios. A ver, pienso, que hablar de cosas tristes no significa ser un triste, que se puede hablar de cosas tristes y ser un tipo alegre. Pero lo pienso como dudando porque a lo mejor sí que soy un triste porque es verdad que mis alegrías no suelen ser de dar volteretas en el aire, a veces sí pero no todo el tiempo. Soy un alegre, digamos, tranquilo. ¿Ser un alegre tranquilo es ser un triste? Siento que soy alegre, un pesimista vitalista digo a veces. Pero el caso es que me ven triste porque hacen una foto de un barco que está como castrado ahí fuera del agua y se acuerdan de mí, no del columnista de al lado, y me piden que escriba un cuento triste, claro. Bueno, que me lío o me deprimo o yo qué sé. Volvamos a la foto.
La foto sí que es triste: un barco en tierra rodeado de plumeros, que aquí (por eso de que son una planta invasora que crece en el descuido) se asocia al abandono. Podría decir que el barco echa de menos al mar o que los plumeros quieren ser las olas o alguna cursilada parecida. A mí me sale más acordarme de Chanquete, que vivía en un barco y me daba mucha envidia cuando lo veía por televisión. Lo de vivir en un barco es algo que me ha apetecido siempre, sobre todo si flotan como en los canales de Amsterdam, porque parece que podrás soltar amarras e irte en cualquier momento a cualquier sitio. Eso me pasaba más antes. Ahora prefiero las casas amarradas a tierra firme, esa solidez de tener un sitio al que regresar. Cosas de la edad, supongo.
Pienso también que ese barco ahí en medio de un descampado es como un pez fuera del agua pero es otro lugar común y ya me he arrepentido de ponerlo. Pero tengo que acabar esta columna y no quiero desperdiciar ninguna línea así que no lo borro. Todo suma, sí, menos lo que resta. Y esto que escribo es de lo que resta pero yo sigo igual y ya llevo unos dos mil caracteres y en esencia no he dicho nada pero no es culpa mía, no, la culpa es de la foto de Andrés, que tampoco es para tanto.
Una persona me pide que escriba un texto a partir de una foto. Y lo pone en Twitter, como el que pone un capote y cita al toro. Y aquí estoy, entrando como un Miura a lo rojo. La foto es la que ven, un barco en tierra rodeado de plumeros. Me piden una reflexión o un cuento triste. ¿Triste?, me pregunto yo. Y comienzo a pensar en qué fama me estoy ganando por hablar de angustia, de muerte y de suicidios. A ver, pienso, que hablar de cosas tristes no significa ser un triste, que se puede hablar de cosas tristes y ser un tipo alegre. Pero lo pienso como dudando porque a lo mejor sí que soy un triste porque es verdad que mis alegrías no suelen ser de dar volteretas en el aire, a veces sí pero no todo el tiempo. Soy un alegre, digamos, tranquilo. ¿Ser un alegre tranquilo es ser un triste? Siento que soy alegre, un pesimista vitalista digo a veces. Pero el caso es que me ven triste porque hacen una foto de un barco que está como castrado ahí fuera del agua y se acuerdan de mí, no del columnista de al lado, y me piden que escriba un cuento triste, claro. Bueno, que me lío o me deprimo o yo qué sé. Volvamos a la foto.
La foto sí que es triste: un barco en tierra rodeado de plumeros, que aquí (por eso de que son una planta invasora que crece en el descuido) se asocia al abandono. Podría decir que el barco echa de menos al mar o que los plumeros quieren ser las olas o alguna cursilada parecida. A mí me sale más acordarme de Chanquete, que vivía en un barco y me daba mucha envidia cuando lo veía por televisión. Lo de vivir en un barco es algo que me ha apetecido siempre, sobre todo si flotan como en los canales de Amsterdam, porque parece que podrás soltar amarras e irte en cualquier momento a cualquier sitio. Eso me pasaba más antes. Ahora prefiero las casas amarradas a tierra firme, esa solidez de tener un sitio al que regresar. Cosas de la edad, supongo.