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No nos destruyamos, que aún tenemos que llegar a Marte

Ahora que hemos despedido el año viejo y hemos estrenado el nuevo, podemos analizar algunas cosas. Por favor, ¡que no cunda el pánico! No pido que hagamos análisis complejos ni exprimamos nuestra memoria, algo cansada en estos momentos teniendo en cuenta el desgaste que nos suelen provocar los últimos días del año.

Vamos a lo tradicional: el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. Este evento inimitable y único que creó escuela, con las cotizadísimas entradas que se agotan prácticamente un año antes, televisado en directo en una centena de países con una audiencia media de 50 millones de telespectadores, reúne a los músicos y directores de orquesta de renombre y ofrece un elenco de asombrosas y conocidas creaciones musicales para nuestro deleite.

Pero lo realmente asombroso para mí fue encontrar la reseña sobre este concierto hecha por Telecinco: “El novio de María Valverde dirige el Concierto de Año Nuevo de Viena”. Y añade: “La protagonista de 'La flaqueza del bolchevique' conoció al venezolano Gustavo Dudamel cuando viajó a Los Ángeles a refugiarse tras su ruptura con Mario Casas”. ¡Olé, olé y olé! No sé por dónde empezar, porque un artículo de opinión no cabe toda la reflexión que deberíamos hacer al respecto.

La verdad es que no lo hacen mal, enganchan desde el principio – “novio”, “María Valverde”, “protagonista”, “Mario Casas”… Al menos, algo se leerá y de paso tal vez uno se entere de que realmente Dudamel, sí, el venezolano Gustavo Dudamel, fue quien dirigió el magnífico concierto de una forma, además de técnicamente perfecta, novedosa y animada. Sobra decir que esta actuación puso en pie al público que le dedicó una larga ovación en agradecimiento por disfrutar de la verdadera belleza de la música clásica el día de la felicitación del nuevo año.

¿Qué es lo que quiso subrayar la Telecinco? Pues lo que queremos ver y oír, ni una palabra más ni una menos. Nos sirve lo que demandamos: lo caliente muy caliente y lo frío muy frío, para entendernos. Tenemos que admitir que hace tiempo que hemos emprendido un viaje al revés y diría que estamos tocando fondo. Hemos prohibido al sentido común que se ocupe de asegurar una sólida base de conocimiento para la gente, reflejando así la importancia que damos a la educación para el progreso de una nación. Reescribimos una y otra vez a una velocidad de vértigo los programas educativos cambiando cada dos por tres la interpretación de qué es lo se entiende por los conocimientos básicos. Rebajamos conscientemente el nivel en cuanto a la adquisición del conocimiento y decidimos en un santiamén qué materias (por supuesto, viejas y obsoletas) ya no tienen cabida en la nueva y prometedora era de las cosas inteligentes.

Y acertamos de lleno. En eso, ¡en las cosas! Nos preocupa que las cosas no sean inteligentes, o sea, no sean 'smart'. ¿Y nosotros? ¿Dónde cabemos las personas? Personas capaces de adquirir y transferir conocimiento, pensar, desarrollar, innovar, crear… y disfrutar de sus creaciones. ¿Dónde? ¿Quizá en la conquista de Marte? Citando a Bertrand Russell, no puedo estar más de acuerdo en que vivimos la paradoja de que tristemente la educación es uno de los principales obstáculos en el camino de la inteligencia y la libertad de pensamiento.

¿Votos a favor? ¿En contra? ¿Abstenciones? Queda por tanto… Interesante ver las alternativas que quedan y si suponen la pobreza o la riqueza para el país. Pero esto está por escribir y ciertamente pertenece a otro momento pero íntegramente a nosotros.

Por favor, no nos destruyamos, que aún tenemos que llegar a Marte.

Ahora que hemos despedido el año viejo y hemos estrenado el nuevo, podemos analizar algunas cosas. Por favor, ¡que no cunda el pánico! No pido que hagamos análisis complejos ni exprimamos nuestra memoria, algo cansada en estos momentos teniendo en cuenta el desgaste que nos suelen provocar los últimos días del año.

Vamos a lo tradicional: el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. Este evento inimitable y único que creó escuela, con las cotizadísimas entradas que se agotan prácticamente un año antes, televisado en directo en una centena de países con una audiencia media de 50 millones de telespectadores, reúne a los músicos y directores de orquesta de renombre y ofrece un elenco de asombrosas y conocidas creaciones musicales para nuestro deleite.