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Escuela de revillismo

Pocas horas después de convertirse en presidente de Argentina, Mauricio Macri anunció que su primera medida será solicitar la salida de Venezuela de Mercosur, creyendo que Sudamérica es Boca Juniors y que Nicolás Maduro es Carlos Bianchi. Miguel Ángel Revilla no es presidente de un estado y nunca lo fue de un club, a pesar de regalar el Racing a dos constructoras, cantabrizarlo y confiar en el indio más famoso de la historia del fútbol al tiempo que abrazaba el palco de los Campos de Sport como el Ramón Mendoza de los 80; sin embargo, comparte pragmatismo político con el que fuera máximo mandatario xeneize. Le ha bastado al presidente del Gobierno de Cantabria un micrófono en una radio tras una larga sobremesa para acabar con el conflicto bélico en Oriente Medio. “Hay que organizar una tropa de ellos contra ellos y que Occidente ofrezca apoyo aéreo. Todo lo que sea una invasión por tierra se considerará un ataque al Islam”. Sencillo como un pase de Busquets, alta geopolítica, un “se acabó el recreo” gaullista que culminó en “tienen que acabar con esos hijoputas”.

Encontrar una solución al imparable descenso del precio de la leche se le complicó un poco más al regionalista, quién sabe si debido a las inminentes elecciones generales o a los dos gobiernos paralelos creados en las plantas nobles de Peña Herbosa, una versión autonómica -y más exitosa y sofisticada, todo hay que decirlo- de lo que intentó en México Andrés Manuel López Obrador en el año 2006 tras perder los comicios frente a Felipe Calderón. Es imposible a estas alturas intentar modificar ideológica y mediáticamente a Miguel Ángel Revilla, quien en su búsqueda de la excelencia quizá debería apostar por cotas más altas, mirarse en el espejo de Ciudadanos e intentar acabar con los plumeros desde el Parlamento; así es el riverismo lejos de Cataluña y de los trajes brillosos de poliéster del “crecidito”, como describe el presidente autonómico a quien define como su amigo.

Macri se considera la punta de lanza del liberalismo en América Latina tras el giro hacia la izquierda vivido en buena parte de los países del subcontinente en los albores del siglo XXI. Revilla es más conformista: convertirse en un it boy digital al estilo de Pelayo, destapar los intereses ocultos de la Organización Mundial de la Salud y pacificar Oriente Medio es suficiente para él. Logros alcanzables, parece pensar. Mientras Rajoy espera a los resultados del 20 de diciembre antes de decidir si España releva militarmente a Francia en Mali, el regionalista hace lo propio con los intereses de la comunidad autónoma, un stand by político que retomará después de Nochebuena. Cantabria, por su parte, sueña con convertirse en el Godfrey de la Escuela de robinsones de Julio Verne y descubrir al final del relato que todo es una farsa: una escuela de revillismo.

Pocas horas después de convertirse en presidente de Argentina, Mauricio Macri anunció que su primera medida será solicitar la salida de Venezuela de Mercosur, creyendo que Sudamérica es Boca Juniors y que Nicolás Maduro es Carlos Bianchi. Miguel Ángel Revilla no es presidente de un estado y nunca lo fue de un club, a pesar de regalar el Racing a dos constructoras, cantabrizarlo y confiar en el indio más famoso de la historia del fútbol al tiempo que abrazaba el palco de los Campos de Sport como el Ramón Mendoza de los 80; sin embargo, comparte pragmatismo político con el que fuera máximo mandatario xeneize. Le ha bastado al presidente del Gobierno de Cantabria un micrófono en una radio tras una larga sobremesa para acabar con el conflicto bélico en Oriente Medio. “Hay que organizar una tropa de ellos contra ellos y que Occidente ofrezca apoyo aéreo. Todo lo que sea una invasión por tierra se considerará un ataque al Islam”. Sencillo como un pase de Busquets, alta geopolítica, un “se acabó el recreo” gaullista que culminó en “tienen que acabar con esos hijoputas”.

Encontrar una solución al imparable descenso del precio de la leche se le complicó un poco más al regionalista, quién sabe si debido a las inminentes elecciones generales o a los dos gobiernos paralelos creados en las plantas nobles de Peña Herbosa, una versión autonómica -y más exitosa y sofisticada, todo hay que decirlo- de lo que intentó en México Andrés Manuel López Obrador en el año 2006 tras perder los comicios frente a Felipe Calderón. Es imposible a estas alturas intentar modificar ideológica y mediáticamente a Miguel Ángel Revilla, quien en su búsqueda de la excelencia quizá debería apostar por cotas más altas, mirarse en el espejo de Ciudadanos e intentar acabar con los plumeros desde el Parlamento; así es el riverismo lejos de Cataluña y de los trajes brillosos de poliéster del “crecidito”, como describe el presidente autonómico a quien define como su amigo.