Cantabria Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
El Supremo amplía la investigación de los correos de la pareja de Ayuso
La Generalitat reconoció por escrito que el seguimiento de ríos es su responsabilidad
Opinión - Lobato, en su laberinto. Por Esther Palomera

Feminismo de oferta

Ya es 8M otra vez. Muchas tenemos esta fecha marcada en morado en nuestros calendarios, entre las citas del médico y el cumpleaños de la abuela. Forma parte de nuestro imaginario colectivo de mujeres, una fiesta de reivindicación, de luchas y también de recuerdo para las que ya no pueden celebrarlo con nosotras. Pero en esta ocasión, me vais a perdonar, llego un poquito cansada. No por las más que evidentes necesidades que aún quedan por cubrir para llegar a esa igualdad real que perseguimos. Tampoco por la rabia y la tristeza que nos ahoga al ver que nos siguen matando, abusando, violando, persiguiendo, ninguneando y empobreciendo. Mi cansancio se debe a que parece que el feminismo está de oferta: un 2x1 en cualquier lineal de un supermercado ideológico de barrio. Porque todo vale para enarbolar la bandera de un movimiento indomable.

Tenemos al gobierno de coalición dándose de tortas por la Ley de libertad Sexual, en una especie de ordalía feminista que intenta probar cuál de los dos partidos en el poder está más capacitado para portar el estandarte de la igualdad.

Tenemos nuevas denominaciones, nuevas corrientes recién acuñadas: si el año pasado los de Cs nos deleitaron con el 'feminismo liberal', este 2020 la portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, nos agasaja con el 'feminismo amazónico'. Según la creadora de este hit –próximamente en todas las librerías no progres del país- no se trata de amputarse un pecho para disparar mejor el arco o de cabalgar a lomos de un brioso corcel –lo deja para Abascal- mientras masacra hombres revoltosos. Lo define como aquel de las mujeres fuertes que se defienden solas. Las demás debemos necesitar escolta para andar por la calle, pobres víctimas lloricas, y las que dejan que sus parejas o exparejas las apalicen o maten es por debiluchas.

Y tenemos a la Conferencia Episcopal pronunciándose sobre debates internos del movimiento feminista. Ya, ya lo sé: los que faltaban. Como si no tuvieran bastante con tapar casos de pederastia y operaciones inmobiliarias de dudosa moral, ahora se dedican a pontificar sobre cuestiones de sexo. No sé yo, no me gusta meterme en sacristía ajena, pero un poco de auto crítica sería deseable y puede que ganasen algún adepto más para la secta. Siento si ofendo los sentimientos religiosos de alguien – realmente lo siento más bien poco – pero desde la absolución de Willy Toledo estamos un poco creciditas.

Y tenemos las luchas fratricidas dentro del propio movimiento. Llevamos varios meses viendo cómo se zurran sin piedad sobre la prostitución quienes defienden la abolición frente a quienes la tratan desde posturas regulacionistas. O quienes defienden los derechos de las mujeres trans frente a las que las consideran fuera del sujeto del feminismo, encontrando en Lidia Falcón una defensora a ultranza de ciertos postulados que le han valido la expulsión de su partido –Partido Feminista - de IU.

Así que con tanta historia me vais a permitir que me marque un 'Cayetana' y diga: 'no en mi nombre'. A mí no me representan y no precisamente porque sea amazónica, que con ser yo misma ya tengo suficiente. No lo hacen porque reducen el feminismo a lo pequeño, a debates que muchas veces tienen más que ver con lo identitario que con lo real, a mirar el dedo antes que la luna. El feminismo es un movimiento vivo, complejo, atravesado por múltiples vectores que son precisamente los que lo hacen rico, internacional e inmenso. No necesito que nadie me venga a explicar lo que es una mujer libre desde la altura de su título nobiliario y una villa muelle. Ni tampoco que un partido político pretenda apropiarse de lo que no es de nadie y a la vez es de todas. Ni que un cura me venga a explicar la diferencia entre sexo y género. O que las compañeras trans sean utilizadas como arma arrojadiza insultando la inteligencia colectiva de tantas de nosotras. No en mi nombre, de nuevo.

Así que tampoco yo voy a hablar en nombre de nadie ni a pontificar sobre lo que debe ser una buena feminista. Prefiero callar, seguir trabajándome la igualdad y eligiendo los grandes consensos del feminismo antes que los pequeños disensos inflados por las redes sociales y las ansias de publicidad de algunos políticos y especies homólogas. Porque hoy, a pesar de todo eso, hoy somos muchas menos. Y eso sí que es importante.

Ya es 8M otra vez. Muchas tenemos esta fecha marcada en morado en nuestros calendarios, entre las citas del médico y el cumpleaños de la abuela. Forma parte de nuestro imaginario colectivo de mujeres, una fiesta de reivindicación, de luchas y también de recuerdo para las que ya no pueden celebrarlo con nosotras. Pero en esta ocasión, me vais a perdonar, llego un poquito cansada. No por las más que evidentes necesidades que aún quedan por cubrir para llegar a esa igualdad real que perseguimos. Tampoco por la rabia y la tristeza que nos ahoga al ver que nos siguen matando, abusando, violando, persiguiendo, ninguneando y empobreciendo. Mi cansancio se debe a que parece que el feminismo está de oferta: un 2x1 en cualquier lineal de un supermercado ideológico de barrio. Porque todo vale para enarbolar la bandera de un movimiento indomable.

Tenemos al gobierno de coalición dándose de tortas por la Ley de libertad Sexual, en una especie de ordalía feminista que intenta probar cuál de los dos partidos en el poder está más capacitado para portar el estandarte de la igualdad.