Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
¿Dónde está mi pediatra?
Parece que, además de otras muchas cosas, también andamos escasas de pediatras. Estos días conocíamos la cifra de pacientes que atiende el pediatra (o la, que el sesgo de género es importante en cualquier caso) en el área de Reinosa es de 2.000 menores. Con una media en la comunidad de más de 900 pacientes por profesional, el caso de Campoo es excepcional pero no único. Este verano el área de Laredo se quedó sin pediatra al no ser sustituida la persona que atiende el servicio en su periodo vacacional, una población que duplica sus habitantes en este periodo.
Cuando eso sucede ocasionalmente se sustituye a las especialistas por médicos y médicas de familia sin formación específica. Hace unos años, con mi hijo menor recién salido de la UCI de neonatología, una de esas profesionales de medicina de familia le diagnosticó una leucemia viendo unos análisis que no supo interpretar. Afortunadamente el susto solo duró las horas que pasaron hasta que el pediatra de servicio accedió a los datos y certificó que el niño estaba sano. No es la tónica general; las profesionales de la salud en esta comunidad hacen un trabajo impecable, mal pagado y poco agradecido, pero esta anécdota pone de relevancia que hay cosas que no funcionan como debieran desde hace mucho tiempo.
Que no se puedan cubrir las necesidades más que evidentes en el área de Pediatría de Atención Primaria porque no se encuentran profesionales que quieran dar ese servicio, prefiriendo otras áreas de desarrollo de su especialidad, es para que la Consejería se vaya al rincón de pensar un ratito. Precarizar a quienes nos deben cuidar no es buena política si queremos que no se nos muera la gente. Porque una cosa es que la medicina sea una profesión con un componente vocacional importante y otra que esa vocación tenga que pasar por que les tomen por monjes guerreros o santas penitentes. Si su único incentivo es atender a casi mil pacientes de media dependiendo de la zona asignada quizás quien se encarga de reflexionar, elaborar y desarrollar ese tipo de políticas debería sentarse en la sala de espera abarrotada esperando que una profesional sobrecargada atienda a su descendencia en los 5 minutos escasos que tienen para dar un servicio de calidad. Y aun así lo hacen.
Al final todo se reduce a lo mismo. ¿Qué servicios públicos queremos? ¿Qué profesionales queremos que nos atiendan cuando vamos a un centro de salud, cuando mandamos a nuestras hijas e hijos al colegio, o en cualquier espacio de la administración pública? ¿Queremos que se invierta lo suficiente para que tengan los medios materiales adecuados para desarrollar su actividad, que no es más que servir a la ciudadanía? ¿Queremos que se les facilite una formación e información adecuada? Cualquiera de nosotras respondería afirmativamente a esas cuestiones. Entonces, ¿dónde está el problema?
En quien gestiona. Recortes amparados en la crisis que nunca se fue y que amenaza con volver con más fuerza, que no se han revertido a pesar de la mejora de nuestra economía. La precarización de unos servicios públicos que solo conlleva su sustitución por quienes hacen negocio con nuestras necesidades, siempre y cuando tu salario de miseria te dé para pagarte un cole, un seguro médico o un abogado.
Servicios de calidad para ricos mientras el resto rezamos a la Virgen del Abrigo de Pana pidiéndola que este año no enfermen los 2.000 de Campoo a la vez, que las cosas de los virus es lo que tienen: se nos presenta una gripe un poquito puñetera y las urgencias se colapsan. Pero no os preocupéis: tendremos los avisos de siempre diciéndonos que no acudamos en tropel y que vayamos a los servicios de atención primaria. Aunque se les olvida un detallito: si nos ponemos hoy malitas y nos dan cita para dentro de diez días, o nos hemos curado solas o la hemos palmado. Todo tiene sus ventajas; en ambos casos se ahorra una la cita.
Parece que, además de otras muchas cosas, también andamos escasas de pediatras. Estos días conocíamos la cifra de pacientes que atiende el pediatra (o la, que el sesgo de género es importante en cualquier caso) en el área de Reinosa es de 2.000 menores. Con una media en la comunidad de más de 900 pacientes por profesional, el caso de Campoo es excepcional pero no único. Este verano el área de Laredo se quedó sin pediatra al no ser sustituida la persona que atiende el servicio en su periodo vacacional, una población que duplica sus habitantes en este periodo.
Cuando eso sucede ocasionalmente se sustituye a las especialistas por médicos y médicas de familia sin formación específica. Hace unos años, con mi hijo menor recién salido de la UCI de neonatología, una de esas profesionales de medicina de familia le diagnosticó una leucemia viendo unos análisis que no supo interpretar. Afortunadamente el susto solo duró las horas que pasaron hasta que el pediatra de servicio accedió a los datos y certificó que el niño estaba sano. No es la tónica general; las profesionales de la salud en esta comunidad hacen un trabajo impecable, mal pagado y poco agradecido, pero esta anécdota pone de relevancia que hay cosas que no funcionan como debieran desde hace mucho tiempo.