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La piel fina

Los miembros de la judicatura tienen la piel extremadamente fina. Siglos de acatamiento les han acostumbrado a pronunciarse sin tapujos, aunque digan las mayores barbaridades y fallen, con la misma ley, cosas diametralmente opuestas. Ahí está Valtonic, condenado a tres años y medio de trullo por ejercer 'violencia', que al parecer no es el caso del bloqueo de todo un Parlamento como el aragonés por una horda o insultar con la chapa en la guerrera, la gorra calzada y la porra al cinto a Manuela Carmena, ya que todos estos casos fueron archivados por la Justicia sin que viera violencia en ellos. Pero hay que acatar. Como hay que acatar que Esperanza Aguirre no sea acusada de resistencia a la autoridad por su affaire de tráfico, que hasta la multa fue archivada.

La violación múltiple y brutal de una mujer en Pamplona ha vuelto a generar otro de esos textos judiciales delirantes y vergonzosos, sin un atisbo de compasión por la víctima y sí una atención clara -no por lo obvio y palmario como es la celada cobarde de violadores que grabaron en vídeo su fechoría- por examinar detenidamente si hubo un rictus de placer de la muchacha, un gemido, silencios demasiados sospechosos o siquiera un amago de forcejeo. Que este acto de violencia judicial sobre la víctima, que se suma a la violencia de la defensa al ponerle detectives, quedará impune no me cabe duda. Que las asociaciones de jueces protesten me extraña más, que protesten por las palabras de censura de un ministro de Justicia censurable no me extraña en absoluto. Porque se puede tener a la vez la piel de un rinoceronte cuando se relativiza un acto de barbarie y la piel muy fina cuando el clan corporativo se ve atacado por uno de los suyos.

Es difícil contar hasta diez antes de escribir sobre esto, pero hay que hacer ese esfuerzo, porque cuando lo que fue creado para hacer justicia y dar una respuesta racional a la bestialidad de este país no cumple su papel se aboca a la ciudadanía a la violencia. Pero ¿es realmente lo único que queda por hacer?

Un juez pasa por un proceso opositor para tomar plaza, sin que parezca importar su coeficiente intelectual, ético o político. ¿Por qué un ciudadano puede votar entre varios candidatos a su alcalde y no hacer lo mismo con un juez, un jefe de policía y hasta con su médico de cabecera? En algunos estados de Estados Unidos se puede elegir al juez de forma democrática y hay también elección de fiscales, aunque su papel no sea exactamente igual al de los españoles. Pero hay un atisbo de democracia, porque el ciudadano tiene derecho a saber, y elegir, qué mentalidad tiene el juez que lo va a juzgar, aunque eso entrañe también sus riesgos y no evite el cáncer español de la politización de la justicia.

Más preguntas. ¿Por qué el Código Penal no se reforma cuando es obvio que está desfasado y lo suficientemente abierto como para que valga para justificar cualquier tropelía? No se reforma porque no interesa. Hay un mantra jurídico que se repite en todos los congresos de juristas y es que no conviene llevar la casuística al Código. Pero si no se categoriza al máximo pasa lo que pasa y volverá a pasar: barra libre al delirio. Y si no hay reglas de interpretación de conceptos penales la arbitrariedad está servida, que es lo que interesa, estoy convencido, y si la arbitrariedad cae en manos de la corrupción o de una mente rancia cualquier parecido con la justicia es pura coincidencia.

El Código Penal posibilita llamar día a la noche más cerrada y noche a la mañana más luminosa. A eso se le llama independencia judicial. Y hay que acatar como buena tribu adocenada. A eso se le llama respeto a la justicia, pero también impunidad.

Pero hay cosas que están empezando a cambiar. Ahora es el ciudadano el que empieza a tener la piel más fina. Y se está hartando de tantas canalladas.

Los miembros de la judicatura tienen la piel extremadamente fina. Siglos de acatamiento les han acostumbrado a pronunciarse sin tapujos, aunque digan las mayores barbaridades y fallen, con la misma ley, cosas diametralmente opuestas. Ahí está Valtonic, condenado a tres años y medio de trullo por ejercer 'violencia', que al parecer no es el caso del bloqueo de todo un Parlamento como el aragonés por una horda o insultar con la chapa en la guerrera, la gorra calzada y la porra al cinto a Manuela Carmena, ya que todos estos casos fueron archivados por la Justicia sin que viera violencia en ellos. Pero hay que acatar. Como hay que acatar que Esperanza Aguirre no sea acusada de resistencia a la autoridad por su affaire de tráfico, que hasta la multa fue archivada.

La violación múltiple y brutal de una mujer en Pamplona ha vuelto a generar otro de esos textos judiciales delirantes y vergonzosos, sin un atisbo de compasión por la víctima y sí una atención clara -no por lo obvio y palmario como es la celada cobarde de violadores que grabaron en vídeo su fechoría- por examinar detenidamente si hubo un rictus de placer de la muchacha, un gemido, silencios demasiados sospechosos o siquiera un amago de forcejeo. Que este acto de violencia judicial sobre la víctima, que se suma a la violencia de la defensa al ponerle detectives, quedará impune no me cabe duda. Que las asociaciones de jueces protesten me extraña más, que protesten por las palabras de censura de un ministro de Justicia censurable no me extraña en absoluto. Porque se puede tener a la vez la piel de un rinoceronte cuando se relativiza un acto de barbarie y la piel muy fina cuando el clan corporativo se ve atacado por uno de los suyos.