Cantabria Opinión y blogs

Sobre este blog

La diosa Cibeles

Desde el primer momento hay algo en su voz que me cautiva. Habla despacio, como susurrando las palabras y pronunciando con delicadeza los sonidos. Su voz es suave pero no frágil. De pronto su bebé se pone a llorar. Lo coge y comienza a hablarle dulcemente en polaco. El bebé la mira fascinado y le devuelve una gran sonrisa. Está tan embelesado como yo observando la escena. Su voz y sus gestos son hipnóticos. Me recuerda a lo que escribía, ya hace más de tres décadas, Daniel Stern sobre la importancia de que la figura de apego supiera 'entonar' afectivamente con el bebé para construir así un puente entre ambos.

Seguro que observó a alguien parecido a Kasia para teorizar sobre el entonamiento afectivo. Ella sonríe de nuevo y se ruboriza al decirme que lo que más echa de menos de Polonia es el silencio: “Aquí la gente es más ruidosa y hablan todos a la vez, aunque siento que saben disfrutar más de la vida”. Su voz delicada contrasta con la asertividad de su discurso cuando hablamos sobre el aprendizaje de idiomas. “Una lengua es mucho más que las palabras, es el tono y el ritmo de la voz, es la cultura que nos define y una poderosa herramienta para descubrir el mundo”.

Para descubrir ese mundo, Kasia se lanzó hace doce años a hacer un programa de Voluntariado Europeo en el que tenía que acompañar a personas con discapacidad visual en la Fundación ONCE en Santander. “En seis meses aprendí español porque practicaba mucho hablando con los participantes del programa; les describía todo y ellos tenían grandes necesidades de habla”.

En ocasiones hay personas que, solo con su voz, nos calman y acompañan en la soledad. Y a veces, nuestra propia voz puede ayudarnos a enraizarnos, enganchándonos a la vida y liberándonos de miedos atávicos. Surge en la conversación el tema de las enigmáticas 'voces blancas' de Polonia y de otros países de Europa del Este como Ucrania, Bulgaria o Lituania. Cantos tradicionales interpretados por mujeres, a capella o acompañados por un tambor. Al llamarlas 'blancas' imagino voces angelicales, pero cuando veo algunos vídeos me doy cuenta de que se trata más bien de gritos apasionados. La técnica consiste en dejar escapar el máximo de aire con la garganta completamente abierta. Parece bastante complejo no quedarte afónico en unos pocos minutos; el secreto está en relajar la parte de atrás de la garganta. Me llama la atención el brillo y la fuerza de sus voces, así como todas las distintas notas y vibraciones que producen. En cierta medida, me recuerda a las voces de las pandereteras y a los irrintzis.

De uno de esos grupos de cantos tradicionales nació Laboratorium PieÅ›ni. Siete mujeres que se han hecho famosas cantando canciones tradicionales de Europa del Este y han conquistado espacios contemporáneos para la música folk bajo el prisma de una naturaleza intuitiva, femenina y salvaje. Uno de sus álbumes, 'Puste noce' ('Noches vacías') se basa en el rito, casi ya perdido, de cantar toda la noche alrededor del cuerpo de un difunto junto con los familiares, en un intento por capturar la esencia de los duelos y de mostrar cómo ritos ancestrales ayudaban a enfrentar el dolor a la pérdida y el miedo a la muerte.

De camino a casa, tras la conversación con Kasia, fantaseo imaginando a todas las mujeres anteriores a mí, aquellas que cantaron al ritmo de tambores hace más de 3.000 años, honorando a la diosa Cibeles, la Gran Madre, con su tympanum (tambor de marco). Sacerdotisas y curanderas que guiaron los rituales y acompañaron a sus comunidades en los cambios de estaciones, las cosechas, los funerales y las sanaciones. Círculos de mujeres, poderosas y sabias, entonando sus voces frente al fuego. Me entran ganas de cantar. Intento lanzar mi voz al viento, pero no encuentro su fuerza para hacerlo.

Desde el primer momento hay algo en su voz que me cautiva. Habla despacio, como susurrando las palabras y pronunciando con delicadeza los sonidos. Su voz es suave pero no frágil. De pronto su bebé se pone a llorar. Lo coge y comienza a hablarle dulcemente en polaco. El bebé la mira fascinado y le devuelve una gran sonrisa. Está tan embelesado como yo observando la escena. Su voz y sus gestos son hipnóticos. Me recuerda a lo que escribía, ya hace más de tres décadas, Daniel Stern sobre la importancia de que la figura de apego supiera 'entonar' afectivamente con el bebé para construir así un puente entre ambos.

Seguro que observó a alguien parecido a Kasia para teorizar sobre el entonamiento afectivo. Ella sonríe de nuevo y se ruboriza al decirme que lo que más echa de menos de Polonia es el silencio: “Aquí la gente es más ruidosa y hablan todos a la vez, aunque siento que saben disfrutar más de la vida”. Su voz delicada contrasta con la asertividad de su discurso cuando hablamos sobre el aprendizaje de idiomas. “Una lengua es mucho más que las palabras, es el tono y el ritmo de la voz, es la cultura que nos define y una poderosa herramienta para descubrir el mundo”.