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Cuatro votos
Me ha dejado asombrado el resultado de las primarias del Partido Popular, que se han resuelto por cuatro escasos votos. Bueno, esto de “primarias” es otro concepto que nos hemos traído de los Estados Unidos, aunque allí tienen un sentido un poco distinto ya que, a través de las mismas, se elige a los electores, que después votarán al presidente y, por cierto, no es la única manera de designarlos, ya que también se hace a través de los caucus y las convenciones. En fin, el día en que consigamos entender bien el sistema electoral norteamericano, ellos empezarán a comprender el fuera de juego.
Pero volvamos a los cuatro votos que han decidido la victoria de María José Sáenz de Buruaga sobre Ignacio Diego. Si lo pensamos, podría darse el caso de que la Presidencia del Partido Popular de Cantabria podría haberla decidido la familia de la candidata. Calculen: uno, su propio voto; dos, el voto de su pareja; tres, el voto de un hermano (ignoro si lo tiene) y cuatro, el voto de una prima carnal. Vale, es verdad, exagero, ya que se trataba de votos de compromisarios, pero es que a tales ajustes numéricos ha llegado el partido, poniendo de manifiesto una profunda división en dos bandos.
Cuando leía estos días el fuego cruzado que ardía entre ambas candidaturas, me acordaba de aquella anécdota que contaba un novato diputado británico cuando tuvo la ocasión, cierto día, de sentarse en el Parlamento y dirigirse a su líder, Winston Churchill: “Qué emoción estar aquí, sentados frente a nuestro enemigos”. A lo que el genial político inglés respondió: “No se equivoque, joven; los que están ahí enfrente son nuestros rivales, nuestros enemigos están a nuestra espalda”.
Recuerdo que la mañana de un ya lejano 3 de noviembre, un periodista cántabro -cuyo nombre me guardo, posiblemente por envidia de su exquisito olfato profesional- me anticipó delante de una taza de café, que al día siguiente, nombrarían ministro a Íñigo de la Serna y que si esto se confirmaba, la Presidencia regional del partido cambiaría de manos. Eso sí que son profecías porque… voilà!, de la chistera han salido los dos conejos.
La apuesta es muy tentadora sobre el tapete verde de la política autonómica, pensando en unas futuras elecciones con Revilla bastante mayor y un Partido Regionalista rebuscando una corbata nueva en su baúl ideológico. Así que, mientras gira la rueda de la fortuna, resulta que Sáenz de Buruaga puede conseguir un pleno… con solo cuatro fichas.
Cualquier proceso electoral en el seno de un partido pone de manifiesto sus corrientes internas, sus movimientos telúricos y su equilibrio de fuerzas. Y ya sabemos que el aleteo de una mariposa en Brasil puede provocar un tornado en Texas.
De todos modos, estas primarias de los populares cántabros no han sido más que un ligero aperitivo con vermut comparado con la pantagruélica comilona que será, que ya es, el proceso electoral de los socialistas a nivel nacional. Mientras Pedro Sánchez recorre España en su Peugeot descacharrado, mientras Madina le prepara los martinis a Susana Díaz y mientras Patxi pasaba por allí, sus correligionarios europeos se estremecen en Holanda y en Francia.
Creo que lo mejor será que invite a mi amigo periodista a otro café, a ver si es capaz de leer los posos y revelarme los misterios del destino.
Me ha dejado asombrado el resultado de las primarias del Partido Popular, que se han resuelto por cuatro escasos votos. Bueno, esto de “primarias” es otro concepto que nos hemos traído de los Estados Unidos, aunque allí tienen un sentido un poco distinto ya que, a través de las mismas, se elige a los electores, que después votarán al presidente y, por cierto, no es la única manera de designarlos, ya que también se hace a través de los caucus y las convenciones. En fin, el día en que consigamos entender bien el sistema electoral norteamericano, ellos empezarán a comprender el fuera de juego.
Pero volvamos a los cuatro votos que han decidido la victoria de María José Sáenz de Buruaga sobre Ignacio Diego. Si lo pensamos, podría darse el caso de que la Presidencia del Partido Popular de Cantabria podría haberla decidido la familia de la candidata. Calculen: uno, su propio voto; dos, el voto de su pareja; tres, el voto de un hermano (ignoro si lo tiene) y cuatro, el voto de una prima carnal. Vale, es verdad, exagero, ya que se trataba de votos de compromisarios, pero es que a tales ajustes numéricos ha llegado el partido, poniendo de manifiesto una profunda división en dos bandos.