El testamento medieval que Rusia devuelve a Cantabria descifrará el origen de los nombres de los pueblos
Los investigadores Máximo Gutiérrez e Iván Gastañaga donan al Archivo Histórico Provincial de Cantabria el legado en vida del conde, copia facsímil del pergamino de Fistoles que se encuentra en el Instituto de Historia de las Ciencias de San Petersburgo
Cuando el conde Gonzalo Gundesindo dejó escrito que sus restos reposaran en el monasterio de San Vicente de Fistoles (Esles), para facilitar las cosas, legó en vida una serie de propiedades de un condado que se extendía por Cantabria y el norte de Burgos. Y por si el abad del monasterio tuviera la tentación de no cumplir con lo dispuesto, el propio conde dejó escrita la maldición de que a sus herederos legales les ocurriera lo mismo que a Datán y Abiram, quienes se rebelaron contra la autoridad de Moisés y acabaron siendo tragados por la tierra junto con sus bienes por mandato divino.
Ese legado de propiedades, el denominado pergamino de Fistoles, es ahora la 'piedra Rosetta' para esclarecer la toponimia histórica y actual de una amplia franja de Cantabria y del norte de Burgos. Porque el testamento del conde Gundesindo es una historia que se remonta 1.200 años atrás y tiene elementos históricos y curiosidades como para dar trabajo a los investigadores durante años.
Se desconoce si el conde finalmente fue enterrado en el lugar a principios del siglo IX (ni que el abad fuera tragado por la tierra en su defecto), pero sí que ha llegado hasta la actualidad el testamento de este vasallo de Alfonso II, señor feudal de numerosos territorios, sobre todo de la Trasmiera cántabra, que de por sí ya tiene una historia rocambolesca y da pie a nuevas interpretaciones de la toponimia altomedieval española.
Este miércoles el antiquísimo documento de Gundesindo ha hecho su última parada en el Archivo Histórico Provincial de Cantabria, donado por los investigadores Máximo Gutiérrez, experto en la defensa del patrimonio cultural de Cantabria desde los 90, e Iván Gastañaga, politólogo e investigador experto en Rusia.
Ambos siguieron las pesquisas que en los años 80 realizó el medievalista Emilio Sáez Sánchez, quien localizó el testamento y otros 400 documentos de gran valor histórico en el archivo del Instituto de Historia de las Ciencias de San Petersburgo. Sáez dio con la pieza pero no pudo cobrarla, hasta ahora en que, merced a las nuevas tecnologías y una gran paciencia en la gestión con las autoridades rusas, ha podido ser entregada en formato de copia facsímil.
¿Cómo llegó el pergamino con el testamento a Rusia? El pergamino se encontraba en una caja en el monasterio de San Salvador de Oña (Burgos) llamada “el caxon de Liencres”. Se supone que este contenía documentación que había sido archivada por su origen o importancia para Liencres, lugar cántabro en los dominios del conde, en donde estaba el Monasterio de Santa Eulalia. Entre dichos documentos, también llegados desde Estallos de Camargo, se encontraban tres escritos de los años 811, 816 y 820 con el legado del conde en vida, ya desaparecidos.
El pergamino que se encuentra en San Petersburgo data del siglo XI y se hace eco de dichos documentos, pero la desamortización del siglo XIX en España propició el expolio de una cantidad ingente de patrimonio documental, que acabó en el circuito de anticuarios y en la compra por coleccionistas, en este caso, ruso. Es así como la copia rusa del pergamino testamentario es la única existente y que ahora ha llegado a Cantabria es una reproducción facsímil que ha costado arduas gestiones a Gutiérrez y Gastañaga.
Las últimas voluntades de este conde de las Asturias de Santillana, Trasmiera y Las Bardulias [Bardulia o Vardulia es el nombre antiguo de las regiones al norte de Burgos, germen de lo que después se conoció como Castilla], tienen un gran valor histórico, ya que, aparte del Cartulario de Oña, al que complementa y que está depositado en el Archivo Histórico, no hay en Cantabria documento más antiguo que refleje los nombres de localidades, valles, monasterios e iglesias tan antiguos como este. A ello hay que añadir ciertas 'correcciones' del copista.
La toponimia de las posesiones señoriales donadas a monasterio de San Vicente de Fistoles (Esles), actualmente en el término de Lloreda, incluye topónimos que no se discuten y otros que dan juego a interpretaciones. La relación que recoge el documento es la siguiente:
Arce (Eçe); Velo (Belo), Oruña de Piélagos (Erunia), Boo de Piélagos (Bao), Tuler (¿Tolío?), ¿Liencres? (Lenores), Mortera (Mortaria), Santa María de Cayón (Pangorres in valle Baione), ¿Santa Cruz de Bezana? (Letezana), Sobarzo (Sobarzo), ¿Tolero? (Auteris), Cabárceno (Babarginos), Penagos (Paniacos), Liérganes (Lerganes), Rucandio (Rio Kandio), Saucum y Paites (en Transmiera); y ya en Burgos, Sotoscueva (Sauctus Coba), Cornejo (Cornelio), Pozares o Mozares (Botares) y Prádanos (Platanos, cerca de Barcenilla de Cerezos).
Arqueología medieval
En Lloreda se precian, no sin retranca, de que la iglesia de la localidad vecina (Fístoles/Esles) está en su territorio. Pero más allá de anécdotas, San Vicente Mártir fue objeto de atención temprana de investigadores. En la década de 1970 y 1980, su necrópolis fue excavada bajo la dirección de Miguel Ángel García Guinea y Eduardo van den Eynde, respectivamente. En ambas ocasiones no se dieron con los restos del conde Gonzalo Gundesindo, aunque tampoco ese era el objetivo.
No obstante, aún quedan cuestiones que esclarecer. Francisco García, director del Archivo Histórico Provincial de Cantabria, ha indicado este martes durante una rueda de prensa junto a las autoridades culturales del Gobierno de Cantabria que el pergamino da cuenta de “topónimos cántabros de Piélagos, Penagos, Liérganes, Sobarzo, Mortera y otros puntos que no se sabe a qué lugares pertenecen y esperamos que con la ayuda de investigadores se puedan esclarecer”.
Máximo Gutiérrez ha señalado, por su parte, que hay nombres como Estalles que actualmente solo remiten a un barrio de Camargo, por no hablar del escriba, por cuyos excesos él mismo pide comprensión en el propio documento al escribir en latín: “No se me tenga en cuenta lo que no pude hacer mejor”, recoge el documento.
Sobre la donación al Archivo Histórico Provincial de Cantabria, el vicepresidente y consejero de Cultura cántabro, Pablo Zuloaga, ha valorado el alcance y ha señalado que es “un hecho muy importante que nos permite ahondar y conocer las raíces de nuestra comunidad: los topónimos. Esta es una verdadera buena noticia”.