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Conmociones cotidianas

Afirma la escritora venezolana Sol Linares que un escritor no es más que un “ignorante conmovido”. La idea sería algo así como que la potencia no está sólo en el saber sino en esa capacidad de emocionarse, de dejarse atravesar por lo visible y, ante todo, por lo invisible de ciertos seres destinados a conmoverse y a conmovernos para hacer de la vida algo más que un tránsito. 

Asegura la escritora santanderina Nuria Labari que hay trampas mortales en la idea del trabajo y que éstas se multiplican por cien cuando se trata de las mujeres empujadas a ser súper poderosas. Y decenas de mujeres entre el público se miran en el espejo de la autora -conmovida por el recibimiento de su propia ciudad- para salir de la Plaza Porticada con un arsenal de preguntas dispuestas a movilizar en las respuestas.

El Príncipe de Alepo es un príncipe conmovido que ya está dispuesto a poner en orden su memoria tras 76 años de juntar versos con juicio y caminar junto y para las literaturas que figuran en el libro de lo sagrado. Vestido de blanco impoluto, de la mano de Roberto Blatt, Marcos-Ricardo Barnatán, este príncipe sin reino material, conmueve a quien lo escucha, a quien se permite acompañarlo en su viaje.

La tierna sonrisa de Anxo Muiños se pasea por una ciudad de mar que no es su ciudad, ni es su mar, pero en su cadencia logra hacer suyos todos los mares, todas las ciudades. No hay estruendos en las novelas de quien amalgama mitología, reflexión, dudas y silencios, para quien sabe ponerse Más allá de Ulises para caminar por el mundo terrenal.

Si hay magia en una fiesta del libro esa está en la conmoción cotidiana que provocan las palabras, los gestos, los silencios de las autoras y autores. Son, ellas y ellos, como nuestro espejo portátil, nuestra ventana plegable, el recuerdo de lo que podemos ser, aunque nos resignemos a un trabajo de ocho horas (¡ay, qué engañoso privilegio!), a esperar el verano agazapados en la neblina, o a viajar en círculos agazapados bajo la manta del sofá. Felisa 2022, la Feria del Libro de Santander y de Cantabria, es arena donde conmovernos, ola en la que agitar la mente adormilada. No es sólo aquí donde acontece el milagro de la literatura, pero está siendo aquí donde nos estamos dando la posibilidad de ser todos los seres que acumulamos en nuestros silencios. Hasta que los verbalicemos…

Y escuchar a Alejandra Pizarnik en la voz de Zhenya Popova verbaliza el dolor de algunas vidas, pero también muestra la capacidad de dejarse conmocionar de una autora que habita en el limbo de los poetas malditos… abriéndose paso como mujer, como judía, como argentina, en el pabellón masculinizado de las plumas suicidas. El espectáculo de lo nada cotidiano titulado De Alejandra a Buma cierra la octava jornada de la renovada Felisa y 220 almas logran silenciar la Plaza para que la poesía ocupe cada esquina del duro cuadrilátero, del espacio flexible que somos los seres humanos cuando nos dejamos conmover.

Hoy somos menos ignorantes porque ayer nos dejamos conmover. O deberíamos serlo… O podríamos serlo…