A Silvia Abascal (Madrid, 1979) le rebosan las ganas de vivir y el entusiasmo por su profesión. El patio de la Biblioteca Menéndez Pelayo (Calle Rubio 6, Santander) será el lunes a partir de las 22.00 horas escenario de esa pasión con la que la actriz se pone siempre delante del público, cuando realice la lectura dramatizada de relatos de su elección procedentes del libro ‘Aquí yacen dragones’, del director de cine y guionista Fernando León de Aranoa, dentro de las ‘Noches en la Biblioteca’ de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).
Su final de año se presenta repleto de compromisos profesionales: en unas semanas comienza el rodaje de la adaptación televisiva de la novela de Ildefonso Falcones ‘La catedral del mar’, a mediados de noviembre estrena en el Centro Dramático Nacional ‘La cocina’ (Arnold Wesker, 1957), dirigida por Sergio Peris-Mencheta y acaba de comenzar el prometedor recorrido por festivales de la película ‘Los comensales’ (Sergio Villanueva, 2016), para la que realizó un intenso ejercicio de improvisación.
Son sólo algunos de los múltiples proyectos en los que se encuentra inmersa y con cuya elección quiere ir dejando ya en segundo plano el ictus que sufrió en 2011 y de cuyas secuelas, especialmente la alta sensibilidad al sonido que la mantuvo un tiempo alejada de las tablas, sigue recuperándose. Para dar a conocer este proceso en profundidad escribió un libro, ‘Todo un viaje’ (2013), donde ella considera que está “su mayor trabajo de concienciación”.
¿Por qué precisamente ‘Aquí yacen dragones’, de Fernando León de Aranoa, para su ‘Noche en la Biblioteca’?
Cuando me ofrecieron esta lectura me dijeron que podía ser del autor que yo quisiera. Al principio pensé en algún autor clásico universal pero luego me dije: “¿por qué no uno contemporáneo y español?” A mí Fernando León, aparte de cómo cineasta, me encanta cómo escribe. ‘Aquí yacen dragones’ es un libro con más de cien relatos cortos que leí hace ya años y recuerdo que cuando leía una pieza paraba y me tomaba un tiempo para saborearla… Me gustó mucho porque creo que es muy inteligente y elegante a pesar de tratar temas delicados. Por supuesto, en una hora no me va a dar tiempo a leer el libro entero, pero he hecho una selección de unos treinta y pico relatos que para mí son muy ricos y creo que desde una prosa muy sencilla despiertan la imaginación. Yo espero ser simplemente una voz y que el público haga el resto. Nunca he estado en los jardines de la biblioteca pero todo el mundo me ha dicho que es un lugar muy mágico, muy especial y tengo muchas ganas. Me encanta Santander, en general todo el norte y volver con una lectura me apetece. No tengo ni idea de cómo funcionará de público pero espero que los que estemos la disfrutemos.
En el espectáculo ‘Alma y cuerpo. La habitación luminosa’ (Carlota Ferrer, 2016) interpretaba a la poetisa Emily Dickinson durante una conversación con Teresa de Jesús. ¿Qué se siente al meterse en la piel de un personaje tan apasionado y misterioso?
El personaje de Irene Escolar, Santa Teresa y Emily Dickinson son dos mujeres con cosas en común: Ambas dedicaron toda su vida al papel, a escribir, a la lectura y fueron muy adelantadas a su tiempo, no fueron comprendidas en su momento. Fue muy bonito, un proyecto muy especial, muy corto e intenso. Me encantó volver al Teatro Español para sumergirme en la vida de Emily porque yo conocía su poesía pero cuando empiezas a investigar en lo que fue su vida, una reclusión en un cuarto... Ella vivió a través de los escritos pero no tenía experiencias personales reales. Investigar sobre la vida de un artista es la mejor manera de entender su arte y lo he disfrutado mucho. Fue un bonito reencuentro con el teatro para ir ahora a algo más gordo.
¿Cómo fue el trabajo de improvisación realizado en la película ‘Los comensales’ (Sergio Villanueva, 2016)?
Ha sido también muy particular ya que en el guion teníamos una serie de premisas, de directrices por parte del director de cara a los temas que había que tocar en cada plato pero no había texto. Todo está basado en una improvisación. Es una conversación real en una comida, estuvimos allí cinco o seis horas arreglando el mundo, hablando de todos nuestros temas, de los miedos, las ilusiones, los egos, los sueños, la muerte, la vida o el teatro. Y la cámara no estaba cerca, estaba muy lejos. Entonces hubo una sensación de intimidad absoluta y eso es lo que ha quedado en la película. Con un proceso de dos días de rodaje, que de repente vaya al Festival de Málaga donde se llevó el Premio del Público o que hayamos estado ahora en París… El recorrido acaba de empezar y ver en la sala el poso que deja… Estamos muy contentos y muy sorprendidos.
La adaptación televisiva de ‘La catedral del mar’ y la obra de teatro ‘La cocina’ son sus próximos proyectos…
Con ‘La catedral del mar’ empezamos a finales de agosto. Interpreto a Leonor, la segunda esposa de Arnau, un personaje que en la novela se lo pone muy difícil a su marido y que me apetece muchísimo. Al no ser protagonista, porque estoy más en los capítulos finales, puedo compaginarlo con teatro. Empezamos en septiembre ‘La cocina’, de Arnold Wesker, dirigida por Sergio Peris Mencheta para el Teatro Valle Inclán, segunda sede del Centro Dramático Nacional (CDN). Siendo casi treinta actores, es imposible una gira. Entonces serán seis únicas semanas de funciones que estrenamos a mediados de noviembre. Los dos proyectos los termino el 30 de diciembre. Ahora viene mucho, mucho trabajo. Son dos cosas muy diferentes pero que me apetecen mucho. ‘La cocina’ por mi amor y confianza en Sergio, con el que tengo una relación desde hace muchísimos años de amistad y admiro su batuta, su capacidad de dirección. Este montaje ya lo hizo él hace 13 años, fue maravilloso y dice que ahora va a ir a mejor. Va a ser muy potente independientemente del resultado porque el proceso de investigación, con cocineros, camareros, pescaderos, carniceros, el metre… va a ser muy rico. Hay muy buen equipo. En los dos proyectos tengo buen equipo técnico y artístico y con ganas. Este verano no hay vacaciones porque hay mucho estudio.
Tras la experiencia detrás de las cámaras para dirigir el corto ‘No digas nada’ (2014), ¿cuándo va a repetir experiencia? ¿Se va acercando el momento de un largometraje de Silvia Abascal?
Ya me gustaría, pero necesito tiempo… Sobre todo porque me gusta dirigir cosas que yo escribo, me gusta mucho escribir. Y escribir un largo son palabras mayores, así que necesito tiempo. Yo no escribo en mis ratos libres, yo me retiro para escribir y ahora mismo estoy centrada en la interpretación. No sé si se puede dar la posibilidad de que llegue un texto y que me ofrezcan dirigirlo. Pero yo creo que como director es muy importante, si tú no has escrito la historia, empatizar por completo con ella. Que sea algo que a ti te mueva, que a ti te lata. Entonces de momento no, pero es algo que no me gustaría dejar apartado y que espero retomar porque disfruté mucho más de lo que intuía y yo intuía que me iba a gustar. Fue tan intenso, tan bonito… Siempre pensé dirigir piezas teatrales y la faceta como directora se me activaba en las clases, en Estudio Corazza viendo a Juan Carlos dirigir a los actores. Tengo escritos cortos y no sé si el siguiente paso será en la dirección cinematográfica o teatral.
Hay aspectos de su profesión que denomina “dorados” y con los que dice no identificarse…
Nuestro oficio es muy exterior. Hay cosas que forman parte del trabajo como la promoción, el photocall, la alfombra roja… que claro que están pero que no son la esencia para nada. Nuestro oficio es laboratorio, cocina, ensayo, estudio… Hay una parte de cara a los medios donde se pone mucha atención pero lo verdaderamente valioso está en algo mucho más interno. Hay que promocionar los trabajos y yo soy partidaria cuando toca una alfombra de disfrutarla y jugarla a tope. Pero ya está. Eso no define lo que es el día a día del actor, infinitamente más valioso.
¿Qué hay en la Silvia de hoy de aquella Silvia que conquistó al público en el ‘Un dos tres… responda otra vez’ interpretando a Mari Luz?
(Ríe). Hay mucha mayor conciencia porque yo me recuerdo ahí, que tenía 14 años ¡y con Chicho Ibañez Serrador! No era un directo pero mis intervenciones casi siempre eran un falso directo porque se tiraban cosas al público, entonces no se podía repetir. Y eran folios y folios, parrafadas. Recuerdo las direcciones de Chicho, a quien agradeceré siempre la primera oportunidad, que es la más arriesgada, cuando uno no tiene currículum. Lo serio que era y que yo no tenía ningún tipo de conciencia. Si ahora tuviera que volverlo a hacer iría con muchísimo más respeto. De aquella Silvia quedan las ganas, desde luego. Cuanto más tiempo pasa en mi profesión más respeto siento por mi oficio. Me siento muy afortunada, no sólo por dedicarme a lo que me dedico, sino también por ser consciente de que es una profesión que humaniza mucho y que si eres mínimamente curioso te da la oportunidad de abrir muchos horizontes intelectuales, emocionales, instintivos… Me parece un oficio que ayuda mucho a humanizar.
¿Qué ocurrió en el rodaje de la serie ‘Pepa y Pepe’ (Manuel Iborra, 1995) para que las relaciones con el reparto (Verónica Forqué, Tito Valverde, María Adánez) se hayan prolongado hasta hoy en día?
Yo creo que llegó en un momento donde las series eran muy de color de rosa. Y esta familia era de verdad, con todas nuestras miserias, nuestros males, que para nada intentaba idealizar lo humano. Además no había exteriores, éramos cinco en una casa. Y capítulos de 25 minutos, rodábamos uno a la semana. Había un trabajo… Eran otros ritmos. Y luego fue también muy importante en el exitazo de la serie que hicimos una temporada, un solo año y lo dejamos en lo alto. Que se podía haber hecho más y más, estirar el chicle. Y que éramos una familia. Y trabajar en familia se nota. Tito, Verónica y María son compañeros con los que además he vuelto a repetir. Con Tito en ‘El comisario’, con María en varias ocasiones y con Verónica he hecho cuatro pelis. Es una amiga. Yo me he reído lo más grande en ‘Pepa y Pepe’. Fue muy divertido.
Realiza un trabajo constante con diversas ONGs y es embajadora de UNICEF desde 2003. ¿Considera la labor humanitaria una “obligación” de las personas con una situación más privilegiada de lo habitual?
No, obligación no. Yo creo que en el momento en el que pasa a ser una obligación se pierde el interés. El compromiso es vocacional, se nace con ello. Es una cuestión de aparte de estar enterado de tu obligo, interesarse por el ombligo de los demás. Y cuando eres un personaje público tienes la oportunidad, un mayor acceso a un micrófono, a darle voz a causas que necesitan ser escuchadas. Por supuesto que se ayuda subiendo una fotografía pero no es ahí donde para nada está el interés, sino en conocer la realidad desde la propia realidad, viajando al terreno. Aunque te enteras leyendo el periódico y viendo el telediario, las situaciones injustas se entienden mejor in situ. No es lo mismo ver un muro en Palestina aquí que allí ni ver la situación de un campamento de refugiados así que irte a Sudán y estar allí… Y lo mío son visitas, no son estancias. Que al fin y al cabo estás una semana y luego vuelves a tu realidad y además te toca ir al festival de San Sebastián. Son contrastes tan absolutos que a mí me ayuda mucho a valorar la inmensa fortuna que tenemos por haber nacido donde hemos nacido, por disponer de sanidad, cultura, una vivienda, agua corriente. Cuando estás en contacto con esas cosas… Lo que tú aportas allí es siempre menor a lo que traes de aprendizaje porque de todas estas experiencias siempre se vuelve con una lección de dignidad importante.
Hoy en día es considerada por muchos como un ejemplo de superación por el optimismo con el que ha sobrellevado su proceso de recuperación. ¿Es un rol siempre agradable o una responsabilidad que llega a pesar?
A mí no me gusta especialmente lo de “ejemplo”. No me considero ejemplo de nada. Además, siento que aunque puedo haber afrontado esa situación difícil desde un lugar positivo, optimista, inspirador, a lo mejor mañana me llega otra y no reacciono igual. Entonces, uno, por lo que sea, puede haber reaccionado bien y haber sacado un aprendizaje de una experiencia difícil o dolorosa pero a lo mejor en otra se viene abajo, se rinde, patalea. Son reacciones también humanas. Desde luego, recibo un cariño del público que agradezco mucho pero no es una cosa con la que yo me identifique. ¿Un ejemplo de qué? Somos muchos a los que nos sucede esto y cada uno sobrevive en la forma que puede. Soy consciente de mi capacidad de superación pero también lo soy de mi absoluta fragilidad, como todos los humanos. Y este es el asunto, lo frágiles y poderosos que somos simultáneamente.