Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Se le llenaba la boca a la derecha y lo repitieron tanto que se ha convertido en una frase hecha como que el fútbol son once contra once o que el antiguo rey es muy campechano: “Rodrigo Rato, el artífice del milagro español”. Aún hoy lo dicen aunque con la boquita pequeña, avergonzados por los follones judiciales en los que anda metido, como para intentar distinguir su presunta gestión milagrosa de su presunta corrupción personal. Pero no se pueden separar. El supuesto milagro de Rato consistió en privatizar, regalar y desregular a cambio de los dividendos con los que él mismo empezó a especular. Hacía rico a sus amiguetes a cambio de hacerse rico y así se hincharon la burbuja y sus bolsillos hasta estallar. El artífice del milagro español era un artificiero.
Rato es la crisis. Es origen y fin. Causa y consecuencia. En él está todo y él está en todas. Estaba detrás de la burbuja inmobiliaria que nos hundió en el agujero en el que nos enterró con la tierra de Bankia donde especuló con las cuentas y las tarjetas, mientras se hacía millonario por medios presuntamente corruptos que cada día parecen menos presuntos. No es que se haya corrompido, es que toda su gestión huele a podrido. Cuando era vicepresi y ministro de Aznar ya había colocado a su amigo Francisco González en el BBVA para que le hiciera préstamos millonarios sin más aval que su nombre, Don Rodrigo. Después Rajoy le puso a mandar Cajamadrid y de ahí a Bankia donde acabó de rematar el hundimiento que había urdido.
Todo lo que toca se hunde mientras él sale a flote sobre su portaaviones de sociedades interpuestas y testaferros. Pero todo lo que aflora acaba por cantar y a él le han pillado con todo el equipo. Por ahora ha sido el equipo el único que ha pisado calabozo porque sólo él tiene acceso al despacho del ministro. Su detención fue también presunta y simulada como toda la regeneración del PP que se apresuró a declarar que la justicia es igual para todos. Excusatio non petita, accusatio manifesta. Para que todos pudiéramos ver el circo, se avisó a las cámaras antes que al detenido que salió tan rápido como había entrado. Y de ahí a la calle y al yate a seguir su vida a todo trapo mientras las víctimas de sus milagros se ahogan.
Su milagro era eso, un espejismo que acabó hecho añicos como un espejo que nos ha dejado cortes y cicatrices por todo el cuerpo. El PP niega que Rato tenga nada que ver con ellos aunque todo lo hizo con el carné de Génova en la mano con la que no estaba cobrando y con cargos nombrados por el partido. Si Aznar asoma ahora la patita y el rabo es para que nos olvidemos de que fue él quien lo nombró milagrero. Maniobras de distracción mientras Rajoy se hace el distraído como si no supiéramos que le puso a dirigir Cajamadrid y Bankia junto a otros insignes peperos. Aún estamos esperando a que José Mari y Mariano salgan a pedir disculpas por ambos patinazos pero nos quedaremos sentados.
Un milagro español sería ver a dos presidentes disculpándose por sus errores y a Rato pagando por ellos. Los primeros deberían pagar en las urnas, el segundo en una cárcel. Puede que entonces volvamos a creer. Pero yo tengo más dudas que Santo Tomás.
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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.