Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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El Banco de España ha constatado que los beneficios de las mil mayores empresas españolas no financieras han crecido siete veces más que los salarios y que han mantenido o mejorado su rentabilidad con la inflación, trasladando el encarecimiento de los costes a los precios. En román paladino: la inflación la pagamos los clientes y los trabajadores y la cobran los empresarios. En cristiano: ellos no solo no pierden sino que se mantienen o crecen con la crisis. Son crisis para el resto, para ellos son oportunidades. España es Robin Hood al revés. La gran empresa les quita a los de abajo para dárselo a los de arriba. En marxiano: la plusvalía. En castellano: nos roban.
La palabra clave es beneficios. Mientras la sociedad está en números rojos, las grandes compañías siguen haciendo caja. Tú no puedes ahorrar, ellos se enriquecen. Tú no llegas a fin de mes, para ellos siempre es agosto. Cuando pierden, socializan las pérdidas. Cuando ganan, no reparten las ganancias. Y cuando llega una crisis, se las ingenian para convertirlo en negocio. La inflación no solo la provocan la guerra de Ucrania o la subida de la energía, también la codicia de los empresarios que aprovechan la coyuntura para sacar aún más tajada.
El crecimiento de las empresas españolas no es de ahora. El Banco de España ya calculó que sus beneficios habían subido un 62% en el primer trimestre y que superaban incluso a los de antes de la pandemia. La tendencia se confirmó tres meses más tarde y se ha consolidado este fin de año con una subida del 21% en el último trimestre. Suma y sigue. Suma mientras al trabajador le resta porque la vida sube por culpa también de esas ganancias avariciosas pero no suben los salarios. Repitamos el dato: los beneficios han crecido siete veces más que los sueldos. Resulta obsceno escuchar al presidente de los empresarios, Antonio Garamendi negarse a subirlos porque podría provocar más inflación. La monda.
De obscenidades va bien servida la Patronal española. En septiembre se indignaron porque el Gobierno aumentara las pensiones y la cotización de las rentas más altas al nivel de la inflación de entonces. En octubre se opusieron a un pacto de rentas que subiera los salarios y repartiera el peso de la carga porque eso “hundiría la economía”. En noviembre seguían escabulléndose de la negociación porque Garamendi estaba en campaña para ser reelegido presidente. En diciembre, la CEOE rompe toda posibilidad de diálogo porque Yolanda Díaz aprueba que Inspección de Trabajo tenga que certificar los ERES de las empresas. Quieren que el Estado les financie los despidos colectivos sin que el Estado pueda fiscalizar las circunstancias. De verdad que son la monda.
Pues como suele decir la ministra, les voy a dar unos datos (que aparecen en Edificio España, el libro del periodista económico Javier Ruiz): el 1% más rico concentra casi el 25% de la renta nacional; en los últimos diez años se ha quintuplicado el número de millonarios; con la crisis financiera los más pobres perdieron 1 de cada 3 euros y los ricos solo 1 de cada 10; el IVA que castiga más a las rentas bajas supone casi el 50% de los ingresos de Hacienda en 2020; el impuesto de sociedades se ha reducido casi a la mitad en los últimos 20 años; los pobres tuvieron muchos más contagios y perdieron mucha más renta que los ricos durante la pandemia; el 55% de los que nacen pobres mueren pobres en España. No hay más preguntas, Señoría.
El ascensor social está roto y no hay escaleras. El sistema está diseñado para que así sea. Los impuestos no redistribuyen la riqueza, la extraen de abajo hacia arriba, igual que el capitalismo. Cuando el Gobierno decreta un impuesto a los ricos, las eléctricas y los bancos, la derecha se rasga las vestiduras. La razón es sencilla: 2 de cada 3 votantes ricos votan a la derecha y la ultraderecha, mientras que la mitad de los votantes más pobres dan su voto a la izquierda. Los pobres votan menos que los ricos. Así funciona esta falsa democracia. Así el capital controla, explota y somete a las masas. Las empobrece, las enferma, las mata y las expulsa del sistema para que no puedan cambiar las cosas. Es una forma de dictadura que solo necesita las armas cuando pierde el poder o la gente revienta. La historia de siempre. La lucha de clases. Robin Hood, el bueno, no es de ahora.
El Banco de España ha constatado que los beneficios de las mil mayores empresas españolas no financieras han crecido siete veces más que los salarios y que han mantenido o mejorado su rentabilidad con la inflación, trasladando el encarecimiento de los costes a los precios. En román paladino: la inflación la pagamos los clientes y los trabajadores y la cobran los empresarios. En cristiano: ellos no solo no pierden sino que se mantienen o crecen con la crisis. Son crisis para el resto, para ellos son oportunidades. España es Robin Hood al revés. La gran empresa les quita a los de abajo para dárselo a los de arriba. En marxiano: la plusvalía. En castellano: nos roban.
La palabra clave es beneficios. Mientras la sociedad está en números rojos, las grandes compañías siguen haciendo caja. Tú no puedes ahorrar, ellos se enriquecen. Tú no llegas a fin de mes, para ellos siempre es agosto. Cuando pierden, socializan las pérdidas. Cuando ganan, no reparten las ganancias. Y cuando llega una crisis, se las ingenian para convertirlo en negocio. La inflación no solo la provocan la guerra de Ucrania o la subida de la energía, también la codicia de los empresarios que aprovechan la coyuntura para sacar aún más tajada.