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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

La libertad de todos los demás

Libertad, ¿para qué? Y en este caso, ¿para quién? ¿Acaso cree usted que hay que concederles a los padres libertad para que impongan a sus hijos la educación que les dé la gana? Aunque la paguen con su dinero, ésa no es la cuestión. Mi punto de vista es que la escuela está precisamente para lo contrario: para garantizar la libertad de los hijos frente a los padres. ¿A quién hay que proteger? ¿Al padre que no quiere que sus hijos reciban transfusiones de sangre ni que estudien la teoría de la evolución o más bien hay que proteger a esos hijos frente a sus propios padres? Para mí, sin ninguna duda, se trata de la opción B. Y lo único que la garantiza es la escuela pública obligatoria y única, con la prohibición de la enseñanza privada.

Los hijos no son dioses, no tenemos derecho a hacerlos a nuestra imagen y semejanza. Como decía Marx, son los hombres los que crean dioses, nunca se ha visto el caso contrario: un dios creando hombres (ni mujeres ni un tornillo ni una mesa ni nada en realidad). La escuela es el único contrapeso razonable contra el poder (asfixiante) de la familia, lo único que te protege. Si tus padres son del Opus Dei, fanáticos musulmánes, cienciólogos, militantes del PP sin complejos o tipos como yo, el único espacio de libertad del que dispones para elegir quién quieres ser es la escuela. La escuela pública obligatoria es el garante, no sólo de la igualdad de oportunidades real (es decir, material, puesto que vas al mismo colegio que el vecino más rico de tu barrio), sino también de la igualdad de oportunidades vitales, de poder elegir quién quieres ser, a pesar de tu familia.

Decir que alguien tiene derecho a adoctrinar a sus hijos y enviarlos a un colegio de su elección sólo porque lo pueda pagar, me parece una barbaridad. La educación es demasiado seria para dejarla en manos de los padres. La verdadera libertad, para los hijos y para todos, es la igualdad: ¿por qué le tiene usted tanto miedo a la libertad en condiciones de igualdad? ¿Le asusta tanto como para admitir en serio que cada uno sólo tiene la libertad que pueda pagar? A mí la libertad de la igualdad no me asusta y pienso que la sanidad, igual que la escuela, sólo debería ser pública (y universal, por supuesto). Si sólo hubiera sanidad y enseñanza públicas, ya vería usted como mejoraba la calidad de la escuela y de los hospitales. No hay ninguna libertad si no la tienen todos los demás, sin igualdad. No hay que tener miedo a la igualdad. O como usted dice: “no hay que tener miedo a la libertad”… de todos los demás. Incluidos los propios hijos.

Libertad, ¿para qué? Y en este caso, ¿para quién? ¿Acaso cree usted que hay que concederles a los padres libertad para que impongan a sus hijos la educación que les dé la gana? Aunque la paguen con su dinero, ésa no es la cuestión. Mi punto de vista es que la escuela está precisamente para lo contrario: para garantizar la libertad de los hijos frente a los padres. ¿A quién hay que proteger? ¿Al padre que no quiere que sus hijos reciban transfusiones de sangre ni que estudien la teoría de la evolución o más bien hay que proteger a esos hijos frente a sus propios padres? Para mí, sin ninguna duda, se trata de la opción B. Y lo único que la garantiza es la escuela pública obligatoria y única, con la prohibición de la enseñanza privada.

Los hijos no son dioses, no tenemos derecho a hacerlos a nuestra imagen y semejanza. Como decía Marx, son los hombres los que crean dioses, nunca se ha visto el caso contrario: un dios creando hombres (ni mujeres ni un tornillo ni una mesa ni nada en realidad). La escuela es el único contrapeso razonable contra el poder (asfixiante) de la familia, lo único que te protege. Si tus padres son del Opus Dei, fanáticos musulmánes, cienciólogos, militantes del PP sin complejos o tipos como yo, el único espacio de libertad del que dispones para elegir quién quieres ser es la escuela. La escuela pública obligatoria es el garante, no sólo de la igualdad de oportunidades real (es decir, material, puesto que vas al mismo colegio que el vecino más rico de tu barrio), sino también de la igualdad de oportunidades vitales, de poder elegir quién quieres ser, a pesar de tu familia.