Castilla-La Mancha es una de las regiones más vulnerables respecto a los efectos del cambio climático, según se ha expuesto en las jornadas Estrategias del Sector Vitivinícola frente a cambio climático, organizadas por la Interprofesional del Vino de España y por la Plataforma Tecnológica del Vino, en Toledo, y donde los expertos han sido taxativos al señalar que “el viñedo nunca será como fue”.
Los ponentes presentes en esta jornada dejaron claro que aún, tanto sector como Administración, están muy lejos de estar preparados para la nueva situación. Asimismo, pusieron de manifiesto la necesidad de una concienciación mayor, el diseño de herramientas trasversales específicas para la adaptación y liberarse del encorsetamiento que supone la legislación comunitaria y de las propias Denominaciones de Origen.
Según señalo en su ponencia Vicente Sotés, vicepresidente de la Organización Internacional de la Viña y el Vino, la zona mediterránea es especialmente vulnerable a los efectos del cambio climático y sin embargo es, también, la que reúne las mejores condiciones para producir vinos de alta calidad. Entre los viñedos que se pueden ver muy negativamente afectadas por un aumento de temperatura y del déficit de agua durante el período activo de la vid, están los de las zonas más cálidas: las más continentales de Castilla-La Mancha, Extremadura, Andalucía y, en menor medida, aquellas con cierta influencia mediterránea como la costa mediterránea y el valle del Ebro.
Hay que tener en cuenta que en esta zona el 70% del agua que se consume en la vid se hace desde el mes de junio a septiembre, justo en el momento que menos llueve. Esta falta de agua es el principal factor que afecta a la producción.
Más calor, menos lluvia, menos agua para riego
En el mismo sentido disertó José Manuel Delgado, de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) que señaló que las proyecciones que se están realizando para el periodo 2071-2100 señalan que España es de los países más afectados por los cambios previstos. Así, junto al incremento de temperatura se prevé un cambio de precipitaciones que supondría una disminución de entre un 20 y un 30% en lluvias y también menos disponibilidad de agua para riego, concretamente entre un 40 y un 60% menos para Castilla-La Mancha. A todo esto se une la mayor incidencia de olas de calor. Todo ello llevará a una importante disminución de los rendimientos de los cultivos.
Precisamente, como esta es la parte más perjudicada requiere más esfuerzo para su adaptación. Las acciones que se tienen que llevar a cabo implican tanto a los viticultores como a las distintas administraciones. La situación se puede ir modificando y el viticultor tiene que adaptarse continuamente a las condiciones cambiantes, acomodando las estrategias de producción al tipo de vino deseado.
Para Sotés, las actividades dentro de las propias explotaciones vitivinícolas con profundas y muy variadas.
- Cambio de variedades por otras que permitan una maduración más larga: las variedades deberán estar bien adaptadas a excesos de insolación y temperatura y, a ser posible, a la sequía. Es importante ampliar la diversidad de las variedades tradicionales y desarrollar nuevas que se adapten mejor a las nuevas situaciones y la escasez de agua, que resistan las plagas.
- El riego debería establecerse con métodos y controles para disminuir el consumo de agua y con indicadores del estado hídrico a nivel del suelo y de la planta.
- El manejo del suelo y el desarrollo de cubiertas vegetales o laboreos mínimos son los más adecuados para evitar erosión ante lluvias fuertes
- A más largo plazo podrían contemplarse cambios de latitud para que las temperaturas se suavicen. Cambios a sitios más frescos, a altitudes más elevadas y latitudes mayores
Todo ello implica también grandes inversiones por parte de los viticultores y de cambios normativos en las Denominaciones de Origen para poder incluir nuevas variedades, por lo que es una situación que afecta a todo el sector en su conjunto.
Según Sotés, se impone una reflexión sobre las acciones a llevar a cabo que el resumen en:
- Incrementar la sensibilidad del sector
- Estrategias globales para soluciones locales
- Desarrollo de conocimiento y estrategias I+D+i
- Innovación en la relación con la tradición.
- Adecuación de las normativas de la DOPs
- Nunca realizar la adaptación a la nueva situación sin conocimiento y sensibilización
Manual de adaptación para leñosos
Por su parte, José Manuel Delgado expuso el “Manual de adaptación frente al cambio climático” que ha elaborado UPA en el cual se exponen algunas medidas para la adaptación de los cultivos a los nuevos escenarios. Entre éstas están:
- Mejorar la resiliencia frente al cambio climático con prácticas tradicionales y mejora de técnicas
- Plan Nacional de Adaptación del sector agrario identificando zonas y sectores vulnerables
- Refuerzo de los seguros agrarios
- Medidas en la PAC: condicionalidad, “ecoesquemas”, agroambientales, asesoramiento,
- formación.
- Agua: Modernización de regadíos con criterios sostenibles. Revisión concesiones de uso de agua.
- Programa de apoyo al viñedo de secano
- Potenciar I+D+i
Inversión de 2.100 millones
Por su parte, Trinidad Márquez, responsable técnica de la Federación Española del Vino expuso los costes que tendría la adaptación del viñedo más vulnerable para adaptarlo a los nuevos escenarios.
Teniendo en cuenta que en España y en Castilla-La Mancha el 70% del viñedo es de secano y el 30 es de regadío, Márquez señala la necesidad de incrementar la superficie de viñedo de regadío al 50% y modernizar un 20% del regadío actual en lo que se refiriere a los que están afectados por las olas de calor, entre los que se encuentran los de la región.
Asimismo, hace una proyección de los viñedos vulnerables a las heladas, un total de 39.538 hectáreas en Galicia, Castilla-León, Navarra, País Vasco y Castilla-La Mancha. Y de los afectados por el pedrisco, unas 54.722 hectáreas en Comunidad Valencia, Murcia y Valle del Ebro.
Así, el plan de la FEV para acomodarnos a las nuevas condiciones señala la necesidad de luchar con una perspectiva global y tomar una serie de medidas con dos objetivos: la adaptación, para amortiguar los impactos, riesgo de daños y vulnerabilidad; y la mitigación, la reducción de emisiones o incremento del secuestro del carbono.
En la misma línea que Sotes, establece las distintas acciones que se deben llevar a cabo entre ellas la adaptación del suelo, cambios de variedades, traslados, riego solar, uso adecuado de fertilizantes, molinos antiheladas, entre otros.
La estimación de inversión necesaria para la adaptación de los viñedos vulnerables supondría un total de 2107 millones de euros, que tendría que contar con inversión privada y pública y facilidades de financiación para un plazo de cinco años poder llevar a cabo los cambios descritos.