De la alcaldesa más veterana a la más joven: mujeres con bastón de mando en Guadalajara

Pocos cambios más profundos experimentados por la política municipal que la incorporación de las mujeres. Esto se ha traducido en los primeros escalafones de la actividad institucional, pero también en el ámbito municipal. Un ejemplo paradigmático de esta transformación es la provincia de Guadalajara.

Si a comienzos de los 90 apenas había tres alcaldesas en los 288 municipios que integran esta provincia, en la legislatura que se cierra con las elecciones del 26 de mayo han sido 47 las regidoras que han ostentado el bastón de mando.

Leopoldina Peinado, 76 años, alcaldesa de la localidad serrana de Membrillera desde 1991 por el PSOE; e Irene Vicente, 32 años, alcaldesa de Valdesotos desde 2015 por el PP muestran la creciente presencia femenina en los ayuntamientos de Guadalajara. Veterana y novel, coinciden en subrayar la importancia del acceso de las mujeres en la política local. Ambas aseguran que recibieron un respaldo “sin fisuras” de sus respectivos partidos y también de los vecinos de las localidades que gobiernan.

Según relata Leopoldina, la idea de aspirar a la Alcaldía surgió espontáneamente entre los vecinos y no originó ninguna reticencia por ser mujer: “La gente no miró el hecho de que fuera la primera mujer en llegar al ayuntamiento y, es más, me empujaron a que me presentara a las elecciones. Pensaban que podía seguir aportando al progreso del pueblo como así ha ocurrido porque ha pegado un cambio total desde entonces”.

Cuando Irene Vicente se refiere al papel de la mujer en política y a su propia experiencia como alcaldesa denota arrojo, quizá porque ha crecido en una sociedad masculina y haciendo tareas que se han vinculados tradicionalmente a ellos: “Durante mi vida me he demostrado a mí misma que puedo con muchas más cosas que cualquier hombre y que todo aquello que me he propuesto, lo he conseguido o, por lo menos, lo he intentado. He conducido mi tractor, he manejado la desbrozadora y ante las críticas de ”Adónde vas que eres mujer y joven?“’, contesto: ”Me da igual y digo que a lo mejor tengo más fuerza que tú como hombre. Somos las mujeres las que nos ponemos muchas veces nuestros límites, pero si queremos, podemos con todo“.

La historia de Leopoldina con Membrillera se remonta a comienzos de los años 70, cuando la actual regidora, de origen salmantino, aterrizó en la localidad de la mano de su marido, nacido en este municipio serrano y a quien conoció en Catalunya. Ambos emigraron allí años antes para trabajar. Durante este tiempo fundó, junto a otros vecinos, la Asociación Cultural de la localidad, integrada por 1.200 socios.

Además, se involucró en que la población avanzara en un momento en el que muchas personas habían emprendido ya el camino del éxodo a la ciudad. Años más tarde tomó la decisión de presentarse a las elecciones en 1991. Su triunfo la convirtió en la primera mujer alcaldesa del municipio: “Ha sido experiencia gratificante en la que la gente me ha apoyado y ha valorado el trabajo realizado para que la población progrese”, asegura Peinado a eldiarioclm.es

Hace 28 años, Membrillera carecía de servicios básicos como agua, luz o pavimentado en las calles. Ahora su fisonomía ha cambiado radicalmente hasta convertirse en una población donde los hijos jubilados del pueblo han regresado y las generaciones más jóvenes se han construido casas para disfrutar de los periodos vacacionales. “Me he esforzado en dar los mayores servicios a la población para que los vecinos se encuentren a gusto y siempre mirando en hacer el bien al pueblo” explica.

Entre los proyectos que ha emprendido como edil destaca la construcción de un museo etnográfico, dos bibliotecas, una piscina y una pista deportiva. Sin embargo, otro logro del que se siente “satisfecha” y que resulta “fundamental” es la residencia de mayores: “Mantiene población y da empleo a varias personas en un momento muy delicado para el medio rural”, puntualiza.

Precisamente, la despoblación acuciante que sufre la Guadalajara rural es una de las mayores preocupaciones para la alcaldesa. A su juicio, “no puede ser que solo se tenga en cuenta la población de un territorio, porque entonces nada es rentable en el medio rural y la realidad es que sigue habiendo deficiencias y queda mucho por hacer aún en servicios básicos”.

Membrillera, que cuenta con un centenar de habitantes censados, de los que apenas 60 personas permanecen durante todo el año, es un municipio fértil rodeado del agua del Bornova y del Henares que riega sus campos agrícolas. Pero los agricultores locales se van jubilando y emprender otras actividades en la zona se antoja “complicado” –tal como subraya Leopoldina- por la carencia de infraestructuras, lo que dificulta el asentamiento de nuevos pobladores en el municipio.

En opinión de la veterana alcaldesa, “es muy difícil que se vuelvan a repoblar muchos pueblos porque falta infraestructura, la calidad de internet es insuficiente y la televisión falla también”. Y añade: “Existe una gran desigualdad entre unas y otras localidades en función de la población y solo se salvarán los pueblos bien comunicados, mientras que en municipios pequeños como el nuestro es una lucha conseguir ayudas para avanzar”.

En este sentido, el Ayuntamiento reclama desde hace años el asfaltado de la carretera rural que conduce a la cercana localidad de San Andrés del Congosto. “Es un camino rural que de estar arreglado ahorraría más de media hora en el trayecto para que llegar al pueblo, pero los ayuntamiento pequeños no tenemos capacidad económica para asumir la obra”.

Lucha contra la despoblación

En la misma línea e igual de contundente se manifiesta Irene Vicente, una de las alcaldesas noveles de la provincia. “Los pueblos necesitan subvenciones y una fiscalidad especial para atraer empresas y nueva población. No se entiende que quien decide emprender una quesería en un pequeño municipio, pague los mismos impuestos y no se encuentre más que barreras burocráticas”. A su juicio, “lo único que ocurre es que el emprendedor desiste de la idea o se ve forzado a cerrar el negocio al cabo del tiempo ante la falta de apoyo”.

Irene Vicente conoce de primera mano la situación del mundo rural y cómo su localidad, Valdesotos, ha visto mermada su población y su tejido productivo ante la falta de actividad. No en vano, lleva 32 años viviendo en este municipio y ha experimentado en primera persona la “frustración de no poder poner en marcha una explotación de ganado ovino por los obstáculos de la Administración”.

Así que las circunstancias han hecho que trabaje como cocinera en la cercana localidad de Tamajón, aunque sigue residiendo en su pueblo con su marido y su hija de ocho años. “Es complicado, aquí no se puede vivir de nada e incluso una empresa de la localidad que fabricaba señales de tráfico y llegó a emplear a 30 personas de la comarca tuvo que cerrar el año pasado, sin recibir ayudas”.

Hija y nieta de ‘cucos’ -como son conocidos los habitantes de Valdesotos- la andadura de Irene en la política municipal arrancó en 2011. Ese año se presentó como concejal por el PP para apoyar a su primo, que había sido alcalde, también por el mismo partido a lo largo de 20 años. Cuatro años después tomó la decisión de optar al bastón de mando. “Habíamos luchado mucho, no había relevo, y el cariño que siento hacía mi pueblo me llevó a intentar ser la alcaldesa”.

Un propósito que logró al ser elegida primera edil en las elecciones en mayo de 2015. Ahora, una vez concluida la legislatura, considera que ha sido un tiempo “duro”. “La considero como la peor legislatura por asuntos del pueblo que se deberían haber resuelto ya hace años; con mucho trabajo y críticas, pero cuando eres alcaldesa tienes que aprender a encajar las críticas y tirar para adelante tomando las decisiones que creas mejor para todo los vecinos”, explica Vicente a este digital.

El proyecto que ha centrado el esfuerzo de Irene en su primer mandato ha sido la reconversión de un antiguo molino de aceite de propiedad privada, situado en un terreno municipal, en un centro social para acoger las comidas populares y festejos de la población. Según relata, “al ver que los dueños no se ponían de acuerdo y el molino corría riesgo de derrumbe, decidí tirarlo abajo para construir un lugar de encuentro para todos”.

Valdesotos es un recoleto pueblo de la Serranía en el que viven 12 personas. Seis de ellas -todos hombres solteros- llegaron recientemente a la población. Sin agricultura ni ganadería, el turismo supone ahora, paradójicamente, un quebradero de cabeza para el Ayuntamiento: “Soy consciente de que voy en contra de los pueblos, pero el turismo nos afecta negativamente”, asegura Vicente. Enclavado en el Parque Natural de la Serranía de Guadalajara, la intensa promoción que se hace de esta bella zona natural en Internet, atrae cada vez a más turistas a la zona. Algo que preocupa a la alcaldesa, quien afirma que “el turismo está masificando el pueblo, no hay control y la gente viene, aparca donde quiere, no deja dinero en la población y tira la basura”.

Sin embargo todas estas dificultades no le han hecho cejar en su empeño de continuar trabajando por su pueblo. Además cuenta con el apoyo de sus vecinos que le animaron a concurrir nuevamente a las elecciones locales. Así que, siguiendo los pasos de Leopoldina en Membrillera, tratará de revalidar la vara de alcaldesa y la confianza de su gente durante cuatro años más: “Siempre quedan cosas por hacer y ante la posibilidad de que llegara alguien de fuera, decidí que debía seguir para mejorar la vida en el pueblo y concluir la construcción del centro social en el antiguo molino con la ayuda de la Diputación, mi mayor ilusión”, concluye.