Ángela Crespo, arqueóloga experta en gestión cultural: “Es necesario el debate sobre la descolonización de los museos”

Carmen Bachiller

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La arqueóloga Ángela Crespo acaba de recibir el Premio Alumni Cultural de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) junto a Youssef Taki Miloudi. 

Hablamos de esta toledana, especialista en gestión del patrimonio cultural e investigadora en el patrimonio de la guerra civil española. Forma parte del grupo de estudio Cota 667-Arqueología y Patrimonio.

Profesional autónoma, arqueóloga, madre y uno de los activos de la divulgación del patrimonio en la provincia, trabaja en la actualidad en una investigación sobre las fortificaciones del frente en la Batalla de Guadalajara, allá por 1937. Un estudio con visos divulgativos de cara a los 90 años que cumplirá la efeméride en 2026.

Con ella hablamos de su profesión – su trabajo sobre la Batalla del Jarama en Pinto (Madrid) fue reconocido con el premio extraordinario de la Universidad de Castilla-La Mancha, y hoy en día el yacimiento de Los Yesares en Pinto forma parte de la Red de Yacimientos Visitables de la Comunidad de Madrid- y de las dificultades para los arqueólogos de encontrar estabilidad laboral.

Cree que el patrimonio cultural no debe considerarse de manera aislada, sino desde una visión integral que abarque las particularidades económicas y demográficas de cada zona y que descolonizar museos puede ser una oportunidad para el medio rural. 

¿Cómo valora haber recibido el Premio Alumni Cultural de la UCLM?

Me hace ilusión. Es un reconocimiento al trabajo de todo el equipo y a la familia que me apoya. Es muy positivo dar a conocer el patrimonio local porque es una herramienta de desarrollo. Siempre he luchado por eso. Soy de pueblo y siempre veía que las posibilidades del desarrollo local estaban en el patrimonio y en la cultura. Bien gestionados, claro. El premio es un empujoncito para seguir trabajando en esa línea.

Además, es la forma sostenible de hacerlo. Está bien que se instalen placas solares, pero no es la manera de potenciar el desarrollo local ya que destruyen paisaje y rasgos culturales propios de los pueblos. Aunque pongamos unas poquitas placas solares, creo que hay que concentrarse en potenciar el patrimonio de cada pueblo.

¿Le queda mucho recorrido a Castilla-La Mancha arqueológicamente hablando?

Castilla-La Mancha es un todavía un diamante en bruto arqueológica, etnográfica y culturalmente hablando. Desgraciadamente nos quedamos solo con lo que se ve en la parte de arriba.

Pongo el ejemplo de los vinos: hablamos de tal o cual exquisito vino o bodega, pero nos quedamos ahí. No vemos la raíz. Creo que el patrimonio debería operar como un árbol: las raíces nos mantienen arraigados a la tierra. Es lo que denomino ‘Proyecto árbol’. Las raíces. La forma de vivir el campo. Todo eso se queda en una anécdota y hay que darle más importancia. A la gente le gusta que el cuenten historias y no quedarse solo en probar una copa de vino, comprarlo o no comprarlo.

Es decir, una visión integral a la hora de dar a conocer el patrimonio…

Claro. Siempre se dice… Vamos a poner una oficina de turismo para que traiga visitas. ¿Y? Lo hacemos… ¿Y? Enseñamos la iglesia y ya.

Es que tenemos que crear una cadena de eslabones fuertes. La oficina de turismo está bien siempre que tengamos claro quién y qué va a disfrutar.

Los arqueólogos no hemos sabido contar nuestra profesión. Somos necesarios para aportar soluciones culturales, trabajando al unísono con los arquitectos en proyectos de rehabilitación… Nos cuesta

¿Hay que reivindicar el papel de los arqueólogos dentro y fuera de las universidades?

Sí. No es habitual el reconocimiento a los arqueólogos. Quizá no hemos sabido contar nuestra profesión. Todo el mundo piensa que lo único que hacemos es parar obras para sacar restos.

También hay otras profesiones que no nos han ayudado. Ahora ya trabajamos de forma más conjunta. Estudiamos restos que nos dejaron las sociedades en el pasado, pero también hacemos otras cosas. No nos hemos detenido a decir que somos necesarios por ejemplo para aportar soluciones culturales, trabajando al unísono con los arquitectos en proyectos de rehabilitación… Nos cuesta.

En la memoria que presentó a los II Premios Alumni sobre su trayectoria deja claro que su anhelo de pertenecer contractualmente a la Universidad de Castilla-La Mancha aún no se ha materializado. ¿Sigue siendo difícil la estabilidad de los investigadores?

Soy autónoma desde 2012. Y sigo. Al principio cuando empezamos con Cota 667 no sabíamos si íbamos a poder pagar la cuota. Con las universidades seguimos trabajando y, en algunos casos algunos proyectos son incluso más rentables como autónomos que si hubiera un contrato, pero creo que hay un problema en general: es complicadísimo acceder a contratos de ayudante-doctor.

Es casi imposible, aunque cuenten contigo para clases, seminario, para tutorizar trabajos de los alumnos… Eso sí, sin plaza. El hecho de presentar mi candidatura a los Premios Alumni ha sido una forma de reivindicarme.

¿Es la suya una especialidad que interesa los jóvenes a la hora de elegir carrera?

Mi padre quería que hiciera Magisterio Musical. Me decía que la Historia es muy bonita pero que no iba a tener salidas, pero trabajé desde tercero de la carrera en el yacimiento arqueológico de Vega Baja.

Hay trabajo, pero tienes que ser creativa y posicionarte. Como en todo. Siempre les digo a mis alumnos que, sobre todo, tienen que creérselo. Deben creerse que el patrimonio cultural proporciona desarrollo local.

Gestiono el Museo de las Cuevas de Méntrida, en Toledo. Abrimos solo fines de semana desde 2021 y ya han pasado 4.000 personas.

Se habla mucho ahora de la IA. ¿Puede la inteligencia artificial ayudar a la arqueología?

Durante la entrega de premios un catedrático de la Universidad de Santiago nos habló de la IA. Me encantó. Yo no la temo. Creo que es una herramienta que nos puede venir bien.

La IA quizá nos ayude a explicar quiénes somos los arqueólogos: ni tan malos ni como Indiana Jones

Nosotros podemos ponerle límites, ella a nosotros no. Para controlarla hay que estudiarla y conocerla. 

Quizá nos ayude a explicar quiénes somos los arqueólogos: ni tan malos ni como Indiana Jones.

Recientemente has publicado una monografía sobre la fortificación de campaña y su evidencia arqueológica en la provincia de Toledo, 1936-1939, dentro del Plan Regional de Estudios sobre la Memoria Democrática de Castilla-La Mancha.

Sí, a raíz de la tesis doctoral de la que publicaré un libro, he tenido la oportunidad de seguir documentando restos de la guerra civil. Ahora mismo estamos trabajando sobre los de la ‘Batalla de Guadalajara’. Es necesario seguir, queda mucho por saber.

He querido profundizar en la importancia de las pequeñas cosas de la historia como dice Alfredo González-Ruibal. Hubo protagonistas y hechos que ocurrieron y que no conocemos. La arqueología, la historia, la gestión del patrimonio y el turismo pueden conseguir ponerlos en su lugar.

En dos años se celebra el 90 aniversario de la Batalla de Guadalajara. Todos los años son importantes, pero es el momento para divulgar sobre la guerra civil. No podemos dejar la oportunidad.

Hay un movimiento que reivindica la divulgación turística del patrimonio de la guerra civil española. ¿Qué le parece?

Es importante para la difusión histórica y patrimonial más que lo turístico. Cuando tenemos lo primero, llega lo segundo que está asociado más a lo económico, a la industria.

Todo debe estar enlazado. Eso nos permitirá hablar de Red Turística. La cadena de valor es importante y como fin último el desarrollo local social y turístico.

¿Pero cree que hay interés real en divulgar el patrimonio de guerra en Castilla-La Mancha?

Sí porque es muy cercano en el tiempo. Quien más y quien menos tiene un abuelo, un tío que ha contado sus vivencias: ver la trinchera en la que estuvo el abuelo y recordar lo que contaba resulta interesante.

¿Eso es posible más allá de lo ideológico?

Soy de las que considera que estudiamos los restos materiales sin interpretarlos. Te lo puedes o no creer.  Tenemos documentos que explican lo que ocurrió por ejemplo en Añover de Tajo, en Toledo. Lo contamos en las rutas. Es lo que hay.

Lo que ha aparecido en el campo de concentración de Jadraque, en Guadalajara es lo que hay. Si alguien lo quiere desvirtuar, es problema suyo. Hay que explicarlo de forma didáctica.

¿Cuál es el trabajo que se está haciendo en Guadalajara, dentro de esa investigación sobre una de las grandes batallas de la guerra civil?

Estamos rematando el proyecto, con la redacción de una memoria final, que localiza las estructuras, las fortificaciones para defender posiciones que quedan de la Batalla de Guadalajara. Todas datan de marzo de 1937. Están situadas en el eje de la actual A-2 Madrid-Barcelona, entre Taracena y Mirabueno. Corresponden a la primera Batalla de Guadalajara.

Trabajamos junto a Luis Antonio Ruiz Casero, experto en el frente de esta provincia. Lo hacemos en colaboración con la Cátedra de Memoria Democrática de la Universidad de Castilla-La Mancha y la Consejería de Cultura.

Hay un tema de debate que es el de la descolonización de los museos. ¿Qué opina?

Me parece bien, siempre y cuando se garantice que las piezas van a estar cuidadas. Entiendo que Grecia quiera los frisos del Partenón, cómo no lo voy a entender.

En Toledo es necesario que haya un museo arqueológico como el de Santa Cruz, pero creo que hay piezas almacenadas y muy bien catalogadas que nunca ven la luz. Quizá crear pequeños museos locales con garantías de conservación permitirían su divulgación y ese desarrollo local del que hablaba. Antes de que se queden en una nave sin que nadie las vea, mejor que estén ahí.

Es una forma de que el patrimonio se expolie o que la gente las deje guardadas en casa. Es verdad que hay una ley que lo protege pero... El debate sobre la descolonización de museos es necesario.