Estaba en una necrópolis del municipio de Alcubillas, en Ciudad Real y es un “hallazgo excepcional”, tal y como lo describen los arqueólogos que lo encontraron. En una de sus tumbas localizaron un colgante fabricado en Egipto entre los siglos VII y VI antes de Cristo (a.C.)
Se trata de un escarabeo, una pequeña pieza de pasta vítrea, que muestra un coleóptero (un escarabajo sagrado en este caso), cuya base presenta una inscripción con cinco caracteres jeroglíficos egipcios. Es un sello que puede identificarse con el nombre de Psamético, un nombre usado por varios faraones en los primeros reinados de la dinastía XXVI.
“Como elemento de ajuar, destaca, por su carácter inusual”, dice el estudio que describe el hallazgo. Ha sido publicado por la revista científica Pyrenae (Journal of Western Mediterranean Prehistory and Antiquity), vinculada a la Universidad de Barcelona, tras un riguroso proceso de revisión por pares ciegos externos.
La investigación la firman varios miembros de un equipo multidisciplinar compuesto por José Luis Fuentes, Luis Benítez de Lugo Enrich, María José López Grande, Paquita Velázquez, María Benito, Pilar Mata, Alexandra Muñoz, Victoria Peña y Alfredo Mederos.
Benítez de Lugo, codirector del estudio junto a José Luis Fuentes, explica a elDiarioclm.es que “es muy interesante porque el escarabeo aparece asociado a los restos de una mujer, aunque su tumba no tiene por qué ser de la misma época”, aclara.
Los análisis de la pieza han llevado a la conclusión de que fue fabricada no más tarde de los reinados de los dos primeros faraones con el nombre de Psamético. Era un momento en el que la actual España estaba poblada por la cultura íbera. “Era el inicio de la colonización griega y fenicia que tomaba contacto con los íberos, muy anterior a la etapa romana”.
El escarabeo encontrado es una pieza pequeña pero espectacular, ya que ha sido hallada en un contexto no alterado. Estaba dentro de una urna que contiene los restos de una mujer, en una sencilla tumba colectiva con otras dos urnas más. Se cree que el depósito del escarabeo se produjo hacia mediados o en la segunda mitad del siglo VI a. C.
Es cierto que se han encontrado ejemplares muy similares en Egipto y en diferentes contextos mediterráneos, pero en este caso, diversos detalles de la inscripción y, particularmente, el elevado número de estas piezas documentadas en el país del Nilo, sugieren que se trata de un escarabeo producido en talleres egipcios.
¿Qué hace un adorno egipcio en una tumba íbera de Ciudad Real? En realidad, dice el científico, no resulta tan extraño teniendo en cuenta el movimiento comercial de la época.
Fuera de Egipto, aparte de la pieza en estudio, se encontraron quince ejemplares similares a este en el ámbito mediterráneo, fruto del contacto económico y cultural entre Egipto y quienes movían las mercancías a través del mar. Quizás el más parecido al de la necrópolis del Toro sea el hallado en Khirbet el-Maqatir (Israel), en cuando a inscripciones y material de fabricación.
De hecho, los investigadores tienen previsto publicar un segundo estudio complementario para establecer paralelismos entre el escarabeo de Ciudad Real y otros en el contexto mediterráneo. “Hay muy pocos”.
Hay que tener en cuenta que en esta provincia se han encontrado evidencias de importación con los hallazgos de cerámicas griegas áticas en Alarcos, Calatrava La Vieja, el Cerro de las Cabezas, Alhambra, Motilla de los Palacios, La Bienvenida, Los Toriles y la propia necrópolis del Toro, solo por poner algunos ejemplos.
También existen restos de influencias arquitectónicas y claras manifestaciones del trasiego comercial con el mundo fenicio-púnico, con orfebrería en oro. “Es uno de los marcadores de lujo y poder más notables en estas comunidades”, resaltan los investigadores. Un ejemplo es el anillo de la Edad del Hierro encontrado en Alcubillas y que hoy se exhibe en el Museo de Ciudad Real.
La desconocida mujer ‘propietaria’ del escarabeo
La urna en la que estaba el escarabeo es una de las tres encontradas. Estaban bien conservadas y eso ha facilitado el estudio antropológico de los pocos huesos que contenían sin cremar, además de conclusiones sobre ciertos rituales. “Hemos conseguido tres dataciones que nos señalan el momento de la muerte y enterramiento e incluso verificar una anomalía. La tumba más antigua está sobre las otras dos. Es una inversión estratigráfica. Eso significa que fueron reubicadas”.
El escarabeo, un colgante del tamaño de un judión, habría pertenecido a la mujer de mediana edad allí enterrada. “La duda es si era una mujer egipcia o una mujer íbera con posibilidades económicas para comprar o cambiar en trueque este objeto de prestigio”.
Para los investigadores, el hallazgo de la primera pieza netamente egipcia en el contexto de un ámbito funerario tan rico e interesante como el de la necrópolis del Toro viene a ratificar la antigüedad e importancia que tenían en este lugar las aristocracias y las clientelas de los poblados que habitaban el valle medio del Jabalón entre los siglos VII-IV a. C.
¿Qué es la necrópolis del Toro de Alcubillas?
La necrópolis del Toro se encuentra al sudeste de la provincia de Ciudad Real, en la comarca del Campo de Montiel, en un territorio surcado por el valle fluvial del río Jabalón, un importante afluente de la cuenca alta del río Guadiana.
Le debe el nombre a un hallazgo de 1977 de dos vecinos del pueblo, Basilio Fernández Mejía y Vicente Álvarez Arcos, mientras realizaban labores agrícolas a 3,5 kilómetros de Alcubillas. Fue entonces cuando salió a la luz un fragmento de escultura tallada en arenisca roja del Triásico. Correspondía a la cabeza y las extremidades delanteras de un toro en posición erguida. Ahora se sabe que formaba parte de uno de los monumentos funerarios que se erigieron en el lugar hace más de 2.000 años.
“Esta cabeza y el anillo son dos piezas únicas en Castilla-La Mancha y muy importantes en la cultura íbera”, señala Benítez de Lugo. Fueron las pistas para iniciar una investigación más sistemática y contextualizada sobre lo que resultó ser una necrópolis
En esa época, entre los siglos VI y V a.C. el valle estaba organizado como un importante conjunto de oppida (poblados). Todas las evidencias monumentales de esta necrópolis la sitúan como uno de los espacios funerarios más antiguos de la provincia de Ciudad Real durante la Edad del Hierro.
En la necrópolis han documentado hasta doce sepulturas que corresponderían a personas de la aristocracia. “Los posibles objetos de ajuar de estas tumbas aristocráticas se hallaban muy fragmentados y mezclados juntos con los restos de las esculturas funerarias”, explica el estudio.
Luis Benítez de Lugo se muestra crítico con la falta de protección de este tipo de yacimientos. La actividad agraria sobre el terreno no cesó hasta que el propio arqueólogo, tras elaborar la carta arqueológica del lugar, pactó que el propietario le arrendase la tierra. “Lo hice de mi propio bolsillo. Seguían apareciendo piezas de vidrio fenicias, pero nadie lo había protegido”.
Se realizaron sondeos arqueológicos en los que aparecieron restos de enterramientos. La empresa E2IN2 adquirió los terrenos para su vallado, protección y posterior estudio de los restos, sin ayudas públicas.
Las excavaciones arqueológicas han sido financiadas por las consultoras de Arqueología Oppida y Anthropos. El esfuerzo inversor ha sido totalmente privado, sin participación de las administraciones públicas. Eso sí, los objetos se encuentran depositados, tras ser catalogados y restaurados, en el Museo de Ciudad Real, donde pueden visitarse. Forman parte de la exposición ‘Atempora Ciudad Real. Un legado de 350.000 años’.
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