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La “dejadez” con el poblado de Villaflores, exponente de la arquitectura ecléctica española

23 de marzo de 2022 20:06 h

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La ruina, la vandalización y el abandono son hoy la tarjeta de presentación de uno de los conjuntos arquitectónicos más destacados de la ciudad de Guadalajara. Se trata del poblado de Villaflores, situado a las afueras de Guadalajara y del que existen referencias desde el siglo XIV, en unos terrenos que albergaron zonas de labor, pero que también se caracterizaban por las praderas, los barrancos destinados a pastos o los encinares.

Fueron comprados en 1886 por María Diega Desmaissiéres y Sevillano, condesa de la Vega del Pozo y duquesa de Sevillano, que los convirtió en colonia agrícola en la que, en sus mejores tiempos, se levantó un conjunto arquitectónico formado por un edificio principal, viviendas, una bodega, capilla, un aljibe, almacenes y un gran palomar.

“Quizá es menos conocido, pero su importancia desde el punto de vista arquitectónico es muy grande”, explica el profesor de Expresión Gráfica Arquitectónica de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Alcalá (UAH), Antonio Miguel Trallero, quien destaca la figura de su autor, el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco.

“Es uno de los mayores representantes, si no el mayor, de la arquitectura ecléctica española”, cuya obra data de finales del siglo XIX y principios del XX. “Trabajó mucho en restauración de monumentos, desde la Alhambra de Granada o la Mezquita de Córdoba, pasando por la catedral de Burgos e hizo obras tan emblemáticas como el Palacio de Cristal del Retiro y el Ministerio de Agricultura en Madrid” y la condesa formó parte de la “escasa” clientela de particulares de este arquitecto que trabajó, sobre todo, para la Administración pública.

“Para ella construyó un palacio, el actual colegio Maristas, aprovechando la antigua casa familiar, aunque la obra más importante es el conjunto en el que hoy se ubica el colegio Adoratrices o la iglesia Santa María Micaela”.

El legado arquitectónico de Villaflores

Este doctor en Arquitectura y en Historia hace un llamamiento a la recuperación y valorización del conjunto frente a la “dejadez” a la que ha sido sometido con el paso del tiempo.

“Es una de esas obras que, como conjunto, sería obligatorio conservar. Su pérdida -y algunas cosas son ya irrecuperables- sería una auténtica pena”, debido a que tiene “un gran valor urbanístico y arquitectónico, en el que el autor mostró su personalidad, aunando junto a técnicas constructivas tradicionales () de inspiración mudéjar, los más modernos materiales de la época, pese a tratarse de un poblado agrícola”.

Y es que el edificio principal del poblado de Villaflores es una gran construcción de planta cuadrada y dos alturas que deja en su centro un patio en el que existe otra construcción también de planta cuadrada.

La fachada principal tiene un gran desarrollo horizontal y en su centro se sitúa la puerta de acceso sobre la que había un frontón en el que se encontraba el escudo de la familia y un reloj que se remataba con un campanario. En 2016 se hundió arrastrando la estructura de la cubierta y el forjado intermedio.

Los muros están construidos con mampostería de piedra caliza blanca entre hiladas y rafas de ladrillo rojo, recorrido horizontalmente por una imposta y rematado superiormente por una cornisa de ladrillo. Esta fábrica mixta sigue la tradición mudéjar de la ciudad, utilizando el cambio de materiales, y consecuentemente su cambio cromático, con carácter compositivo.

El forjado intermedio es de viguetas de madera y la estructura de la cubierta en los cuerpos laterales y posterior está realizada por una magnífica estructura de par-hilera, mientras que, en el cuerpo de la fachada principal, se combina con pies derechos y jabalcones también de madera.

Las soluciones constructivas y estructurales tradicionales contrastan con otras aplicadas con carácter puntual, como la alineación de pilares de fundición y vigas metálicas, actualmente perdidos, que dividían el resto de los cuerpos del edificio.

En cuanto a la planta baja del edifico principal tenía un uso residencial y en ella, a pesar del carácter agrícola de la finca, se emplearon materiales constructivos novedosos como son sus pavimentos hidráulicos policromados y chimeneas de cuidada ejecución.

El palomar es sin duda el elemento más llamativo del conjunto. Está formado por dos cilindros concéntricos, el exterior cubierto por medio de una cubierta plana y el interior que cuenta con una planta más, que se remata por medio de una cúpula semiesférica.

Su peculiaridad y belleza ha servido también de escenario cinematográfico, en particular, recuerda el profesor para ‘Retrato de Familia’ (1976), película basada en la obra de Miguel Delibes y protagonizada, entre otros por Antonio Ferrandis, Mónica Randall o Miguel Bosé. “En la película todavía se observa que estaba en uso”, dice el profesor.

Un conjunto declarado Bien de Interés Cultural, pero sin protección

El poblado de Villaflores está considerado Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de Conjunto Histórico y en teoría debería estar protegido. Fue precisamente este profesor de la Escuela de Arquitectura Técnica, Antonio Miguel Trallero, el que impulsó su reconocimiento.

“Dos alumnas hicieron un trabajo de investigación, que sirvió como proyecto de fin de carrera, en 2010 y también como base para solicitar, desde la Universidad de Alcalá, la declaración de BIC en un momento en el que los edificios ya estaban en mal estado”. La decisión se paralizó durante varios años. Y no se consiguió hasta el año 2015.

Desde un punto de vista urbanístico, los terrenos sobre los que se encuentra están clasificados como Suelo Urbanizable, con excepción de una pequeña porción, en la que se encuentra el Aljibe, que está clasificada como Suelo Rústico.

En 2008 se aprobó el Plan Parcial del Sector en el que se encuentra este conjunto. Por otro lado, la declaración de Conjunto Histórico determinó la obligación de redactar un Plan Especial de Protección incluyendo entre otros, un catálogo de todos los elementos significativos definiendo sus valores y tipos de actuación, un estudio histórico y los criterios relativos a las actuaciones que puedan llevarse a cabo. Este documento fue redactado en el año 2017 y en la actualidad su tramitación se encuentra paralizada, sin que se hayan tomado ninguna medida tendente a frenar su deterioro.

El Ayuntamiento de Guadalajara anunció en septiembre de 2021 que trabajaba en un Plan Especial para consolidar cubiertas y muros y reconocía la falta de inversión “en los últimos 20 años”, pero no se ha avanzado hasta la fecha en su puesta en marcha y el profesor pide “poner medios” para evitar que continúe su deterioro. 

La ruina, la vandalización y el abandono son hoy la tarjeta de presentación de uno de los conjuntos arquitectónicos más destacados de la ciudad de Guadalajara. Se trata del poblado de Villaflores, situado a las afueras de Guadalajara y del que existen referencias desde el siglo XIV, en unos terrenos que albergaron zonas de labor, pero que también se caracterizaban por las praderas, los barrancos destinados a pastos o los encinares.

Fueron comprados en 1886 por María Diega Desmaissiéres y Sevillano, condesa de la Vega del Pozo y duquesa de Sevillano, que los convirtió en colonia agrícola en la que, en sus mejores tiempos, se levantó un conjunto arquitectónico formado por un edificio principal, viviendas, una bodega, capilla, un aljibe, almacenes y un gran palomar.