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José María Rey Benayas, catedrático de la UAH: “En menos de una década habrá una transición agroecológica”

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Casi la mitad de la superficie terrestre del planeta y de Europa es un cultivo o un pastizal. En España, los cultivos y los pastos ocuparon el 30% y el 15%, respectivamente, del territorio en 2019. No hay que olvidar que la agricultura debe ser capaz de alimentar a los casi 10.000 millones de habitantes previstos para 2050 y, al mismo tiempo, reducir el impacto ambiental evitando contaminar, degradar el suelo o deforestar.

¿Cómo hacerlo? No parece tarea sencilla. José María Rey Benayas, catedrático de Ecología de la Universidad de Alcalá y presidente de Fundación Internacional para la Restauración de Ecosistemas (FIRE), acaba de presentar una Guía de Buenas Prácticas Agrícolas que pone el foco en el entorno agrario español “para inspirar a los agricultores y a otras personas vinculadas a la agricultura para que adopten prácticas agrícolas sostenibles”.

La guía, que se ha editado en colaboración con la Fundación Globalcaja HXXII, busca facilitar que este sector productivo conozca formas de trabajar que enriquezcan sus tierras sin mermar sus producciones y, al mismo tiempo se cuide el entorno natural.

Y es que hay determinadas políticas europeas que ya lo están reclamando. Es el caso de la Estrategia de la Granja a la Mesa y la Estrategia de la Biodiversidad para el año 2030. A ellas se suma la nueva Política Agraria Común (PAC) que quiere ser más ambiciosa desde el punto de vista ambiental incorporando siete ‘ecoesquemas’ con sus medidas asociadas para favorecer la llamada transición agroecológica con horizonte 2030.

“La guía está contextualizada teniendo en cuenta esos nuevos ecoesquemas de la PAC, aunque estas prácticas agrícolas son universales e independientes de las políticas”. En todo caso, recuerda, “la PAC incentiva la adopción de estas buenas prácticas”.

No solo se pretende dedicar el 25% de las tierras agrícolas a agricultura ecológica y aumentar los elementos paisajísticos ricos en biodiversidad, sino que se quiere detener y revertir la preocupante disminución de las abejas y otros polinizadores para evitar el efecto en cadena en plantas y animales y en el propio ser humano.

Se busca además reducir las pérdidas de nutrientes al menos un 50%, sin alterar la fertilidad del suelo, el uso de fertilizantes al menos un 20% y el uso y el riesgo de los plaguicidas químicos y más peligrosos en un 50%.

La agricultura sostenible es posible porque en el mundo actual desperdiciamos un tercio de los alimentos que se producen. Podríamos alimentar a muchas más personas con la producción actual

La Guía de Buenas Prácticas Agrícolas ayuda a cumplir de forma directa tres de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): Trabajo decente y crecimiento económico, acción por el clima y por la vida de los ecosistemas terrestres.

Por eso incide en la necesidad de transitar hacia una agricultura sostenible y ecológica. “La tarea de la sostenibilidad no es fácil a escala planetaria”, reconoce el catedrático, pero cree que “es posible porque en el mundo actual desperdiciamos un tercio de los alimentos que se producen. Podríamos alimentar a muchas más personas con la producción actual”.

Rey Benayas asegura que “no solo se produce en exceso, sino que la huella ecológica es enorme: con diferencia, la agricultura es la principal causa de los impactos ambientales en el planeta de forma directa o indirecta”. Se trata ahora de incrementar la ‘cultura’ de la sostenibilidad en un sector agrario “habitualmente inerte, que no es fácil de cambiar, como tampoco lo es explicar la necesidad de los cambios”.

Los cambios vendrán a través de dos vías. Por un lado, dice, “a través de un consumidor concienciado que demande una producción ambientalmente sostenible”. Por otro, “a través de políticas amplias de diversa naturaleza: ayudas e incentivos a las buenas prácticas y la formación y capacitación profesional en sostenibilidad de los actores principales del sector agrario”. De hecho, la guía se distribuirá entre agricultores, sindicatos agrarios, grupos de acción local, escuelas de capacitación, colegios profesionales, organizaciones conservacionistas o universidades, entre otros.

Entre las prácticas recomendadas en la guía se pone de manifiesto la necesidad de dar ‘descanso’ a la tierra mediante el barbecho para recuperar la fertilidad del suelo y la biodiversidad.

¿Y cómo convencer al agricultor de que esta práctica no le resta beneficios? El profesor Rey Benayas explica que “esta práctica no solo es obligatoria para acceder a ciertas ayudas del Pago Verde o a los escoesquemas de la nueva PAC”.

Asegura que no debe ser percibida como una práctica que resta rentabilidad. “Solo ocurre en el corto plazo porque a medio y largo plazo los campos recuperan fertilidad y son más adaptables al cambio climático. Eso redunda en una producción sostenida en el tiempo. Hablamos de cantidad, pero también de calidad e insisto en que el consumidor es cada vez más exigente. Eso también ha de reflejarse en los precios”.

La práctica del barbecho, añade, “supone una reducción de costes” y eso se aplica también a la práctica de usar las cubiertas verdes, fundamentales para la conservación, por ejemplo, de las aves esteparias (joyas de la fauna mediterránea) como método “eficaz y económico” para proteger el suelo de la escorrentía y de la erosión. A eso se suma que mejora, entre otras cosas, la retención de nutrientes hasta en un 91%, según un estudio de la Asociación Española de Agricultura de Conservación - Suelos Vivos. “Desde el punto de vista monetario, un productor debe hacer un balance entre los ingresos y los gastos, también de su tiempo, y el primer ingreso o ahorro es el no gasto”, dice Rey Benayas.

Combinar agricultura de conservación y ecológica y usar variedades locales

La guía da protagonismo a la agricultura de conservación porque mantiene la productividad y ahorra costes de 60 euros de media por hectárea. José María Rey Benayas explica que “la rotación de cultivos, su diversificación o el mínimo laboreo, además de las cubiertas verdes favorecen la biodiversidad y la producción. Es muy importante”.

“Lo ideal es la combinación de agricultura de conservación y ecológica porque esta última no permite la aplicación de herbicidas, matiza el presidente de FIRE.

También se apuesta por el uso de variedades locales tradicionales, aunque Rey Benayas reconoce que ya hay algunas “que se han perdido”. Por fortuna, explica, “hay bancos genéticos con colecciones de semillas de variedades locales y algunos proyectos que trabajan para su recuperación y conservación”. Se muestra optimista. “Estamos a tiempo de recuperar el uso general de muchas de ellas”.

Siete prácticas que permitirán optar a ayudas directas de la PAC

La guía incluye también siete prácticas sostenibles para que los agricultores y ganaderos puedan acceder al cobro de los las ayudas directas de los ecoesquemas de la nueva PAC.

1.- Pastoreo extensivo en pastos permanentes y pastizales.

El impulso del pastoreo extensivo real y efectivo (aprovechamiento a diente) pretende aumentar la capacidad de sumidero de carbono de los pastos. Deberá realizarse con animales propios, entre 90 y 120 días al año, de forma continua o discontinua, y con unas cargas ganaderas adecuadas.

2.- Siega sostenible y mantenimiento de márgenes sin segar en pastos.

Busca proteger y mejorar la biodiversidad en pastos permanentes y pastizales y consiste en una siega sostenible, con un número reducido de cortes al año, o en el mantenimiento de márgenes sin segar y de elementos del paisaje o espacios de biodiversidad. Deberá cubrir al menos el 7% de la superficie de pastos de siega de la explotación.

3.- Rotaciones de cultivos herbáceos.

Como regla general, cada año deberá cambiarse de cultivo al menos el 40% de la superficie de tierras de cultivos herbáceos, un porcentaje que puede reducirse al 25% por causas justificadas como, por ejemplo, cuando las especies plurianuales representen más del 25% de la superficie o las condiciones agroclimáticas sean adversas.

En superficies de menos de 10 hectáreas, habrá que diversificar con un mínimo de dos cultivos, entre otros requisitos.

4.- Siembra directa y agricultura de conservación.

Dicha práctica en tierras de cultivos herbáceos supone mantener la cubierta vegetal del suelo durante todo el año, suprimiendo el laboreo y realizando la siembra sin alteración mecánica del suelo. Se requerirá el mantenimiento de rastrojos sobre el terreno y rotar los cultivos.

5.- Superficies no productivas y elementos del paisaje.

Para conservar la biodiversidad en tierras de cultivo, se dejará un porcentaje de tierra sin cultivar adicional al 3% de elementos no productivos: al menos el 7% en superficies de secano y el 4% en áreas de regadío. En superficies de cultivos permanentes, el porcentaje será del 4%.

Esta superficie adicional podrá consistir en elementos del paisaje como márgenes, islas de vegetación, muros, setos, lindes y, en tierras de cultivos, barbechos semillados y zonas no cosechadas, con el objetivo de dar refugio y alimento a las especies.

6.- Cubiertas vegetales espontáneas o sembradas en cultivos leñosos.

En los periodos estipulados, se mantendrá una cubierta vegetal sobre el terreno como alternativa al manejo convencional del suelo, con el fin de evitar su erosión y aumentar su materia orgánica.

7.- Cubiertas vegetales inertes en cultivos leñosos.

Se depositarán en el suelo los restos de poda después de haber sido triturados, en lugar de quemarlos.

Toda esta información se distribuye en una colección de fichas elaborada de forma muy práctica y visual que ayudan en el tránsito hacia una agricultura de carácter sostenible, económicamente competitiva, respetuosa con el medio natural y adaptada al cambio climático, en la que se cuidan la calidad alimentaria y sanitaria, con menor riesgo de pérdida de cosechas, y que favorece la extensión de paisajes agroecológicos.

De esta forma, explican sus impulsores, “los agricultores se adelantarían a las líneas que viene marcando ya la Unión Europea”.

Camino de la transición agroecológica

De hecho, José María Rey Benayas cree que al menos en Europa “habrá en menos de una década una transición agroecológica” contando con un consumidor más exigente y demandante de productos de calidad, que promuevan la biodiversidad y que no tengan tanta huella ecológica.

“Ya hay estrategias que, aunque no son leyes, marcan el camino para una futura de legislación que gobernará la agricultura. De ellas, y de las propias publicaciones científicas, se deduce que, si ahora ya percibimos la transición hacia las energías renovables, en unos años pasará lo mismo con una producción de alimentos más sostenible”.

Una transición que, dice, “tampoco será fácil porque hay conflictos de intereses”, pero cree que ya “se ven brotes verdes como las cadenas de distribución de alimentos que están siendo más exigentes. Por ejemplo, con la producción en la cuenca del Mar Menor, por su enorme huella ecológica”.

Y cree que “es solo cuestión de tiempo que la Unión Europea legisle de forma más contundente en relación a la producción agrícola”.

La guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto la dependencia agraria de terceros países en productos como el girasol o el maíz. ¿Es algo que debe repensarse? Rey Benayas cree que “debe mirarse más hacia lo local y apostar por un mayor grado de autoabastecimiento. El consumidor también debe hacerlo”.

Y en esa apuesta incluye un cambio en la dieta. “Parte de las proteínas cárnicas deben sustituirse por las que aportan las legumbres, características de la Dieta Mediterránea. Especialmente en los países más desarrollados”. Eso, explica, evitaría reducir los insumos ligados a la producción agrícola (que también alimenta a la ganadería) tales como los regadíos, los fertilizantes y otros agroquímicos que producen contaminación. “No digo que no debamos comer carne, sino practicar un consumo responsable en sentido amplio”.

Casi la mitad de la superficie terrestre del planeta y de Europa es un cultivo o un pastizal. En España, los cultivos y los pastos ocuparon el 30% y el 15%, respectivamente, del territorio en 2019. No hay que olvidar que la agricultura debe ser capaz de alimentar a los casi 10.000 millones de habitantes previstos para 2050 y, al mismo tiempo, reducir el impacto ambiental evitando contaminar, degradar el suelo o deforestar.

¿Cómo hacerlo? No parece tarea sencilla. José María Rey Benayas, catedrático de Ecología de la Universidad de Alcalá y presidente de Fundación Internacional para la Restauración de Ecosistemas (FIRE), acaba de presentar una Guía de Buenas Prácticas Agrícolas que pone el foco en el entorno agrario español “para inspirar a los agricultores y a otras personas vinculadas a la agricultura para que adopten prácticas agrícolas sostenibles”.