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Cuando los museos salieron de los muros para convertirse en herramientas de participación ciudadana

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Hace años que los museos dejaron de ser espacios estáticos o gabinetes donde simplemente admirar las maravillas del mundo. Del concepto del Mouseion helenístico para albergar los saberes de la Humanidad, de “las cámaras de tesoros de la iglesia medieval”, de las colecciones en lugares institucionalizados de los siglos XVII o XVIII se fue pasando a espacios más abiertos, hasta que se rompieron moldes en el siglo XX con los llamados ‘ecomuseos’.

Nacieron para ayudar a los territorios y a sus comunidades a concienciarse sobre sus problemáticas y a buscar soluciones para superarlas. “Tenemos una visión de los museos como aquellos edificios en los que contemplar colecciones. Los ecomuseos usan las herramientas de la Museología, pero su objetivo final es el desarrollo social, cultural y económico de comunidades concretas y sus territorios”, que complementan a las funciones propias de los museos como la conservación, la investigación y la difusión.

El doctor en Museología, profesor y subdirector del Departamento de Historia y Filosofía de la Universidad de Alcalá (UAH) Óscar Navajas ha recibido recientemente el accésit al Mejor Proyecto Europeo de Investigación en los Premios de Investigación y Transferencia 2022 de la universidad por el proyecto Ecoheritage, Ecomuseums as a Collaborative Approach to Recognition, Management and Protection of Cultural and Natural Heritage.

Los ecomuseos surgieron entre los años 60 70 del siglo XX como respuesta al “descontento” con la forma de entender los museos, considerados por muchos profesionales como elementos “pasivos”.

“Se pensó entonces en museos más sociales, que pudieran servir de algo a la sociedad. ¿Por qué tenían que estar en un edificio si en realidad muchos de los bienes patrimoniales son creaciones del ser humano en interacción con su entorno?”, comenta el investigador.

“El museo salió de los muros y pasó a concebirse como un territorio. Y entonces ya no se habló de una determinada colección, sino de patrimonio natural y cultural, de una visión más global en la que se cuenta con los visitantes, pero también con los habitantes”.

Para el profesor, el “ideal” es que se construyan como “un pacto” entre las administraciones o gobiernos y la propia comunidad “a través de un diálogo horizontal”.

La Museología Social pasa por que “las comunidades puedan participar en las decisiones que se toman en su territorio en relación al patrimonio”. Y es que la cultura empieza en la conciencia. “Comienza en la cultura crítica que surge cuando los académicos o la cultura científica interactúa con la cultura popular y viceversa. Así surge la concienciación y participación comunitaria sobre cuestiones como la despoblación, la pérdida de alternativas económicas…”

En España existen más de 100 experiencias relacionadas con los ecomuseos. Los primeros nacieron en Catalunya. “Quizá por su cercanía con Francia, allí es donde surgieron para expandirse después por el mundo”, explica. Después se extendieron por Galicia y por Aragón, en particular en Teruel, hasta llegar a lugares como Castilla y León, Murcia o Castilla-La Mancha con expresiones muy variadas.

“Por ejemplo, en algunos sitios el foco es más turístico e institucional, otros pasan por la memoria democrática... En otros se trata de recuperar población y su objetivo pasa por hacer ver que esos territorios son habitables y luchar contra la despoblación. Los ecomuseos son formas de concienciar”.

El proyecto Ecoheritage

Ecoheritage es un proyecto Erasmus+ con financiación de la Unión Europea y formado por un consorcio de agentes y universidades de España (Universidad de Alcalá, Universidad de Jaén, On Projects Advising SL); de Portugal (International Movement for a New Museology Portugal, Universidad Lusófona de Lisboa); de Italia (Universita' Degli Studi di Milano-Bicocca, Comune di Parabiago) y de Polonia (Fundacja Miejsc i Ludzi Aktywnych).

El proyecto termina este mes de mayo de 2023 y su objetivo es crear una Red Europea de Ecomuseos (European Ecomuseums Online Network, EEON). Han confeccionado una base de datos para detallar la realidad de este tipo de espacios en los países participantes.

También se llevó a cabo un trabajo de campo para redactar un Manual de Buenas Prácticas, incluyendo entrevistas con la población y se han desarrollado herramientas metodológicas y módulos de formación “para quienes quieran crear o gestionar este tipo de experiencias. Se trata de herramientas de participación ciudadana, para manejar la sostenibilidad de los territorios… Se puede descargar de forma gratuita y ofrecemos asesoramiento”.

“Buscamos que en la red se inscriban los ecomuseos, los profesionales, los ayuntamientos…”, explica el investigador que, además, anuncia que el próximo 17 de abril se celebrará una reunión de difusión de los resultados del proyecto.

Será en una jornada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá de Henares a partir de las 10 horas. Para participar se puede escribir a oscar.navajas@uah.es

“Queremos contar cómo los ecomuseos pueden ayudar a los municipios, a los territorios. El objetivo es ser útiles”. En definitiva, fomentar la participación social, así como el desarrollo social, cultural y económico de las comunidades y territorios allí donde se implanten.

Los ecomuseos en Castilla-La Mancha

El investigador explica que en Castilla-La Mancha hay constancia de algunos proyectos. Uno de los más visibles es el Ecomuseo de la Sierra de Alcaraz y Campo de Montiel. O el Ecomuseo de Pinilla en la localidad albaceteña de Viveros. En Horcajo de los Montes (Ciudad Real) cita el Centro Etnográfico local desde un punto que da acceso al Parque Nacional de Cabañeros. En la zona existen dos centros de interpretación del territorio.

En Azuqueca de Henares (Guadalajara) se encuentra el Ecomuseo municipal de las Apiculturas del Mundo, con el que colabora la Universidad de Alcalá. Y en Cuenca, en concreto en el municipio de Enguídanos, se proyectó a principios de los años 2000 el Ecomuseo del Paisaje Cultural del Valle del Cabriel. Pero no todos los proyectos salen adelante o no están claramente definidos.

“Uno de los problemas con el que nos encontramos es poder constatar cuáles son ecomuseos y cuáles no, porque la tipología como tal no existe en la legislación estatal o autonómica”, reconoce el investigador. 

Hace años que los museos dejaron de ser espacios estáticos o gabinetes donde simplemente admirar las maravillas del mundo. Del concepto del Mouseion helenístico para albergar los saberes de la Humanidad, de “las cámaras de tesoros de la iglesia medieval”, de las colecciones en lugares institucionalizados de los siglos XVII o XVIII se fue pasando a espacios más abiertos, hasta que se rompieron moldes en el siglo XX con los llamados ‘ecomuseos’.

Nacieron para ayudar a los territorios y a sus comunidades a concienciarse sobre sus problemáticas y a buscar soluciones para superarlas. “Tenemos una visión de los museos como aquellos edificios en los que contemplar colecciones. Los ecomuseos usan las herramientas de la Museología, pero su objetivo final es el desarrollo social, cultural y económico de comunidades concretas y sus territorios”, que complementan a las funciones propias de los museos como la conservación, la investigación y la difusión.