Más de una década para acceder a un pueblo convertido en coto privado de caza
“Nací en este pueblo y no lo puedo olvidar. Los vecinos de Villaescusa de Palositos, allá en los años 70, nos tuvimos que marchar por causas injustificadas. Dejamos las casas vacías y la iglesia abandonada. Ay, ¡qué pena de mi pueblo que me tengo que marchar y los restos de mis padres no me los puedo llevar! El alcalde de este pueblo, que a Peralveche se va, ya se lleva la campana y, al hilo de la justicia de ese pequeño pueblo, nadie quiere saber ná”. Estos versos pertenecen al poema que Acisclo Rebollo, de 93 años, dedica a su pueblo durante la Marcha de las Flores.
Ni el paso del tiempo ni su forzoso éxodo a Guadalajara hace más de cuatro décadas han borrado de la memoria de este sabio del lugar aquellos años mozos de escuela y diversión, cuando “unas chiquitas y yo bailábamos el chotis. Estoy feliz de volver y apoyar la Marcha de las Flores cada año”, explica emocionado Acisclo a eldiarioclm.es en la plaza del Coso de Villaescusa de Palositos, una aldea de la Alcarria Alta deshabitada desde hace cuatro décadas.
Pero Villaescusa no sólo es un pueblo sin habitantes. Es un caserío sin casas. Una aldea sin calles ni plazas. Un lugar que ya no existe, aunque perviva en la memoria. Se trata de una población cuyo último habitante se fue en 1975. Entonces había casas en pie, además de la escuela, la fuente, el frontón para jugar a la pelota, el ayuntamiento y el cementerio. La iglesia de la Asunción vigilaba al pueblo y su horizonte desde el cerro de La Coronilla. Hoy, medio siglo después, las construcciones del pueblo casi se han extinguido. En este periodo algunos vecinos vendieron sus tierras y propiedades. Otros, por el contrario, decidieron preservarlas.
Tras pasar por varias manos, el constructor bilbaíno José Ramón Lázaro Núñez –un empresario vinculado a la compraventa de armas, según publicó ABC en 1992- compró la mayor parte de la superficie municipal de Villaescusa de Palositos en 2003. En concreto, posee un 70% del antiguo pueblo, excepto los caminos y el cementerio, que siguen siendo públicos; y la iglesia, cuya titularidad corresponde al Obispado.
Propietario de la sociedad Villaescusa SA, Lázaro Núñez edificó una mansión con varias dependencias en la zona más elevada de Villaescusa de Palositos, conocida en el lugar como La Coronilla, en las inmediaciones de la iglesia románica. Además, cerró con puertas y candados las fincas que rodean al pueblo para convertirlo en un coto de caza. En esa privatización “insensible”, como expresan desde la asociación, “las máquinas guiadas a conciencia por la mano del hombre han convertido a Villaescusa en un solar irreconocible”. Se trata de un caso insólito en Guadalajara y Castilla-La Mancha.
Precisamente, la cerrazón del propietario para abrir los accesos al pueblo fue el origen que desembocó en 2006 en la Marcha de las Flores. Carlos Otero, miembro de la Asociación de Amigos de Villaescusa de Palositos, explica que algunos peregrinos que recorrían entonces el Camino de Santiago por el tramo de la antigua Ruta de la Lana, entre Salmerón y Viana de Mondéjar, se quejaban de que no podían proseguir con la marcha a la altura de Villaescusa. “Estaban realmente indignados e incluso algunos fueron agredidos por atravesar la valla”, matiza.
Esa situación fue determinante para que los vecinos de esta localidad alcarreña se unieran e iniciaran una ofrenda foral como forma de protesta pacífica. El objetivo era ir a su pueblo, honrar la memoria de un lugar que con el paso de los años se ha ido quedando literalmente sin casas y, además, exigir la apertura de sus accesos, vallados por el propietario que ha ido adquiriendo el enclave.
Emblema reivindicativo
El primer año de organización de la marcha se convirtió una “odisea”, recuerda Otero. “Fue curioso porque estábamos todos concentrados en la puerta y la autoridad no nos permitía pasar, aunque es un camino público. Al final, tras intentar sin éxito que solo pasáramos las personas que llevábamos flores al cementerio o que visitáramos el pueblo durante un tiempo limitado, el mismo agente, que llevaba un candado, hizo de cancerbero y nos abrió el acceso”.
Desde entonces, la Asociación de Amigos de Villaescusa de Palositos organiza cada año la Marcha de las Flores, en colaboración con las agrupaciones castellano-manchegas del Camino de Santiago. La ruta se ha convertido, con el paso del tiempo, en emblema de la reivindicación alrededor de la despoblación y el futuro del medio rural no sólo en la comarca de la Alcarria sino en toda Guadalajara.
El nombre de la marcha se debe al homenaje anual que familiares y amigos de Villaescusa depositan cada año a sus antepasados en el camposanto del que un día fue su pueblo. Durante las 12 rutas convocadas, el objetivo siempre fue el mismo: formular una doble exigencia a la Junta de Castilla: la reapertura de los caminos públicos que conducen al pueblo y la urgente rehabilitación de la iglesia románica de la Asunción, el único edificio del pueblo antiguo que queda en pie y que arrastra un pésimo estado de conservación.
Se trata de un excelso templo del románico rural del siglo XII, emplazado en la zona más alta del poblado y en evidente estado de deterioro. “Pedimos al Gobierno regional que actúe para reabrir los caminos: son públicos y nadie puede cortarlos. Consolidar la iglesia es el siguiente paso porque recuperarla como estaba hace años es ya imposible”, sentencia Otero.
Este edificio, propiedad del Obispado de Sigüenza-Guadalajara y declarado Bien de Interés Cultural desde 2012, formó parte del Plan del Románico que la Junta de Comunidades –durante el anterior mandato socialista- impulsó en 2007, junto a la Fundación de Santa María La Real. El objetivo de este plan consistía en rehabilitar 27 monumentos románicos de la provincia de Guadalajara, entre los que se situaba el templo de Villaescusa de Palositos. Aunque la Consejería de Cultura aprobó un presupuesto de 5.000 euros para intervenir en la iglesia y la fundación Santa María La Real redactó un proyecto, el cambio de Gobierno y la llegada de María Dolores de Cospedal al ejecutivo castellano- manchego en 2011 echaron por tierra este propósito. Y hasta ahora no ha vuelto a haber novedades.
En la actualidad, la imagen del templo sobrecoge a cualquiera que visite el lugar. En 1999 hubo un intento por trasladarlo a otro emplazamiento pero la ocurrencia fue contraproducente. La iglesia fue despojada de la techumbre y, posteriormente, se desplomó uno de sus muros. La asociación del pueblo, que teme que el siguiente derrumbe sea el de la espadaña, lo achaca no sólo al lógico deterioro del edificio, por estar descuidado y por el efecto del clima, sino a las obras que ha realizado el propietario del pueblo justo en sus aledaños.
La iglesia está ahora mismo rodeada por la valla que circunda la mansión que el propietario ha construido en lo alto del cerro en el que un día se erigió el caserío de Villaescusa. “Que la iglesia románica de Villaescusa se salve de dar con sus centenarias piedras en el suelo, y permanezca rehabilitada allí donde fue erigida depende, hoy por hoy, de la propia Iglesia. Quienes le otorgaron la distinción protectora de Bien de Interés Cultural la están dejando caer impunemente”, lamenta Otero.
Sin casas
Situada en un punto estratégico del Camino de Santiago, entre las localidades alcarreñas de Peralveche, Salmerón y Viana de Mondéjar, el ocaso de Villaescusa de Palositos entronca con la despoblación y el éxodo rural que arrancó en la década de los 60.
Elvira Ramos creció en Villaescusa y evoca con cariño su vida en el pueblo. “La gente era muy entrañable y durante las fiestas de San Antonio recuerdo cómo el pueblo olía a dulce. No había carreteras, ni comercios, pero las mujeres de antes cultivaban su huerto, fabricaban miel de sus colmenas y todos hacíamos la matanza”. Después todo cambió. El pueblo empezó a quedarse vacío, pero la familia de Elvira decidió no vender su casa. Décadas después, volvió a su pueblo en 2007 y se encontró una sorpresa desagradable: su hogar de la infancia estaba amenazado por una excavadora. La familia denunció al propietario y le ganó el juicio. No les sirvió de nada. Al año siguiente sólo quedaban las ruinas de la vivienda.
Pero los villaescusanos no sólo han perdido sus casas. El dueño de Villaescusa SA también les priva del derecho a acceder libremente a su ‘patria chica’ desde hace más de 10 años. Solo se lo permite el día de la Marcha de las Flores. El resto del año es un lugar destinado a la organización de monterías. “Los caminos son públicos y así están registrados en el catastro. Es ilegal que los corte para convertirlo en un coto cinegético”, matiza otro miembro de la asociación.
El conflicto que viven los vecinos de Villaescusa no es nuevo en la provincia de Guadalajara. Fernando Santander, representante de Ecologistas en Acción en Guadalajara, presente en la última Marcha de las Flores celebrada el 20 de mayo, recuerda que en Óvila, cerca de la localidad de Trillo, un terrateniente “cercó los caminos para transformarlos en un área privada”.
En esta ocasión, los ayuntamientos afectados, entre los que se encontraba el de Carrascosa de Tajo, demandaron y la Justicia falló a su favor. Como consecuencia de la sentencia, se obligó al denunciado a abrir los caminos y a permitir el tránsito permanente, tal como se reivindica en Villaescusa de Palositos. “Es una cuestión de hacer cumplir la ley. Lo que se pide en Villaescusa es que se abran accesos que no son privados. Por tanto, no hace falta ningún cambio normativo para solucionar este problema, sino simplemente que se cumpla con las normas”, sentencian desde Ecologistas en Acción en Guadalajara.