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Hacernos plenamente conscientes del acoso escolar: educar desde la empatía

Isabel López Montejano

Socióloga Clínica —

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¿De dónde partimos? Partimos de una sociedad en la que lo que se premia es la competitividad a ultranza y por lo tanto esta premisa se lleva a cabo desde la primera infancia a través de la educación, hasta que el periodo educativo termina. Me pregunto si en la actualidad en las aulas se educa o se domestica. ¿Se tiene en cuenta al ser humano y su formación para que seamos mejores personas, más completas y dichosas, aprendiendo a disfrutar de una vida plena teniendo en cuenta al otro como parte imprescindible para nuestra realización o por el contrario la premisa de la producción es la que prima obviando todo lo demás?

Esta premisa “fantasma” y silenciosa de educar exclusivamente para la productividad, que yo me atrevo a llamar sociopática, conlleva la obligación de domesticar en la competitividad, lo que produce unos niveles inadmisibles de estrés, muchas veces con exigencias poco amables para los educandos, y por ende, este estrés nos conduce a no ver en su totalidad los alarmantes niveles de acoso escolar que se están produciendo. 

Muchas criaturas se encuentran en las aulas bajo una presión difícil de sostener, se encuentran con un sentimiento de soledad y desamparo que les lleva a una gran tristeza y frustración, no sabiendo donde acudir pues no hay mecanismos visibles y al alcance que los proteja. 

De esos niveles tan enormes de estrés, dependiendo de la canalización que cada infante haga de ellos, (y entre otros muchos factores) dan lugar a víctima y depredador. Hay criaturas que adoptan un roll pasivo y para adentro y hay otras que el roll que se les manifiesta es a través de la ira y la agresividad. 

Unos cuantos datos estadísticos

En España se calcula que uno de cada cinco niños, sufre acoso escolar y que tan solo el 15% se atreve a contarlo. Contarlo no es fácil, pues supone exponerse como víctima, como perdedor, supone ser señalado e incluso cuestionado.

Más datos: entre enero de 2021 y febrero de 2022 se detectaron 11.229 casos graves de bullying, lo que sitúa a España como uno de los países europeos con más incidencia de acoso escolar.

Otro factor preocupante es el tema del suicidio. Las víctimas de acoso escolar tienen casi tres veces más riesgo de suicidio que el resto de la población con dolencias a nivel emocional y mental. La conducta suicida en niños y adolescentes se disparó en 2022 con 906 tentativas

Quien manifiesta esa violencia lo hace de tipo verbal, físico, psicológica, de índole sexual, material, o cibernética. El bullying afecta toda la comunidad educativa: deteriora la convivencia. Tiene Consecuencias negativas en el bienestar, desarrollo y el ejercicio de los derechos de niñas, niños, adolescentes y jóvenes estudiantes.

En mi práctica como socióloga clínica me he dado cuenta de que el acosador, en la gran mayoría de los casos siente un enorme malestar interior, necesita controlar y destruir en un intento de mitigar esa zozobra interior que no le deja vivir, para ello escoge a una víctima fácil a la que pueda intimidar, amedrentar, reducir y consumir tanto a nivel físico como a nivel psicológico, emocional y mental.

Consecuencias del bullying

Entre otras consecuencias más amplias tanto para la persona que lo sufre como para la sociedad, me voy a centrar en esta ocasión tan solo en las dolencias principales que sufre el acosado: Problemas de memoria, dificultad en la concentración y atención y descenso del rendimiento escolar. Ansiedad, irritabilidad, falta de apetito, dolor de cabeza, malestar generalizado, cansancio, sensación de ahogo, etc. 

Me atrevo a asegurar que detrás de cada bullying, de cada acoso psicológico, hay un comportamiento sociopático, avalado, bien por un adulto que mira para otro lado, bien por el grupo de pares que apoyan y ríen las maldades, bien por la sociedad en general que no presta atención a comportamientos de ira y destrucción, sociedad que “no ve donde esta el problema” en que haya criaturas que se desenvuelvan en la ira y el desprecio. 

No olvidemos que el ser humano es un ser social, necesitamos del otro para sobrevivir como individuos y como especie. Si el ser que tienes a tu lado no solo no coopera sino que depreda y maltrata, en ese caso ese individuo es claramente un ser antisocial y por lo tanto pone en peligro tanto a los individuos que tiene en su radio de acción como a todo el conjunto social. 

El daño que causan estos seres sumerge a sus víctimas en profundidades oscuras, en tristezas y enfermedades físicas y psicológicas que nos les permiten poder llevar una vida plena, ni tan siquiera decente.

Qué implica educar en la empatía

Educar en la empatía es “ver” al otro, considerarlo, tenerlo en cuenta como un igual, como un humano igual a uno mismo, no como un rival. Es necesario salir del Ego, erradicar el juicio y poner en práctica la escucha activa. 

Es importante concedernos tiempo unos a otros, trasmitirnos calidez humana. Y sobre todo dejar a un lado la tiranía de la productividad. En esta sociedad narcisista “todos” nuestros actos van dirigidos a la productividad, a obtener beneficio de lo que sea, todos nuestros actos tienen una pretensión y eso equivale a perdernos la vida.

La vida se vive sin más, sin pretender nada más. Si pretendo escuchar el canto de un pájaro para poder estar relajado, ya estoy pervirtiendo el canto en sí. Es necesario enseñar a nuestros infantes a escuchar el maravilloso canto de un pájaro sin pretender nada más.

Educar en la empatía implica trasmitir responsabilidad y ausencia de miedos. Cuando un profesor educa en la empatía, está frente a su grupo de alumnos y los ve a todos, percibe el sentir del grupo, es consciente de las necesidades de las personas que forman esa clase y desde luego no mira para otro lado cuando está viendo a uno de sus niños triste, distraído y cabizbajo. 

¿De dónde partimos? Partimos de una sociedad en la que lo que se premia es la competitividad a ultranza y por lo tanto esta premisa se lleva a cabo desde la primera infancia a través de la educación, hasta que el periodo educativo termina. Me pregunto si en la actualidad en las aulas se educa o se domestica. ¿Se tiene en cuenta al ser humano y su formación para que seamos mejores personas, más completas y dichosas, aprendiendo a disfrutar de una vida plena teniendo en cuenta al otro como parte imprescindible para nuestra realización o por el contrario la premisa de la producción es la que prima obviando todo lo demás?

Esta premisa “fantasma” y silenciosa de educar exclusivamente para la productividad, que yo me atrevo a llamar sociopática, conlleva la obligación de domesticar en la competitividad, lo que produce unos niveles inadmisibles de estrés, muchas veces con exigencias poco amables para los educandos, y por ende, este estrés nos conduce a no ver en su totalidad los alarmantes niveles de acoso escolar que se están produciendo.