La ecología es uno de nuestros principales intereses y es el centro de este blog: cambio climático, medio natural, desarrollo sostenible, gestión de residuos, flora y fauna, contaminación y consumo responsable, desde el punto de vista de periodistas, expertos, investigadores, especialistas y cargos públicos. También editamos la revista 'Castilla-La Mancha Ecológica'.
Las abejas tienen, por fin, una segunda oportunidad
La Unión Europea lo acaba de hacer: ¡ha prohibido el uso de los tres plaguicidas más peligrosos para las abejas! Y es que desde hacía casi dos décadas, numerosas asociaciones, apicultores y demás personalidades estaban reclamando la prohibición de los neonicotinoides, los plaguicidas que estaban acabando con la vida de estos polinizadores. Ha sido gracias a una petición de Greenpeace apoyada por casi 470.000 firmas.
Desde el pasado 27 de abril, los neonicotinoides más dañinos para las abejas (el imidacloprid y el clotiadinida, fabricados por Bayer, y el tiametoxam, de Syngenta) están restringidos en Europa gracias al voto de 16 de los 23 países miembros, con el objetivo de proteger a las abejas y a otros polinizadores, los cuales tienen un papel fundamental en el mantenimiento de la biodiversidad y en la producción de nuestros alimentos.
Tal prohibición pasará a ser efectiva en el plazo de seis meses, y presenta un requisito que ha levantado ciertas ampollas: únicamente se impedirá su uso al aire libre, mientras que en invernaderos cerrados sí se permitirá su utilización, con la condición (eso sí) de que las semillas y las plantas no salgan de él. Una acción muy cuestionada, pues ciertas teorías plantean que los pesticidas pueden, igualmente, filtrarse a través del riego y el subsuelo, contaminar los cursos de agua y amenazar, de nuevo, a las abejas y demás especies.
Aunque el problema no acaba aquí. Todavía hay permitidos muchos más plaguicidas que son igual de peligrosos para estos polinizadores, la producción de alimentos y los ecosistemas. La lucha reside en intentar que los gobiernos los prohíban todos, se rompa la dependencia a estas sustancias tóxicas en la agricultura y se desarrollen actividades completamente ecológicas que no afecten ni a especies, ni a ecosistemas, ni a nuestro propio plato. Pues, como Greenpeace señala, dos terceras partes del polen recolectado por las abejas está contaminado por diferentes insecticidas. La buena noticia es que el próximo 17 de mayo está prevista la resolución de un proceso en el Tribunal Superior de Justicia Europeo de Estrasburgo, donde se plantearán nuevas restricciones en el uso de plaguicidas, elevando el rango de la prohibición de los mismos.
Pero, ¿qué son exactamente los neonicotinoides? Es un tipo de insecticida de composición química parecida a la nicotina, que actúa como defensa natural de las plantas contra los insectos, afectando de manera directa al sistema nervioso central de las abejas y causándoles desorientación, parálisis e incluso la muerte. La forma de utilización es aplicándolo sobre las semillas y pulverizando sobre las hojas. Las plantas, por tanto, al crecer, absorben en su interior tales sustancias e, inevitablemente, hace que estén presentes sobre el polen y el néctar (las partes favoritas de las abejas, por cierto). Numerosos estudios han vinculado estos pesticidas con el declive de las poblaciones de abejas, pues muchas de ellas se sienten más atraídas por aquellas plantas “adulteradas”, recogen su polen y néctar (contaminados, por supuesto) y lo transportan hasta su colmena, infectando al resto…
Las 'celestinas' de nuestras flores
Estos insectos polinizadores, por tanto, son considerados uno de los motores fundamentales dentro de nuestro medio natural, pues son las encargadas de ir depositando los pólenes en distintas flores, promoviendo así la polinización y fecundación de las plantas, y permitiendo el funcionamiento y desarrollo de nuestros campos. Además de ayudar a conservar la biodiversidad, las abejas también son clave en la producción de alimentos, pues, según datos de Greenpeace, más del 70% de los cultivos agrícolas y cerca del 90% de las plantas con flor dependen en mayor o menor medida de los polinizadores.
El problema de las abejas es que, desde hace demasiado tiempo, han estado contra las cuerdas, pues las amenazas siempre las han acechado. Nuevas especies invasoras, los efectos del cambio climático, los insecticidas y plaguicidas utilizados en la agricultura, virus y demás enfermedades han debilitado a las abejas, a su producción y a sus colonias.
La presencia de diversas aves es una de ellas, y la razón reside en que cada vez hay una menor presencia en nuestros campos de pequeños insectos, que son la base de alimentación de muchas especies, como es el caso del abejaruco. Este pájaro, por tanto, recurre a nuestras colonias de abejas para poder alimentarse, haciendo un daño terrible a toda la colmena (pues éstas, ante el peligro acechando, no salen a alimentarse e hidratarse) y “obligan” al abejaruco a atacarlas directamente en su hogar. Ante estos ataques, una medida de protección podría ser la de instalar mallas que impidan su acceso.
El ácaro varroa es considerada otra de las principales causas de muerte y desaparición de las abejas, pues este parásito invade las larvas de la colmena y provoca deformaciones en las alas y un menor tamaño de su abdomen, provocando que poco a poco mueran. La avispa asiática es también un enemigo declarado, pues se alimentan de ellas para extraer la proteína que, a su vez, alimentará a sus larvas.
Las consecuencias del cambio climático son otras de las causas de su desaparición, y es que el aumento de las temperaturas, las precipitaciones tan irregulares y, por consiguiente, la sequía que están experimentando nuestros campos, provocan en nuestras abejas un debilitamiento en su desarrollo y nutrición debido a la mala floración y la disminución de polen con el que se alimentan. Y es que según los apicultores, el mayor problema reside en la falta de polen, pues ellas lo utilizan para criar y su falta se está notando. Una solución que plantean para ello es la “alimentación suplementaria” que consiste en suministrarlas jarabes y azúcares para suplir esta carencia, poder alimentar a sus enjambres y obtener una (igual) o mayor producción de miel.
Otro fenómeno que lleva tiempo afectando a las colmenas, y el cual causa verdaderos quebraderos de cabeza a los apicultores, es el llamado “Síndrome del Colapso de las Colonias” (Colony, Collapse Disorder – CCD), y es que su rasgo más característico es que las colonias de abejas simplemente desaparecen. En algunas ocasiones, únicamente están presentes la abeja reina y las crías y, en otras, es ella la que abandona la colmena, lo que se traduce en una pérdida masiva de las colmenas de los apicultores, pues de un día para otro ha desaparecido todo el enjambre. Las causas, una vez más, son realmente debatidas.
Es por ello que, esta medida recién aprobada, supone una pequeña esperanza para estos simpáticos insectos que han evolucionado, a lo largo del tiempo, a diferentes cambios climáticos naturales de la Tierra; superado varias extinciones masivas y adaptado a las adversidades que se les han ido presentando. Y es que, aunque sea difícil de cuantificar, se estima que 2 de cada 5 abejas (en torno al 37% en Europa) han desaparecido. Y la tendencia, de no solucionarse pronto, será peor.
Castilla-La Mancha, tierra de abejas y miel
Para Castilla-La Mancha esta prohibición, por parte de Europa, ha supuesto un auténtico respiro, pues son casi 200.000 las colmenas que estaban viéndose afectadas por los efectos nocivos que estaban teniendo sobre sus abejas. La mayor parte de ellas están localizadas en Guadalajara y Cuenca, y es allí donde se encuentra el Centro de Investigación Apícola y Agroambiental (CIAPA) de Marchamalo (Guadalajara), dependiente del Instituto Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario y Forestal de Castilla-La Mancha (IRIAF), el cual constituye uno de los centros pioneros orientados a la apicultura, tanto en lo que se refiere a investigación, como a la prestación de servicios para el conocimiento de las patologías de las abejas, análisis de productos apícolas, control de calidad, y manejo apícola de nuestra región y toda la geografía española.
Además, tal Centro está vinculado a la Denominación de Origen Protegida “Miel de La Alcarria”, la cual también está viendo alterada su producción de miel y demás derivados (jalea real, polen, propóleos y cera), donde estiman que casi un 40% de las colmenas se han visto reducidas en los últimos años. Como dato curioso, esta denominación ha obtenido la certificación de producción ecológica, pues cumple los requisitos establecidos por el Reglamento Comunitario 834/2007 sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos.
El Gobierno de Castilla-La Mancha, por su parte, apoya a los más de 2.000 apicultores de la región y ha facilitado ayudas públicas destinadas a mejorar las condiciones de producción y comercialización de la miel en la comunidad, que permiten mejorar la biodiversidad de nuestro medio ambiente, además de proteger a las abejas y su producción. Y es que la apicultura es fundamental para el equilibrio ecológico, la conservación y la diversidad de las plantas, las cuales dependen directamente de la polinización, y la preservación de los cultivos.
En cifras, del total de explotaciones de la península, Castilla-La Mancha representa más de 2.000 toneladas de producción de miel, casi el 8% con respecto a la producción nacional.
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