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El águila culebrera, la mirada de fuego de una de las aves más grandes de la Península

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En esta ocasión voy a hablaros de una de las grandes águilas que tenemos en la Península Ibérica, el águila culebrera (Circaetus gallicus, Gmelin). Es efectivamente la tercera águila más grande que hay por nuestras latitudes, después del águila real y de la imperial ibérica, con una envergadura de en torno a 1,70 y 1,80 metros y una longitud de unos 65 centrímegtros. Su principal característica es el plumaje blanco que presenta en toda la parte ventral de su cuerpo, alas y cola, salpicado únicamente por un fino barrado marrón en el adulto, mientras que en el juvenil es casi imperceptible.

Cuando está posada, da la impresión de ser muy cabezona, y es que en realidad tiene una cabeza prominente, con unos ojos anaranjados en una posición muy central, dando la sensación de que te está atravesando con una mirada de fuego cuando los posa en ti. Otra característica que llama la atención es la ausencia total de plumas en las patas, por lo que, en el argot científico, no sería una “verdadera águila”, ya que éstas tienen las patas totalmente emplumadas, y en la actualidad, se recomienda el nombre de culebrera europea, evitando el término “águila”.

Sin embargo, personalmente, a mí me gusta llamarla águila, por la connotación que tiene el término. Un ave de este porte y belleza merece que se le atribuya esa imagen que se le otorga a las águilas de dominadoras del cielo, y es que la culebrera realmente domina los cielos y los vientos, ya que destaca por sus notables capacidades de vuelo, siendo la única águila de gran porte que es capaz de cernirse para buscar presas. Esto significa que es capaz de quedarse inmóvil en el cielo, moviendo las alas rápidamente, mientras busca una presa sobre la que abalanzarse. Esta técnica de caza es común en rapaces pequeñas como el elanio o los cernícalos, pero muy rara en aves de este tamaño, lo que nos demuestra su gran capacidad de vuelo.

Como bien indica su nombre, su alimento principal son las culebras, las serpientes, los ofidios, la bicha, etc. Aunque también se alimenta frecuentemente de otros reptiles, como lagartos, así como de conejos, roedores e incluso pequeñas aves. Por su lado, Circaetus proviene del griego “kirkos”, un halcón mítico que volaba en círculos y “aetos”, que significa águila; gallicus viene de Galia, es decir, de Francia.

La culebrera es un ave migradora, viene en primavera y habita principalmente en los bosques mediterráneos de encinas y alcornoques, donde encuentra un hábitat propicio para criar. A final del verano, vuela al África subsahariana para pasar allí el invierno, hasta que al año siguiente vuelva a sobrevolar nuestros cielos con su pálida figura y su mirada ardiente. 

En esta ocasión voy a hablaros de una de las grandes águilas que tenemos en la Península Ibérica, el águila culebrera (Circaetus gallicus, Gmelin). Es efectivamente la tercera águila más grande que hay por nuestras latitudes, después del águila real y de la imperial ibérica, con una envergadura de en torno a 1,70 y 1,80 metros y una longitud de unos 65 centrímegtros. Su principal característica es el plumaje blanco que presenta en toda la parte ventral de su cuerpo, alas y cola, salpicado únicamente por un fino barrado marrón en el adulto, mientras que en el juvenil es casi imperceptible.

Cuando está posada, da la impresión de ser muy cabezona, y es que en realidad tiene una cabeza prominente, con unos ojos anaranjados en una posición muy central, dando la sensación de que te está atravesando con una mirada de fuego cuando los posa en ti. Otra característica que llama la atención es la ausencia total de plumas en las patas, por lo que, en el argot científico, no sería una “verdadera águila”, ya que éstas tienen las patas totalmente emplumadas, y en la actualidad, se recomienda el nombre de culebrera europea, evitando el término “águila”.