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La gestión de los azudes del río Tajo en Toledo: piden diálogo para que se recupere la dinámica fluvial

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Varias son las opiniones que han surgido desde que la Confederación Hidrográfica del Tajo planteó cambios en la gestión de los azudes del Tajo, a finales del pasado mes de marzo. El organismo anunció entonces que desarrollaría un estudio sobre estas infraestructuras, para valorar si se debían conservar, eliminar o permeabilizarlos, en función de sus circunstancias. La decisión se tomó con el objetivo de “de mejorar la calidad de la masa de agua, la dinámica fluvial del río y en definitiva, su estado a través de una mayor continuidad longitudinal”.

Por su parte, la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo (RABACHT) se mostró en oposición a dicho estudio, al considerar que la construcción de los azudes “hizo posible el desarrollo industrial de Toledo en los últimos siglos y son la mejor huella de importantes actividades ligadas a la historia de la ciudad, en un área declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco”.

Desde la Cátedra del Tajo UCLM-Soliss explican que “al menos” habría que permeabilizarlos, porque “lo que tiene que hacer el agua es moverse”. Pero en concreto, lo que sí piden es formar una mesa de diálogo para decidir qué hacer con estos elementos. Beatriz Larraz y Raúl Urquiaga, del grupo investigador, explican que un agua estancada “no es un agua de río”, sino de laguna. “Ahora mismo, la vegetación que sale es lacustre, como el carrizo. No es propio de un río”, afirma Larraz.

De todos modos, explican que existen más variables a tener en cuenta, como la patrimonial a la que hacía referencia la Real Academia toledana, pero también la del paisaje. “Al abrir los azudes, haría que el paisaje que se tiene del río, plano, ancho y extendido, cambiara. Y eso es la famosa vista desde el otro lado de Toledo, desde el valle”, afirma.

Y eso, resalta, no se puede perder de vista. Porque las consecuencias de la apertura de un azud se ven enseguida, explica, como ha ocurrido con el de Santa Ana, en las cercanías del Puente San Martín. “Evidentemente, el río se quedaría en el medio, en los momentos con menos caudal”, señala. Y esto “no está mal”, pero sí es un cambio de paisaje, aunque para el río sería algo positivo.

“Para los defensores del paisaje, desde luego, puede ser un cambio. Pero no solo no está mal, para el río está bien”, explica Larraz. Por su parte, Urquiaga destaca que existe una “obligación legal” de revertir la situación del río para que llegue a cómo en sus orígenes, en concreto en el caso de que estos elementos no estén en uso. En este sentido, señala que actualmente en Toledo solo hay dos azudes en uso.

“Estamos hablando de la continuidad de la fauna y la continuidad de los sedimentos, que tienen que correr por el agua. Y lo que crean los azudes han sido ecosistemas completamente artificiales que no tienen que ver con el río. Como si esto fuera el [río] Támesis. Pero este es un río mediterráneo, con su propia dinámica y eso es lo que hay que favorecer”, concluye Larraz.

Varias son las opiniones que han surgido desde que la Confederación Hidrográfica del Tajo planteó cambios en la gestión de los azudes del Tajo, a finales del pasado mes de marzo. El organismo anunció entonces que desarrollaría un estudio sobre estas infraestructuras, para valorar si se debían conservar, eliminar o permeabilizarlos, en función de sus circunstancias. La decisión se tomó con el objetivo de “de mejorar la calidad de la masa de agua, la dinámica fluvial del río y en definitiva, su estado a través de una mayor continuidad longitudinal”.

Por su parte, la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo (RABACHT) se mostró en oposición a dicho estudio, al considerar que la construcción de los azudes “hizo posible el desarrollo industrial de Toledo en los últimos siglos y son la mejor huella de importantes actividades ligadas a la historia de la ciudad, en un área declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco”.