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Seis pasos para subirse al tren de las comunidades energéticas

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En España siguen abriéndose camino las fórmulas para que la sociedad civil sea la impulsora, desarrolladora y propietaria de su propia energía, en un momento en que se suman dos factores determinantes: los altos precios por la inflación y la obligación moral de contribuir a frenar los efectos del cambio climático. La energía comunitaria forma parte de esta mentalidad y fusiona energía renovable, democracia energética y fortalecimiento comunitario.

Se trata de un concepto amplio que puede referirse a proyectos colectivos de cambio a renovables, a inversiones colectivas en paneles solares o incluso a proyectos de propiedad comunitaria de una empresa de comercialización de energía o de una red de distribución. Puede desarrollarse por grupos que trabajan de manera informal o constituidos en personas jurídicas, con o sin la participación de las instituciones públicas y financiarse con fondos propios, préstamos bancario o donaciones. Así se crean las denominadas comunidades energéticas.

En Amigos de la Tierra han creado una Guía Fácil para sumarse a este tipo de proyectos, en la que se resume en seis pasos cómo lograrlo. El primero de ellos es la necesidad de contar con un grupo “fuerte, motivado y flexible”. Las comunidades energéticas pueden ser de grupos pequeños o muy numerosos. A la hora de buscar compañeros y compañeras de viaje, es importante decidir con quién involocucrarse. Probablemente, este primer punto sea el más difícil de llevar a cabo, destaca la organización.

La forma del proyecto y la colaboración de los ayuntamientos

Pero una vez conseguido, el siguiente escalón es decidir la forma del proyecto. La guía detalla que entre las distintas formas jurídicas que se utilizan para crear comunidades energéticas locales están la de cooperativa, consorcio, empresa de interés comunitario, fundación, organización sin ánimo de lucro, fideicomiso y asociación. La fórmula jurídica más adecuada depende de las necesidades del grupo y de las normas en torno a cooperativas y organizaciones en el país.

Además, existen otras opciones que combinan estas formas y que vinculan las actividades relacionadas con la comunidad energética a una organización ya existente. Al final, “lo que más importa es el objetivo y las actividades que se realizan para apoyar la democracia energética y no la estructura que se elige”.

El tercer paso es la colaboración con los ayuntamientos: los proyectos de energía comunitaria en Europa que más éxito han tenido han sido aquellos en los que se ha dado una colaboración entre la comunidad y las autoridades municipales. “Para los gobiernos municipales y regionales que fomentan el incremento de la energía comunitaria en su zona todo son beneficios y, a menudo, tras la primera experiencia emprenden proyectos nuevos por sí mismos”.

De hecho, desde esta asociación resaltan que las entidades locales pueden ayudar de muchas formas: con normativa favorable, con sensibilización, comprándote energía o calefacción, con financiación o avales, compartiendo recursos, desarrollando plataformas, facilitando el diálogo y/o siendo socio directo.

Tras ello, es también muy relevante elegir el objetivo del proyecto. Al pensar en energía comunitaria la gente suele imaginar un grupo de personas felices delante de un parque eólico o solar. Sin embargo, la propiedad ciudadana de la energía no se limita a la electricidad y la democracia energética también se está desarrollando en los sectores de la calefacción y el transporte. “Para que todo el sistema energético sea más sostenible, son necesarias acciones locales y eficientes no solo en materia de electricidad, sino también de calefacción, refrigeración y transporte”.

Elegir la tecnología a desarrollar es el siguiente paso, porque producir y vender energía suele ser una actividad clave para las comunidades energéticas, sea esta su actividad principal o no. Al reemplazar el uso de combustibles fósiles, se mitiga la emergencia climática y se enriquece la economía local. Algunas comunidades crecen mucho y son capaces de producir energía de diferentes fuentes, pero lo fundamental es optar por energía solar, eólica, biomasa o hidroeléctrica.

Permisos, gestiones y conexión

Finalmente, una vez que todo la anterior esté claro, llegará el momento de los permisos, las gestiones administrativas y la conexión a la red. Para ello se necesita primero un estudio de diseño y viabilidad, en el que es aconsejable incluir un esquema básico para pedir financiación. También debe incorporarse un plan de negocio que puede cambiar con el tiempo y que debe ser resultado de la “reflexión colectiva”. Y, en cuanto a las licencias de obra y otros permisos, para evitar las objeciones a las licencias hay que asegurar el mayor número de apoyos.

Amigos de la Tierra recuerda que en España las redes de distribución de electricidad son propiedad de las empresas distribuidoras, donde los grupos del histórico oligopolio controlan el 85%, son a la vez propietarias y gestoras, por lo que son las que otorgan los accesos de conexión. Por ello, si el proyecto de energía comunitaria necesita conexión a la red, en muchos casos “se retrasarán intencionadamente o exigirán condicionantes no contemplados en la legislación aprovechándose de la falta de información”. En estos casos, es mejor asesorarse con personas que han realizado ese mismo proceso. Para ello aporta este mapa de “casos de éxito” en el país.

En España siguen abriéndose camino las fórmulas para que la sociedad civil sea la impulsora, desarrolladora y propietaria de su propia energía, en un momento en que se suman dos factores determinantes: los altos precios por la inflación y la obligación moral de contribuir a frenar los efectos del cambio climático. La energía comunitaria forma parte de esta mentalidad y fusiona energía renovable, democracia energética y fortalecimiento comunitario.

Se trata de un concepto amplio que puede referirse a proyectos colectivos de cambio a renovables, a inversiones colectivas en paneles solares o incluso a proyectos de propiedad comunitaria de una empresa de comercialización de energía o de una red de distribución. Puede desarrollarse por grupos que trabajan de manera informal o constituidos en personas jurídicas, con o sin la participación de las instituciones públicas y financiarse con fondos propios, préstamos bancario o donaciones. Así se crean las denominadas comunidades energéticas.