“Mi hija no sabe qué pasará. No sabe si va a perder el trimestre o, incluso el año”. La presión que siente la familia de la menor de 12 años que lleva desde el 8 de noviembre sin poder acudir a clases en el Liceo Caracense de Guadalajara se palpa en la conversación con su madre, Sana Mahir. Sana asegura que su hija lleva ya muchas semanas sufriendo tras la decisión de llevar el velo, hiyab. “El hiyab es parte de nosotras, no es un accesorio”, afirma la madre, negando así que en este caso puedan aplicar las Normas de Convivencia y Organización del centro.
“Además, las normas pueden cambiarse. En casos especiales se cambian incluso las leyes”, explica Sana. Es por eso que la familia se plantea realizar acciones judiciales no sólo contra el centro, sino también contra la consejería de Educación. La cartera liderada por Rosa Ana Rodríguez aseguraba a Europa Press que el Liceo Caracense estaba actuando correctamente “porque el uso de hiyab no es un precepto religioso y, por lo tanto, una normativa que implique su prohibición en los centros de educación no vulnera la dignidad de la alumna ni restringe el ejercicio de su libertad religiosa”.
“Buscaremos una solución judicial. El estrés que siente mi familia no es normal”, recalca Sana. Recuerda cómo su hija ha acudido a un examen de francés, y recibió una amonestación por ir a examinarse con el hiyab. “Tenemos que tomar medidas; y por eso hemos decidido que no sólo tomaremos medidas por discriminación religiosa, sino por el daño psicológico”, explica. El daño no sólo es hacia su hija y su familia, recalca, sino hacia toda las niñas de la comunidad y sus familias, que ya no se sienten seguras en el entorno.
El hiyab islámico no es un accesorio, es parte de nosotros. No es como nos ha dicho que tapa los oídos, esto es una mentira. Pero es que incluso el pelo largo puede tapar los oídos
“Ya damos por perdido el primer trimestre, y todo el día, toda la noche, cada segundo que pasa, tememos que vaya a perder el año entero”, lamenta Sana. Su hija, afirma, es “valiente y decidida y sabe lo que quiere”, lo que se ve en sus “buenas notas” y en lo “bien que hablan todos los profesores de ella”. “Ya hace ocho años que va al colegio, y de repente la dirección del centro, de un día para otro, nos dan la espalda.
Daños a la comunidad islámica
“Consideramos que todo esto es una discriminación religiosa, que nos ha hecho perder vacaciones y todo el tiempo desde hace semanas intentando solucionarlo. Me gustaría que a mi hija le preguntaran por el daño psicológico que le han hecho. En nuestra comunidad nos encontramos con muchas familias que no hablan castellano y no saben que camino coger para defender a sus propias hijas. Las normas no son leyes, se pueden cambiar, especialmente si hacen daño a una persona”, afirma la madre.
Además, afirma que desde el centro no se les ha planteado ninguna solución. “No me han dicho que la lleve a otro centro, nunca. El día que tuvimos la resolución de la expulsión temporal de la niña, el director del centro le dijo o te quitas el hiyab para entrar al aula o te vas a otro. Pero no se me ha planteado la posibilidad de ir a otro centro de educación o instituto. Nada”, afirma. “El hiyab islámico no es un accesorio, es parte de nosotros. No es como nos ha dicho que tapa los oídos, esto es una mentira. Pero es que incluso el pelo largo puede tapar los oídos”, recalca la madre.
Finalmente, lamenta que su hija estuvo tres semanas acudiendo a clases sola, en una llamada “aula de convivencia”, según relata, que “no tenía ventanas, estaba con polvo y libros en el suelo”. “Tras la primera manifestación la limpiaron”, recalca. Además, lamenta que la menor no ha podido salir a jugar con sus amigos en el recreo desde que se puso el hiyab. “Los profesores le dicen, si quieres salir, pues sácate el hiyab. Pero se supone que está prohibido en las aulas, no fuera”, concluye.
Manifestaciones
Familiares y amistades de la menor han realizado ya dos manifestaciones frente al Liceo Caracense de Guadalajara para exigir “respeto” para la menor. “El velo tapa el pelo pero no el cerebro”, gritaban los manifestantes el pasado 22 de octubre.