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VÍDEO | Hala Mohammad o la poesía siria como “resistencia contra la guerra”

Hala Mohammad durante su recital en el encuentro con eldiarioclm.es

Alicia Avilés Pozo

Nada más llegar a Toledo, la poeta Hala Mohammad realizó su primer recital a la sombra de un árbol. Era similar al que tenía en su casa en Siria, como la fuente del patio toledano donde eldiarioclm.es la ha invitado a contar su testimonio. Dice sentirse como en ese hogar, justo ahora que prepara nuevo poemario sobre un hipotético regreso a su país. “Siempre me pregunto a qué Siria voy a volver si mi casa está destruida, pero veo que no del todo, porque ahora está aquí”. Con estas palabras, con estos versos de bienvenida, recibe la poeta y cineasta exiliada en París a todos aquellos que la han arropado en el marco del Festival Internacional de Poesía Voix Vives de Toledo. Ha sido la voz poética más arrebatadora y fascinante de este certamen. Un silencio indefinible entre el público ha presidido cada uno de sus recitales. Y en todos ellos, Hala ha clamado por la paz y los derechos de su pueblo.

Originaria de Latakia, reside exiliada desde 2012 en París. Allí fundó el Club de Cine Sirio, donde proyectaron más de 30 películas en honor al cine de la represión. Es secretaria general de la Fundación Norias para el intercambio cultural sirio-europeo y cuenta con siete poemarios: ‘La memoria no tiene alma’, ‘Encima de este blanco roto’, ‘Este miedo’, ‘Como si hubiera tocado la puerta’, ‘La mariposa dijo’, ‘Préstame la ventana y ‘Un poco de vida’. Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, alemán, sueco y español en varias antologías y ha participado en festivales internacionales. Recibió la Medalla de las Artes y la Literatura otorgada por el Ministerio de Cultura francés en 2016.

Pocas preguntas son necesarias con la poeta. Ella sola es un torrente de versos que quieren ser la voz de su país. Por eso agradece que encuentros como Voix Vives, tanto en Toledo como en la ciudad francesa de Sète, sean “auténticos momentos de resistencia contra la violencia y contra la guerra”. “Me siento muy fuerte con vosotros porque esto nos da nuevas fuerzas para seguir todos juntos. Necesitamos todo ese valor porque no puede hacerlo uno solo”.

Hala suspira cuando hablamos de su país porque allí ni siquiera quiere hablar de la existencia de una guerra. “Es el sueño truncado de un pueblo para ser libre, bajo una dictadura de 30 años que ha encarcelado a medio millón de demócratas solo por ser opositores. Esto ha sucedido cuando somos una civilización fantástica que adora la vida pese a la represión. Gente valiente oprimida por un régimen sostenido por todos regímenes del mundo”.

El “hijo de papá”

No es extraño que sus palabras más duras las dirija contra el dictador sirio Bashar Háfez al-Ásad un “hijo de papá” que estudió en Europa, que “viste con traje y al que toda Europa se limitó a hacer cumplidos sobre su elegancia solo porque sabe hablar inglés”. “Pero nadie ha hablado de la elegancia de su pueblo, que es un país que resiste para defender su sueño de libertad frente a una dictadura vendida como moderna”. Según cuenta, en una entrevista, el propio Al-Ásad se autodenominó como una “flor en el desierto”, después de “haber robado el dinero del país”.

Recuerda la poeta que tras la Primavera de Damasco de 2004, el ahora dictador comenzó las purgas en el país metiendo en la cárcel a cualquier disidente, sobre todo jóvenes, cuando en Siria el 60% de la población es menor de 25 años. Señala que es algo que no se puede entender cuando “si hay algo que el sirio ama es educar a sus hijos, y esta juventud está educada para estar abierta al mundo y hablan todas las lenguas”. En ese contexto, no comprende “por qué una dictadura tiene que ser eterna cuando existe el derecho a cambiarla a través de unas elecciones, como ocurre en Europa”. “Queríamos un país de ciudadanos libres, de justicia social, lejos de la corrupción y de las mafias del régimen”, agrega, recordando que también en 2012, con motivo de las revueltas árabes, la juventud volvió a salir a la calle “en una revolución pacífica, noble, que quería defender el porvenir de Siria; la historia no podrá decir que nuestro pueblo no se reveló contra la dictadura, porque lo hicimos, y yo estoy orgullosa de ello”.

“No dejaremos de reclamar esa libertad. Es responsabilidad nuestra y para mí es una necesidad poética defender la libertad de los detenidos por perseguir sus sueños, y nadie conseguirá quitárselos”, subraya, y además sitúa en la situación de siria el regreso de los extremismos religiosos “ dentro de un juego internacional para legitimizar la dictadura”. “Los dirigentes mundiales quieren cegar al pueblo para que no pueda continuar, y por eso, encuentros como este son tan importantes, como movimientos de resistencia humana donde podemos entendernos, mirarnos a los ojos, lejos de la violencia”.

A Hala le duele especialmente referirse a la crisis de los refugiados. Hay numerosas referencias a ello en su poesía. “Pasas de tener una casa a tener una tienda blanca a la cual nos invitan, y nos dicen que no tenemos derecho a nada, solo a ser muy amables. Pero nosotros hemos hecho una revolución para obtener esos derechos y somos los dueños de nuestra vida. Ser invitada en el interior de una tienda me provoca una rabia inmensa. No queríamos tiendas blancas, queríamos vivir en nuestro país con libertad”.

“Sé que ser poeta es también ser un poco inocente, pero sigo preguntándome cómo se explica esta dictadura en Siria. ¿Por qué destruir las casas del pueblo sirio y echarlo fuera mientras el dictador sigue en un magnífico palacio? ¿Quién es él para eso? ¿Quién sostiene esta dictadura?”, se pregunta. Resalta el papel de la poesía no para “llenar ese hueco de los inocentes” pero “sí que estamos obligados a ser la voz de los ausentes, de los inocentes, de las personas que son expulsadas a la tierra desnuda, desposeídos de todo, incluso de su humanidad, y humillados. La cultura y las artes deben cumplir son ese objetivo, e iluminar el futuro. Deben ser la luz que reúne a los pueblos alrededor de ella, que podamos hablar y tener empatía. Que podamos decir: tú eres yo, yo soy tú”.

Hala concluye dejando claro que nunca ha querido formar parte de encuentros por la paz “que caen en el vacío”. “No puedo participar en ese juego. Yo grito para que cada pueblo tenga derecho a su propia libertad”, sobre todo cuando la sociedad está entre dos extremos: la dictadura por un lado, y el extremismo religioso, por otro, “ambos tomando como rehenes a la ciudadanía siria”. “El pueblo sirio se ha quedado solo, cuando hemos sido amigos de todos los pueblos del mundo. Todos los días hay muertos y torturas, pero ningún país actúa cuando podrían hacerlo, y no lo hacen porque pertenecen a una red con intereses que no entiendo, porque al final yo solo entiendo de sueños”.

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