La portada de mañana
Acceder
Peinado multiplica los frentes del ‘caso Begoña’ sin lograr avances significativos
El miedo “sobrenatural” a que el cáncer vuelva: “Sientes que no consigues atraparlo”
OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Jornada de puertas abiertas en la excavación arqueológica del campo de concentración hallado en Jadraque

El el término municipal de Jadraque, en la provincia de Guadalajara, muy cerca de Villanueva de Argecilla, investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) trabajan desde esta semana en sacar a la luz los restos de un campo de concentración desconocido e intacto entre la vegetación y que fue utilizado por el franquismo tras la guerra civil.

Los especialistas trabajarán en la zona durante tres semanas y para el sábado 9 de abril el Ayuntamiento de Jadraque ha organizado una jornada de puertas abiertas que permitirá visitar las excavaciones a partir de las 11 de la mañana. Ya por la tarde, a las 19 horas, se celebrará una conferencia abierta al público en el Liceo Casino de la localidad. Además, el avance de las investigaciones se pueden seguir en directo en la página de Facebook y en el perfil de Twitter del proyecto guerraenlauniversidad, así como en el perfil de Twitter del codirector Luis Antonio Ruiz Casero. 

La primera campaña arqueológica en el paraje conocido como Casa del Guarda en los alrededores de Jadraque tiene como objetivo documentar el campo de concentración para prisioneros de guerra establecido por el ejército franquista tras la Ofensiva de la Victoria (marzo de 1939). Los trabajos de campo se desarrollarán a lo largo de las tres próximas semanas.

Es uno de los pocos campos de concentración españoles estudiados con metodología arqueológica. Es el caso de los proyectos pioneros de al que se sumaría el de La Casa del Guarda que cuenta con subvención del Gobierno de España a través de la convocatoria de proyectos de recuperación de la memoria histórica.

Bajo la dirección de Alfredo González Ruibal, miembro del Instituto de Ciencias de Patrimonio del CSIC, con sede en Santiago de Compostela) y de Luis Antonio Ruiz Casero, investigador de la Universidad Complutense de Madrid, trabaja un equipo interdisciplinar del que forman parte historiadoras, antropólogas forenses o arqueólogas, con un total de diez investigadores e investigadoras, algunos procedentes de universidades extranjeras como Carlos Marín Suárez, de la Universidad de la República del Uruguay, Xurxo Ayán Vila de la Universidade NOVA de Lisboa o la doctora danesa Julie de Voos. A ellos se suman el arqueólogo del INCIPIT-CSIC Manuel Antonio Franco, el arqueólogo de Pinilla de Jadraque (Guadalajara), Rodrigo Paulos Bravo, investigador predoctoral de la Universidad Complutense de Madrid, así como la antropóloga forense con amplia experiencia en la guerra civil española, Candela Martínez Barrio.

¿Qué es La Casa del Guarda?

El conjunto de la Casa del Guarda se encuentra en un saliente del término municipal de Jadraque, rodeado por tres de sus cuatro partes por los términos de Villanueva de Argecilla, Argecilla y Bujalaro. El paraje se denomina, según la última edición del 1:25.000, la Alcarria de Jadraque, aunque es popularmente conocido por el mencionado topónimo de Casa del Guarda.

El conjunto arqueológico ocupa cerca de cuatro hectáreas en total, y se encuentra surcado por varias trincheras, posiblemente previas a la construcción de las edificaciones militares. Se estructura en tres espacios claramente diferenciados. De norte a sur son los siguientes: puesto de mando y zona de culto, campamento militar, y campo de concentración.

El campo de concentración (c. 1,5 ha) se ubica al suroeste del campamento militar y al oeste de la Cañada Real de Merinas, que discurre de Sur a Norte. Se compone de en torno a una veintena de grandes estructuras tipo chabolas longitudinales, semienterradas, así como de un barracón destinado a los guardianes y dos garitas de vigilancia. Por la inferior calidad de sus materiales constructivos, el estado de conservación es el más deficiente del conjunto, aunque se aprecian abundantes restos en superficie de vidrio, alguna suela de zapato y envases de conserva de la época, explican los investigadores.

Una historia bastante desconocida

Tras la gran Batalla de Guadalajara de marzo de 1937 el frente alcarreño fue objeto de sucesivas reorganizaciones por parte de los sublevados. En tiempos del despliegue de la 74ª División, el mando franquista comenzó a emplear la llamada Casa de Guarda como puesto de mando de batallón. Se trataba de una casa destinada al servicio de la dehesa boyal que había ocupado la zona antes de la guerra. Durante la guerra la casa sufrió varias reformas por parte de los zapadores franquistas. Con la llegada de la 73ª División la casa mantuvo su uso como puesto de mando, al que se añadió una central de transmisiones.

En aquel momento se instaló en el entorno el primer grupo de prisioneros de guerra republicanos: la 1ª compañía del 76 batallón de trabajadores, procedentes del liquidado frente Norte. Estos batallones habían sido creados por orden de Franco en julio de 1937 con el objetivo de obtener una mano de obra barata que trabajase para su ejército, y su número no hizo más que crecer durante el resto de la guerra. Eran empleados en los trabajos más exigentes, y, aunque la normativa lo prohibía, se les usaba a menudo para construir fortificaciones en primera línea de fuego.

Sus condiciones de vida eran de gran dureza, lo que explica los habituales intentos de evasión que se han documentado en otros frentes. Trabajaban entre ocho y diez horas diarias bajo un régimen punitivo. Tenían descansos de entre diez y quince minutos para “que efectúen sus evacuaciones corporales y puedan fumar”, según la documentación franquista. La dureza del trabajo se veía agravada por la escasez de las raciones, un tercio más bajas que las de los soldados y de las que se podía suprimir la carne sustituyéndola por grasas y huesos. Sus condiciones materiales eran de gran precariedad, careciendo de ropa y calzado adecuados.

La llegada de la 73ª División al frente supuso un incremento en la actividad fortificadora en el sector, construyéndose atrincheramientos, zanjas antitanque, alambradas, pistas, polvorines, y campamentos como el que nos ocupa. Los barracones para tropa de la Casa del Guarda debieron levantarse entre septiembre y octubre de 1938, mientras que las cocinas se finalizaron en noviembre.

En ese tiempo se construyeron también tres pistas militares que comunicaban el campamento con las poblaciones cercanas. Los prisioneros encargados de buena parte de las obras se alojaron, con seguridad, a 400 metros al suroeste de la Casa del Guarda, en chabolas colectivas de grandes dimensiones parcialmente enterradas, vigilados desde un barracón próximo a la carretera y varias garitas. El conjunto estaba rodeado por una alambrada de espino.

Esas instalaciones estuvieron en uso hasta marzo de 1939, cuando, con el desplome del frente republicano, los franquistas concentraron allí a parte de los combatientes de la 12ª División del IV Cuerpo que se habían entregado. Según un estadillo del 3 de abril había censados en el campo 4.338 nuevos prisioneros, a los que habría que sumar los antiguos, pertenecientes al batallón de trabajadores.