Lo que en principio se estableció como una normativa europea para ayudar a los agricultores y ganaderos, un sector todavía de gran relevancia en España, está derivando, debido a sus modificaciones, en una forma de acabar poco a poco con las formas tradicionales y sostenibles de pastoreo en el país. La Política Agraria Común (PAC) mantiene medidas “perversas” contra la ganadería extensiva y la trashumancia como la aplicación generalizada del Coeficiente de Admisibilidad de Pastos (CAP), que no está teniendo en cuenta las peculiaridades de un sector que mantiene vivas las vías pecuarias y caminos rurales, actualmente en peligro de desaparición.
Así lo ha puesto de manifiesto la experta en política agraria y desarrollo rural de WWF España, Celsa Peiteado, durante su intervención en las III Jornadas de Vías Pecuarias organizadas este fin de semana en Cifuentes (Guadalajara). Explica que a pesar de que la PAC se reformó en 2014 para ser más socialmente justa y respetuosa con el medio ambiente, actualmente está siendo “gravemente perjudicial” para los ganaderos extensivos.
Esto es así, en primer lugar, porque para evitar que una misma superficie cobre dobles ayudas, que “tiene su lógica”, se impide a los pastores que llevan el ganado a zonas de rastrojo para aprovechar los restos de cereal, girasol u olivares, que declaren esa zona con derecho a ayudas, puesto que el agricultor propietario ya lo ha hecho anteriormente. “No tiene sentido, porque estamos hablando de aprovechamientos distintos, y no se ha tenido en cuenta a los ganaderos extensivos que no tienen tierras propias”, precisa Peiteado.
Pero la cuestión más grave, junto con el exceso de actividad burocrática, es la aplicación del Coeficiente de Admisibilidad de Pastos (CAP). La Comisión Europea obliga a excluir de las ayudas para ganadería extensiva a la zona ocupada por árboles, arbustos, pendientes o rocas, porque interpreta que esa superficie no es aprovechada por el ganado. Desde WWF afirman que es “un error” porque los pastos no son solo herbáceos y “se les olvida que el ganado también aprovecha los arbustos o el fruto de los árboles”.
Además el CAP se aplica de manera informática y casi automática, sin tener en cuenta las singularidades del pastoreo. Durante las Jornadas se han puesto de manifiesto algunos casos particulares afectados por esta cuestión. El más grave ha sido el de un ganadero con 500 hectáreas de pastos que al aplicarle este coeficiente, solo tendrá derecho a ayudas por 4,75 hectáreas en 2020. Directamente ha vendido todo su ganado.
Las vías pecuarias: preservación de especies y sumideros de carbono contra el cambio climático
“Hablamos de un manejo ganadero que con las cargas adecuadas está contribuyendo no solo a preservar los pastos, sino lugares de interés por las especies que habitan en ellos, y que son sumideros de carbono que ayudan a luchar contra el cambio climático, y fomentan las razas autóctonas y locales, que son a su vez herramientas en la lucha contra el fuego porque impiden el aumento de matorrales. Y se está acabando con ello por la aplicación absurda de una política comunitaria”, afirma Celsa Peiteado.
Desde colectivos como la Plataforma de Ganadería Extensiva y Pastoralismo ya hay mucho trabajo hecho pidiendo que el CAP, aunque es necesario para evitar fraudes, no perjudique a esta actividad. Numerosos expertos han remitido también un informe sobre esta cuestión al Ministerio de Agricultura, a las comunidades autónomas y a la Comisión Europea. En noviembre habrá una reunión a nivel comunitario para que se deje de “expulsar del campo al pastoreo, que es la forma de aprovechamiento más racional de los recursos naturales”.
Nada de ello significa que los ganadores no tengan que cumplir con la normativa, sino que las normas “se apliquen de manera racional”. Avisa la experta de WWF que la desaparición de las vías pecuarias es la más grave consecuencia de todo esto. Según datos de Ecologistas en Acción, de los 125.000 kilómetros de vías pecuarias de España, quedan actualmente funcionales unos 85.000 kilómetros (40.000 menos). “Con ello no solo han perdido los pastores, sino otros usos compatibles como el senderismo o el cicloturismo, que suponen ingresos para los pueblos. Es un patrimonio que estamos pendiendo todos, porque son de dominio público, un bien común”, concluye.